viernes, noviembre 27, 2015

'Los juegos del hambre. Sinsajo, parte 2', un globo pinchado

Los juegos del hambre no ha sido una de las peores series fantásticas juveniles de los últimos años, pero probablemente sí pasará a la historia por ser una de las que peor se despide. La segunda parte de Sinsajo, cuarta entrega de la franquicia y confiemos en que última para siempre, confirma muchos de los temores que se podían tener desde hace tiempo, sobre todo los relacionados con la exagerada extensión de una historia que podría haberse condensado mucho más, incluso en una única película, pero añade algunos defectos inesperados. Si se podía esperar que el capítulo final fuera el más espectacular, Sinsajo, parte 2 queda como un globo pinchado, como una película en la que apenas suceden cosas, que no tiene grandes escenas de acción y que se envuelve en un lujo ficticio, mal explicado y peor ejecutado, sin un un clímax atractivo y con interminables epílogos.

Es evidente que Los juegos del hambre es una serie de películas pensadas para aficionados, bien de los libros o incluso de la misma serie cinematográfica, que apuestan por incluir todo lo que se pueda, aunque resulte tan absurdo como las presentaciones de personajes que apenas tienen importancia narrativa. No hay más que ver cómo empieza este capítulo final, sin explicaciones, sin contexto, sin una alfombra que permita una entrada confortable en este mundo. Francis Lawrence simplemente ha cortado por la mitad una película que se le ha ido casi a las cinco horas de duración. Y eso, desde un punto de vista artístico, es nefasto. Desde el comercial no, por supuesto, porque en realidad se ha multiplicado por cuatro la recaudación de una historia que tendría que haber pasado por la sala de montaje con mucha más decisión. Obviamente, el dinero manda. Y si se pudieran hacer cuatro películas más, se harían. Los fans las consumen. Pero eso no convierte el producto en uno bueno.

Efectivamente, a pesar de su más que previsible éxito comercial, Los juegos del hambre. Sinsajo, parte 2 no es una buena película. Con más claridad que en sus predecesoras, no funcionan los personajes ni las relaciones que se trazan entre ellos, no se motivan sus acciones adecuadamente (más bien al contrario, hay momentos que rozan el absurdo... aunque se atisba alguna explicación que seguramente estará en el blu-ray como escena eliminada), cada secuencia supera lo inverosímil de la anterior y reduce la película en su segunda mitad, cuando se inicia el asalto al Capitolio (cuyos momentos más espectaculares se escamotean como si esta fuera una producción de bajo presupuesto) a un corriente videojuego de plataformas, y salvo escenas muy puntuales no hay demasiada emoción. Hay hasta diálogos que son invitaciones a relacionarlos con el pobre resultado del filme, que ni siquiera supone el punto culminante de la serie, que se quedó atrás en la segunda entrega, En llamas.

Por muy comercial que sea, sigue pareciendo un error esta apuesta por sagas que se alargan con el único objetivo de amasar billetes y pisando el lenguaje cinematográfico. En esta segunda parte de Sinsajo hay tantos diálogos vacíos e incluso repetitivos, tantos personajes que hacen acto de presencia simplemente porque se demanda que lo hagan (los de Woody Harrelson, Elizabeth Banks o la trucada presencia del fallecido Philip Seymour Hoffman), que parece evidente por dónde se podría haber cortado para, al menos, no alargar el capítulo final a dos filmes. Esto, obviamente, es un producto para fans. Más de Los juegos del hambre que de Jennifer Lawrence, una actriz que muestra signos de estancamiento, y ellos seguramente saldrán satisfechos de este final. Por desgracia, esto seguirá multiplicando los productos que quieren seguir sus pasos. Y si una franquicia de esta envergadura ya da la impresión de no poner cada dólar en la pantalla, lo que venga de sus sucedáneos más baratos es como para echarse a temblar.

'El viaje de Arlo', un Pixar desconcertante

Asumiendo que los niños se lo pueden pasar en grande con El viaje de Arlo, es difícil no ver el filme como algo desconcertante en la filmografía de Pixar. Más aún después de la genialidad de Inside Out, que hace que estemos ante el primer año en el que llegan a estrenarse dos filmes del estudio. Esa es la primera característica desconcertante pero no la principal. Lo más llamativo es que sea una película que sobresalga de una forma tan extraordinaria en su animación de escenarios, con un dominio del agua y de la naturaleza nunca antes visto, con la simpleza de sus personajes, unos dinosaurios que casi parecen diseñados para formar parte de producciones animadas en plastilina. Desconcierta también el camino Disney (dicho esto desde la admiración al estudio madre pero de la forma más peyorativa que pueda entenderse), el uso de animales y de moralinas, pero sobre todo la copia casi indisimulada a elementos de El Rey león. Desconcierta mucho, sí.

