viernes, noviembre 29, 2013

'Frozen', nadie hace cine Disney como Disney

Frozen. El reino del hielo deja una conclusión clara y contundente: nadie hace cine Disney como Disney. Parece una obviedad y seguramente lo es, pero el drama llegó cuando Disney dejó de saberlo y se puso a hacer otras cosas durante unos años. Pero cuando el estudio ha decidido volver a sus orígenes no sólo se ha reencontrado a sí mismo sino que ha dado con la fórmula para convencer a los niños de hoy con lo de siempre, en realidad. Frozen es puro Disney: magia, princesas, diversión y canciones. Puro algodón de azúcar para los más pequeños, si se quiere. Pero un algodón de azúcar que nadie sabe hacer mejor que Disney. Enredados fue un claro aviso de las ganas de recuperar la esencia de su cine, sin duda actualizándolo a tiempos más modernos, pero sumando a su leyenda, no buscando nuevos caminos. Y Frozen es la confirmación definitiva y como tal hay que saludarla: Disney ha vuelto. Y ha vuelto exactamente con lo que tiene que ser, el mejor cine de fantasía para los más pequeños que se puede ver hoy en día.

Ese objetivo lo ha conseguido Disney siempre con tres pilares básicos, y Frozen los respeta con una facilidad apabullante. El primero es la historia. Sin un buen cuento de hadas, es imposible hacer una película como esta. Frozen lo tiene. Y lo que es mejor, lo adapta a las mil maravillas para que la historia sea a la vez tan clásica en algunos aspectos como moderna en otros. El segundo, los personajes, carismáticos y muy bien construidos y que cubran todas las necesidades de la película. No basta con que funcione el personaje principal, en este caso la princesa Anna, o su hermana mayor, Elsa, la reina que se pretende coronar durante la película, o los dos principales papeles masculinos, Hans, el príncipe extranjero que busca la mano de Anna, o Kristoff, un hombre de las montañas solitario que acaba embarcado en la aventura de la princesa sin comerlo ni beberlo. También los secundarios son importantes. Y sí, está el animal de siempre, en este caso un reno, Sven, pero sobre destaca Olaf, un muñeco de nieve con vida propia que se convierte, con facilidad, en uno de los mejores secundarios cómicos del Disney más reciente.

Y el tercer elemento esencial es el conjunto audiovisual, la luz y el color, la imagen y el sonido. No es que sea uno de los musicales más magníficamente conseguidos de Disney (o que el musical tenga el mismo tirón como género de hace unos años), pero tiene tan claro que el referente ha de ser La Bella y la Bestia y las composiciones con las que Alan Menken arrasaba año tras año en los Oscar, que es imposible no reconocer sus esfuerzos. Ojo, eso sí, al primer número musical, Do You Want to Build a Snowman?, absolutamente maravilloso y con una fuerza narrativa inmensa. En cuanto a la imagen, Disney ha entendido por fin que no necesita llegar a la prodigiosa excelencia en la animación de Pixar para superar a su ahora compañía hermana. Frozen es deslumbrante, en diseños y en animación, pero en lo segundo se nota algún peldaño por debajo, por ejemplo, de lo que se veía en Brave. Y no importa en absoluto porque el conjunto es precioso y divertido, con buenas escenas de acción, con mucho amor y con incontables elementos de la fantasía que hace las delicias de los más pequeños... y de los no tan pequeños.

Disney es lo que es y triunfa precisamente porque no engaña a nadie. Frozen es un paso más dentro de la mitología del estudio, uno agradecido porque es una de esas películas que sí se merece el calificativo instantáneo de clásico Disney que  la compañía aplicaba por sistema a todos sus títulos cuando los sacaba en vídeo. Este lo es desde ya, porque todo lo bueno que tiene es muy bueno y los detalles mejorables casi pasan inadvertidos, siendo deliciosa para niños y para adultos. Dos detalles más para acabar. El primero, que no se puede llegar tarde a la sala, porque la película llega precedida de un corto portentoso y rebosante de imaginación, Get a Horse!, sobre el que casi es mejor no saber nada más que está protagonizado por Mickey Mouse 85 años después de su primera aparición en el cine. Y el segundo, que hay escena al final de los créditos, un pequeño guiño cómico que no es necesario para entender la película y que es muy poco premio para los valientes que consigan aguantar a los niños más pequeños durante más de cinco minutos leyendo rótulos.

lunes, noviembre 25, 2013

'Una familia de Tokio', maravillosa adaptación de un clásico

Por Lucía Alegrete.

El consolidado y veterano director japonés Yôji Yamada se atreve a dirigir la adaptación del gran clásico de Yasujirô Ozu, Cuentos de Tokio (1953), sesenta años después de su estreno. A pesar de los riesgos y reprobaciones a los que se podía enfrentar y sobre todo la inquietud que embargaba a los más puritanos cuando escucharon que se iba a realizar un remake del filme, ya que ésta es considerada una obra cumbre no sólo del cine nipón sino a nivel mundial, la jugada le ha salido perfecta. Yamada ha sabido plasmar magníficamente las intenciones y anhelos del grandísimo cineasta, a quien le rinde un homenaje maravilloso para conmemorar los cincuenta años de su muerte. La gran dificultad residía en conseguir trasladarla a nuestros días sin perder la esencia con la que se creó, y esto se han solventado con maestría. Las buenas críticas y alabanzas a un filme, tan conmovedor como sincero, no se han hecho esperar, como quedó patente en la pasada Seminci de Valladolid, donde cautivo tanto a público como a prensa y consiguió alzarse con la Espiga de Oro.

