viernes, abril 24, 2015

'La sombra del actor', una disección curiosa

En las primeras escenas de La sombra del actor es inevitable pensar en Birdman, con la que hay incluso una coincidencia asombrosa en un instante, y la curiosidad aumenta cuando se comprueba que ambas películas se enseñaron en el pasado Festival de Venecia, la de Barry Levinson tres días después de la Alejadndro González Iñárritu. En realidad, sus semejanzas pasan sólo por la disección del actor que realizan, pero si bien aquella es un fresco colectivo de lo que sucede en el backstage y en el escenario de una obra, esta se centra en la caída al infierno de un intérprete que ya no quiere seguir siéndolo. Es inevitable sentir cierta confusión, porque la película es una a ratos extraña montaña rusa emocional que va variando de foco y casi hasta de tono, pero Levinson, con un Al Pacino que se queda la película prácticamente para él solo (generalmente para bien), consigue un intrigante drama y una agradable comedia, mezclando ambos elementos en una historia quizá algo más artificial de lo que parece pero que mantiene el interés hasta el final.

Lógicamente, la presencia de Pacino tiene mucho que ver en eso. Como le ha sucedido en las últimas décadas a tantos grandes actores del Hollwyood de los años 70, Pacino no está protagonizando ahora sus mejores películas, pero de vez en cuando tiene chispazos muy interesantes. La sombra del actor es uno de ellos, porque la disección del actor que propone la película es casi un trabajo personal e intimista que se asoma a su propia personalidad. Es fácil caer en la tentación de pensar cuánto hay de Pacino, o de cualquiera de estas otras estrellas que se alejaron del cine de calidad que les convirtió en quienes son, en la figura de este Simon Axler, imaginado en primer lugar en la novela de Philip Roth en la que se basa el filme. La sombra del actor funciona mejor cuando más ambiguo es todo. Cuando Levinson intenta explicar las cosas es cuando la película llega a territorios menos afortunados. Ahí y en el uso del tiempo, no siempre demasiado acertado.

Lo que mejor funciona en el filme es su surrealismo. Pasado el momento inicial, que intenta añadir una carga intelectual que la película en realidad tampoco necesita, son las vicisitudes a las que tiene que hacer frente Axler las que dan vida al filme. Y casi siempre es un surrealismo en femenino, que pasa por las figuras de cuatro mujeres: Pegeen (Greta Gerwig), la hija de una pareja de actores a la que hace años que no ve; su madre (Dianne Wiest); la acosadora e insistente ex novia de la joven (Kyra Sedgwick); y la desequilibrada compañera de internamiento de Axler (Nina Arianda). Pacino se divierte en las escenas con ellas, también en las ensoñaciones con las que Levinson quiere dejar al espectador con la duda de si está ante una historia realista o ante las visiones de un actor esquizofrénico. Y Levinson deja que sus actores gocen más que sacar conclusiones o hacer juicios de valor. Quizá falta algo más de concreción en la película, que no de explicaciones, para que el resultado sea más completo, pero por el camino deja algunas escenas y personajes interesante.

Con la simple presencia de Levinson tras la cámara y de Pacino al otro lado (y la de Wiest, y la de Segdwick), La sombra del actor tiene más que garantizada la atención. Y aunque ambos están lejos de sus mejores momentos, algo mucho más apreciable en el que caso del director que del intérprete, el resultado es lo suficientemente atractivo como para disfrutar de la experiencia. No es ni la disección definitiva del actor, esa figura que ha ganado progresivamente la atención del mismo cine en los últimos años, ni tampoco la mejor película posible con el material que Levinson tenía sobre la mesa, pero acaba resultado una comedia con algunos aciertos notables y un drama sugerente sobre lo que se cuece en la mente de un actor, que no deja de ser en realidad un embaucador al que siempre le permitimos que nos embauque. Como la película, de hecho, que sabiendo perfectamente que tiene sus flaquezas acaba convenciendo con el magnetismo de su protagonista.

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