El caso es que la película, pese a todo lo que parece desconcertante en su concepción y en su desarrollo (incluyendo una brevísima secuencia alucinógena que resulta muy difícil encajar), no deja de ser una historia bastante tópica, que busca apelar continuamente a los sentimientos, buscando una lágrima casi fácil, a través de los temas más habituales de la animación norteamericana, la amistad y sobre todo la familia. Arlo, el buen dinosaurio del título original, es pequeño y asustadizo, incapaz de llevar a cabo de forma exitosa las tareas que sus padres le asignan en su granja (sí, son dinosaurios... pero en un presente también desconcertante que se explica con un divertido gag inicial). Y un buen día las circunstancias le pondrán en un viaje único en el que, básicamente, aprenderá a ser adulto y a asumir responsabilidades.

Efectivamente, la historia no se sale de lo más habitual en este tipo de cine, pero sí, desde luego, para la apuesta habitual de Pixar. Como Brave, la película menos Pixar del estudio, la razón de ser a la que parece agarrarse el proyecto está en la animación. Si allí llamaba la atención el caballo de la protagonista, Merida, aquí lo que deja sin aliento es la creación de los escenarios. El agua, la hierba, las montañas... Todo tiene un detalle apabullante, pero eso mismo hace que el contraste con el divertido personaje de Spot, ese niño salvaje que casi parece sacado de Los Croods, y el propio Arlo, sea todavía más acusado. En realidad, pensando en la efectiva de Spot, lo mejor de la película está claramente en los secundarios, que son los que sacuden el efecto de historia previsible en la que muchas veces se cae (y la palma se la lleva un trío de dinosaurios voladores que protagonizan una primera escena brillante y que después se suman a lo desconcertante de la película en su clímax).

No es que El viaje de Arlo sea una mala película, pero sí cae a lo más bajo de Pixar, probablemente superando apenas a las dos entregas de Cars. Cumplirá el objetivo de satisfacer a los más pequeños, porque siempre va a funcionar con los niños una película de dinosaurios, incluso aunque el adulto que les acompañe tenga que explicar por qué son granjeros o cowboys (sí, se puede añadir a lo desconcertante que haya una par de escenas que homenajean al western), y porque la historia es correcta, adecuada para los cánones modernos de la animación. Pero la excelencia habitual de Pixar hace que ver su nombre en un cartel o en la pantalla sea un sinónimo de una mayor exigencia. Mucho más si encima está el tan cercano precedente de Inside Out, que más vale dejar aparcado antes de unirse a El viaje de Arlo, porque no hay comparación posible entre una y otra.

viernes, noviembre 20, 2015

'I Am Your Father', ilusión de fan

Con la ilusión de un fan es la mejor manera de ver I Am Your Father. Es Star Wars, es el documental que reivindica la figura de Dave Prowse, el hombre que se escondía bajo el disfraz y la máscara de Darth Vader en la trilogía original, frente al olvido en que ha querido sumirle Lucasfilm. Marcos Cabotá, codirector de este documental, es igualmente un fan, y como tal ha encarado la película. Eso, que hace que su ilusión traspase la pantalla y contagie al espectador (siempre y cuando se sea fan de Star Wars, algo que casi parece esencial para valorar el trabajo de Cabotá y Toni Bestard), también es el mayor freno de la película. Donde hay una gran historia, la de los motivos por los que Prowse no fue el rostro de Vader cuando el mayor villano de la historia del cine ve desvelado su rostro al final de El retorno del Jedi y la de ese ninguneo posterior de años, queda descafeinada por la idéntica presencia de ese furor de fan, el de Cabotá convirtiéndose casi en coprotagonista del documental.

La sorpresa que esconde I Am Your Father es que es tanto esa historia de Prowse, su odisea como actor encargado de dar vida a Darth Vader, como la de Cabotá y su empeño de "hacer justicia" con el actor y culturista rodando de nuevo la escena en la que no pudimos verle a él y sí a Sebastian Shaw cuando Luke retiró el mítico casco negro y vio a Anakin Skywalker por primera vez. Y es una sorpresa que no funciona, precisamente porque las escenas del documental en las que Cabotá cobra protagonismo son las menos realistas. Se nota demasiado un trabajo de preparación previa, y las entrevistas y las escenas documentales no son tales sino marcos excesivamente preparados como para que se capte en ellos la naturalidad que sí se quiere transmitir en otros pasajes. De hecho, esa sensación llega a invadir algunas intervenciones de Prowse, que incluso habla demasiado poco en el documental para ser su auténtico protagonista.

