viernes, noviembre 25, 2016

'Aliados', amor frío

Cuando de una película se puede hablar más de lo que significa fuera de las pantallas que por los méritos de sus responsables, es evidente que algo falla. Con Aliados, por fuerza, va a suceder algo parecido. Que la película haya formado parte de los rumores en torno a la separación de Brad Pitt y Angelina Jolie no es algo que juegue a favor de la cinta, pero es que los esfuerzos de Robert Zemeckis tampoco ayudan a olvidar los ríos de tinta previos. Aliados tendría que haber sido una película romántica de carácter épico por su trasfondo bélico. Casablanca viene a ser un referente claro. Pero ni por asomo. Y no porque Zemeckis patine especialmente, pero no consigue casi en ningún momento transmitir las emociones que tendrían que haber formado parte de la historia. El casi es porque justo al final, cuando ya casi se han consumido las dos horas de su metraje, sí llega a lo que se necesitaba. Algo tarde, la verdad.

La película tiene dos problemas bastante importantes. El primero obedece a la estructura de la película. Zemeckis, un director ya tan polivalente que parece haber perdido algo de identidad, siguiendo un guion de Steve Knight, responsable de obras tan variopintas como Promesas del este o El séptimo hijo, sigue la historia de manera lineal, dividiéndolo en dos grandes actos y tres interludios centrales separados por elipsis muy grandes. Y no funciona, porque esta segunda, que no procede desvelar porque obedece a un cambio de escenario importante, es la historia que realmente parece interesar a Zemeckis, en la que realmente pone toda la carne en el asador. Y es que la gran pieza de acción, la que rompe la monotonía, está en la primera mitad del filme, aunque tampoco por ese lado consigue enganchar el director. La misión que une a los dos espías que interpretan Brad Pitt y Marion Cotillard nunca parece tan trascendente ni difícil como quiere aparentar la película.

Y así llegamos al otro gran problema. Se ha hablado tanto de Pitt y Cotillard que se ha dado por sentado que hay una química extraordinaria entre ellos. Y no es así. Hay momentos, hay atisbos, pero realmente no forman la memorable pareja que una gran historia de amor requiere. No son Humphrey Bogart e Ingrid Bergman, como esto no es Casablanca. Es cierto que no desentonan, pero el amor frío que quieren mostrar a lo largo de buena parte de la película, el que surge de su trabajo como espías, es el que contagia todo lo que hay en el filme. Ni siquiera la escena de sexo, rodada de una forma imaginativa por el escenario, rompe esa tibieza que muestra Aliados y que, de nuevo hay que volver al mismo punto, sólo se rompe en las dos escenas finales. Pitt, por mucho que lo intenta, no se acerca al tipo de galán que habría sido Robert Redford, para quien esta película hubiera sido un caramelo hace algunas décadas, y el trabajo de Cotillard es algo irregular.

El caso es que Aliados es una película correcta, una aceptable historia de amor en un escenario bélico que invita a pensar en el Hollywood dorado pero que, al final, se queda en un simple intento de recuperar aquella gloria de celuloide. Nada asombra demasiado en la película, que no llega a provocar que ese amor de película traspase la pantalla. Se ve, se entiende, incluso se disfruta sin demasiado esfuerzo, pero no hay nada de legendario en la película cuando la misma historia del cine ha demostrado que con estos elementos se pueden hacer filmes extraordinarios. Aliados es demasiado fría como para acercarse a esos estratos, demasiado pequeña en sus ambiciones, incluso a la hora de mostrar el marco histórico. Correcta, académica si se quiere, pero sin la trascendencia que necesita. Ni Zemeckis, ni Pitt, ni Cotillard, porque la película no sale de ellos a pesar de tener algún que otro secundario interesante como Jared Harris, logran que Aliados despegue del todo.

domingo, noviembre 20, 2016

'Animales fantásticos y dónde encontrarlos', el universo de J. K. Rowling madura

Harry Potter se acabó pero J. K. Rowling no estaba dispuesta a soltar a la gallina de los huevos de oro. Casi al mismo tiempo han visto la luz un nuevo libro del personaje, en realidad una obra de teatro, y una película que expande su universo que parte, nada menos, que de un bestiario. No había historia, pero se ha creado. Y la ha firmado la propia Rowling. Aún con algunos defectos, lo curioso es que Animales fantásticos y dónde encontrarlos es lo que nunca pudieron ser las películas de Harry Potter, presas de su referente literario y de una legión de fans dispuesta a adorar o destruir lo que se haga con las redes sociales como base. Es la madurez del universo de J. K. Rowling, es un avance barroco, urbano y hasta humano como da la sensación de que nunca pudo ser Harry Potter, por muy sacrílega que pueda ser esa sentencia para los fans del joven mago a los que en absoluto se pretende ofender con estas líneas, que eso también parece necesario advertirlo en esta era digital.

Pero el caso es que, olvidándonos del referente de Harry Potter, al que Rowling hace referencia en varias ocasiones en la película de una manera algo artificial para que no olvidemos que estamos ante una precuela en realidad, lo que recibimos es una historia prácticamente modélica y ejecutada con bastante nivel. Misteriosa cuando ha de serlo, con un sentido de la aventura formidable que, de no mediar semejante festín de efectos visuales podría emparentar el filme con otros títulos inolvidables del género en los años 80, y con una imaginación visual que David Yates, responsable de los últimos cuatro filmes de Harry Potter, sólo deshonra con alguna indescifrable escena como el paso por los titulares de prensa, innecesariamente veloz para que la lectura sea casi un imposible, o con las habituales concesiones al 3D, apenas un puñado de instantes que incluso en 2D se vislumbran claramente y que no tienen mucho sentido.

No lo tienen porque la película no los necesita, ya es bastante apabullante en lo visual como para que el espectador quedara atrapada. El cambio de escenario, del mágico Hogwarts al Nueva York de los años 20, es claramente el mejor acierto de la película. Es, probablemente, el salto que le hacía falta para que la fantasía llegara a un punto mucho más notable, para que los personajes no estén supeditados a un entorno mágico y para que este fluya mucho más fácilmente. Y como Yates ensambla un reparto formidable, encabezado por el casi siempre espléndido Eddie Redmayne y secundado por dos sorpresas tremendamente agradables, las de Katherine Waterston y Dan Fogler, además de un buen Colin Farrell que en realidad es mucho mejor actor de lo que se ha permitido ser o un intrigante Ezra Miller o una intensísima Samantha Morton, todo parece ir sobre ruedas,

Animales fantásticos y dónde encontrarlos supera con creces las barreras de haber nacido, al menos a priori, como un producto para alargar una franquicia, combinando con acierto acción, comedia, misterio y un drama mucho más adulto de lo que la larga espera por Voldemort (antes de que apareciera en El cáliz de fuego y después hasta que llegara el clímax definitivo) permitió que fuera Harry Potter. Y aunque estamos ante una película fácilmente conectable con su universo de referencia, es también un producto autónomo y con la suficiente personalidad como para enganchar incluso a quienes no se dejaron convencer por el mago juvenil. Brilla por su historia, con matices interesantes incluso desde puntos de vista alejados de la fantasía (la persecución de las brujas, la integración de los magos en la sociedad contemporánea), por su exquisitez visual (el mundo dentro del maletín es una maravilla) y, ahí está su secreto, por sus personajes. Todo un acierto.