Pero volviendo a la historia que sirve de excusa al documental, esta es fascinante. Ahí sí triunfa el filme, porque investiga bien y llega a conclusiones interesantes. Por eso resultan tan capitales las entrevistas a los productores Gary Kurtz y Robert Watts, que sí contribuyen de una forma excepcional a los propósitos de la obra de honrar a Prowse y limpiar su nombre de la ofensa que, en teoría, ha hecho que Lucasfilm le borrara de todos los eventos que ha venido organizando durante las últimas décadas, que no es otro que la filtración a la prensa del destino de Vader en el mencionado Episodio VI. Si el documental hubiera tirado más por ese lado, podría haber cimentado una espléndida obra informativa sobre uno de los aspectos probablemente más desconocidos de la saga cinematográfica más popular de la historia, pero como no termina de hacerlo se tiene una pequeña sensación de oportunidad perdida.

No, y hay que insistir en ello, porque no haya buen material en la cinta, sino porque este se ve rodeado de otros elementos que le restan valor al esfuerzo. Obviamente, hay que tener en cuenta las limitaciones presupuestarios y de acceso que tiene una producción que ha recurrido al crowdfunding y que desde luego no cuenta con el beneplácito de Disney (sólo hay una imagen oficial de las películas, la mítica estampa de Darth Vader pronunciando la frase de El Imperio contraataca que da título al documental) o George Lucas (del que se indica que declinó participar en el proyecto), pero al mismo tiempo hay demasiado protagonismo del fan, no sólo del mismo Cabotá sino de otros tantos que aparecen entrevistados en eventos dedicados a Star Wars, que resta poder al cineasta. I Am Your Father apela por tanto a la nostalgia, y es una obra demasiado sustentada en ella. Con todo, siempre es delicioso encontrar obras que profundicen en leyendas del cine injustamente desconocidas.

viernes, noviembre 13, 2015

'Sicario', en la guerra no hay fronteras

Resulta fascinante que haya directores que sepan romper fronteras. Y cuando son capaces de hacerlo en más de una película, la sensación es aún más gratificante. Denis Villeneuve ya se ha sumado a esa lista de privilegiados cineastas que son capaces de traspasar todos los límites para contar una buena historia, lo hizo con Prisioneros o con Enemy, y lo vuelve a hacer en Sicario, donde retuerce un escenario que ya empieza a tener demasiadas interpretaciones en la ficción norteamericana de nuestros días, la frontera entre Estados Unidos y México como terreno esencial para el tráfico de drogas, para llevarlo a un terreno que le es más propio, el personal. Sicario no es una película sobre la guerra contra la droga, sino sobre cómo ven tres personajes muy concretos esa guerra y la forma de lucharla. El punto de vista escogido (aunque modificado al final para un brutal desenlace) es el de Kate (Emily Blunt) una agente de acción reclutada para un equipo integrado por diferentes agencias.

Villeneuve tiene dos enormes virtudes. La primera es que es capaz de captar lo más cotidiano de los escenarios más extraordinarios. Kate es una mujer obsesionada con su trabajo, y eso lo muestra con su despliegue profesional pero también con el contraste con su vida personal. Encajar a ese personaje en una guerra tan extrema y hacer del seguimiento de las reglas (o cómo se rompen para lograr un bien mayor) un tema capital de la película es un indudable acierto, porque explica cada una de las acciones de Kate, sus dudas antes, durante y después de las operaciones, e incluso sirve para explicar por qué es escogida para ese trabajo. La segunda virtud de Villeneuve es que es un extraordinario director de actores. Buscar a un intérprete que no entienda lo que requiere su personaje, por breve que sea su aparición en pantalla, es una misión imposible.

Esa cualidad, cuando además uno tiene un reparto encabezado por Emily Blunt, Benicio del Toro y Josh Brolin, es sencillamente una formidable tarjeta de presentación para que después la película vaya sobre ruedas. Los tres están impresionantes, aportando unos matices riquísimos para sus personajes. Blunt confirma su descomunal versatilidad y tanto Del Toro como Brolin que, incluso en terrenos que se acercan a sus escenarios de seguridad más confortable, los que les han hecho merecedores de elogios en trabajos anteriores, saben encontrar elementos diferenciadores. Villeneuve sabe cómo sacar lo mejor de sus actores y cómo aprovecharlo para que su forma de rodar sea personal e identificable. No necesita primeros planos continuos para entender las emociones de sus personajes y sabe jugar con los escenarios para que la tensión del thriller que no deja de ser Sicario crezca junto a estos tres actores.

Como Villeneuve sabe rodar de una forma extraordinaria, la película rentabiliza todos los aciertos del guión y va dejando pequeñas escenas de acción que dan un ritmo bastante impresionante al filme y que construyen la historia, pero que funcionan casi como pequeñas piezas individuales. Sucede con el brutal arranque de la película, una operación de salto modélicamente planificada; con la extraordinaria escena en la frontera, milimétricamente pensada y ejecutada con maestría; o con el sensacional clímax, en dos partes, una grupal en la que no chirrían ni siquiera las cámaras térmicas o de infrarrojos que emplea y una individual que recuerda a la mejor tradición del género. Si Heat, de Michael Mann, fue el mejor retrato posible del crimen urbano, Sicario se convierte en el mejor exponente de las historias que cuentan cómo afronta la Ley la guerra contra el narcotráfico. Porque narcotraficantes hay pocos en Sicario. Lo que hay es cine y del bueno.

viernes, noviembre 06, 2015

'Spectre', ambición insatisfecha

Spectre tenía a priori todos los elementos para convertirse en el mejor filme de 007 protagonizado por Daniel Craig. El espléndido resultado de Skyfall, el retorno de la mítica organización criminal de película pretéritas y el añadido al reparto de nombres como Christoph Waltz, Monica Bellucci o Léa Seydoux invitaban a pensar que en esta segunda tentativa Sam Mendes podría convertirse en el título definitivo de James Bond. Pero la enorme ambición que tiene la película, por escenarios, por tramas y por duración (a dos minutos de las dos horas y media) queda finalmente insatisfecha. Spectre es una película fácil, poco valiente, previsible en demasiados aspectos pero también, eso sí, muy entretenida. En muchos aspectos, es puro Bond. Pero un Bond más clásico y casi humorístico, lejos del tono que se había asentado en la saga con la llegada de Daniel Craig en Casino Royale. Es, probablemente, un buen cierre de ciclo, pero se pierde la posibilidad de ver algo mucho más imponente.

Con Spectre se pretende redondear la saga, eso es obvio. Se quiere conectar Casino Royale, Quantum of Solace y Skyfall, y eso se hace de una manera no siempre inteligente (la forma en la que se explica la misión de Bond es facilona y casi absurda; el juego de las fotos en el clímax casi parece de opereta de serie B). Con todo, es un cierre satisfactorio. No brillante, pero sí suficiente. No sería justo decir que Spectre aburre, aunque tiene valles demasiado profundos que invitan a pensar que le sobran algunos minutos a su montaje, porque al final sí se pueden encontrar muchos elementos que invitan al disfrute habitual de las películas de James Bond, empezando por el cada vez más arrollador carisma de Daniel Craig, que se amolda a los tonos más oscuros de estos filmes como también, aquí, se ve, a los más joviales.

De hecho, la película arranca con suma brillantez, con un prólogo excepcional, que parte de un maravilloso plano secuencia en el Día de los Muertos mexicano, pero el mismo final de esta larga escena, exageradamente espectacular para lo que acostumbra Bond (sobrepasando incluso las temeridades que sí funcionan espléndidamente bien en Misión imposible), ya indica que Spectre va a sobrepasar límites que no benefician al resultado final. Sucede con todo, y afecta a la película porque resulta facilísimo anticiparse a casi todo lo que va a suceder. Spectre, intentando resucitar el espíritu clásico, se apropia también de una ingenuidad que Skyfall no tenía y que, con la entrada en juego de la organización criminal que da título al filme se antoja innecesaria. Hay tanto de eso, que al final la película se olvida un poco de sí misma, se da por satisfecha con acumular escenas de acción en escenarios exóticos y tópicos de Bond, y se olvida de sus personajes.

El más perjudicado es el de Christoph Waltz, un actor que, todo hay que decirlo, ha decidido instalarse en un registro inamovible que ya roza lo aburrido, pero también el de Léa Seydoux, que acumula tópicos y pierde personalidad por el camino. En realidad, la película se mueve en un terreno tibio. Nada destaca especialmente (a excepción del plano secuencia inicial), pero nada descarrila de una forma flagrante. Es, simplemente, que Spectre no enamora. Da la impresión de que Mendes, y de paso Craig, se han querido sacudir la presión de Bond con una película relativamente fácil, poco arriesgada y que no continúa, en realidad, el tono con el que finalizó Skyfall. Es satisfactoria como un filme más de Bond, pero escasa viendo la escalada de la franquicia. Y si Skyfall fue una nolanización de 007, para esta despedida también se puede decir que le ha sucedido a Mendes lo mismo que a Chistopher Nolan al despedirse de Batman: con todo a su favor, falló más que en el filme anterior. Sólo que El Caballero Oscuro. La leyenda renace es bastante mejor que Spectre.