Una familia de Tokio nos cuenta la historia de un matrimonio anciano, Shukichi Hirayama (Isao Hashizume) y su esposa, Tomiko (Kazuko Yoshiyuki), quienes mantienen una apacible y tranquila vida en su pequeño pueblo isleño, pero se dirigen a Tokio a pasar unos días junto a sus tres hijos establecidos allí. A pesar del rechazo y desasosiego que les produce la gran ciudad, tratarán de adecuarse para poder disfrutar de la compañía de los suyos. Esto no resulta tan sencillo ya que todos tienen sus obligaciones y responsabilidades, el mayor (Masahiko Nishimura) es el que ha salido más triunfal, ya que es director de un hospital en el centro de la capital, la mediana (Yui Natsukawa) es propietaria de un salón de belleza, y el pequeño (Satoshi Tsumabuki) es el alma errante y perdida de la familia, que ahora se halla decorando escenarios teatrales, pero al que le aguarda un futuro incierto y dudoso por delante. A partir de ese momento nos enfrentaremos a sentimientos tan fuertes como la decepción, la culpabilidad o la soledad de una familia en apariencia unida y próspera.

Con pasión y detalle se nos cuenta esta historia universal, un drama familiar que no entiende de épocas, culturas o edades. Todas las escenas están realizadas con esmero y cuidando enormemente los detalles, lo que le concierne al conjunto una veracidad indecible, todo fluye con una elegancia y sobriedad únicas. Cada personaje está enormemente conseguido y a partir de sus silencios podemos desentrañar sus inquietudes y miedos más recónditos. También podemos acercarnos a ese gran drama que supone la vejez y el progresivo abandono filial con el que deben lidiar todos los padres, pasar a aceptar que ahora son ellos los que deben depender de otros. El egoísmo, la ambición y sobre todo la ingratitud son los grandes pilares que parecen sustentar a los hijos cuando logran alcanzar la anhelada emancipación, y los progenitores se parecen dividir entre el orgullo y la decepción. Tristemente todos nos sentimos identificados con alguno de los protagonistas y sus circunstancias concretas, ahí reside el gran poder de la película para emocionar y cautivar al público.

La película está adaptada a los problemas de nuestro tiempo sin perder la elegancia clásica: donde Ozu quiso resaltar las nefastas consecuencias que había dejado la gran guerra y la rápida conversión occidental de Japón, Yamada se ha centrado en mostrarnos un país que camina sin rumbo, sumido desde hace años en una fuerte crisis económica y social. Todo ello es interpretado por un gran elenco protagonista que plasma de una forma fidedigna y honesta las emociones y sensaciones que sienten. El ritmo es tranquilo y pausado, con una puesta en escena serena y soberbia que reverencia dignamente al maestro. Nos muestra espléndidamente las tradiciones y costumbres de una cultura que cada día nos inspira más curiosidad y respeto. Lo único en contra que podemos encontrar en la película es su larga duración, para algunos innecesaria, pero que en realidad está más que justificada por la profundidad de la historia que se quiere contar, las sensaciones que se quieren expresar y la armonía y concordancia que se ha querido mantener con la cinta original.

viernes, noviembre 22, 2013

'Los juegos del hambre. En llamas', mejorando la saga

El reto de una secuela ha de ser la mejora del original. Los juegos del hambre. En llamas sin duda mejora el resultado de la película que dio inicio a la saga. Esa es la primera consideración a la que obliga el filme, reconociendo que avanza en prácticamente todos los sentidos y mejora algunos de los problemas que hicieron que Los juegos del hambre fuera una película en general decepcionante. Y dentro de esa mejora, funciona bastante mejor una primera hora que sí ofrece las sensaciones adecuadas en torno al mundo que muestra, las que no terminaba de mostrar la primera película, que los elementos de acción de la segunda parte. Funciona mejor la intriga política y las confrontaciones personales que hay en ese primer acto, y los dilemas morales de Katniss (Jennifer Lawrence), que la lucha por la supervivencia planteada en esta entrega. Entretiene mucho más que la primera, a pesar de que su duración, cercana a las dos horas y media, es tan exagerada para lo que plantea como ya le sucedió a la primera parte.

Si hay algo que no cuajó en Los juegos del hambre fue la credibilidad y la trascendencia del mundo que creaba. El arranque de En llamas viene a suplir todo lo que faltaba en aquella. Aunque en realidad sea un problema que sentar las bases de un universo tenga que llegar en la segunda película de una franquicia, lo cierto es que ahí está lo mejor de las dos películas. En las conversaciones que mantienen Katniss y el presidente Snow (Donald Sutherland), éste con Plutarch Heavensbee (Philip Seymour Hoffman), el nuevo alto mando a cargo del funcionamiento de los juegos, y éste con la propia Katniss. Es ahí donde se esconden las mejores claves de la película, en sus palabras, en sus gestos y en sus comportamientos a partir de esos diálogos. Y eso es porque estas escenas sí fundamentan el mundo de Los juegos del hambre, el presente, el pasado y el que está por venir en las próximas películas basadas en los libros de Suzanne Collins.

Hay un pequeño bajón de intensidad precisamente donde este tipo de cine suele crecer, y es cuando arrancan los juegos de esta entrega. La acción, pese al habitual esfuerzo para hacerla más impactante y espectacular, no deja de ser un más de lo mismo. Entretenido, sin duda, pero ya visto. Antes, en cambio, se ha planteado un entorno político más que atractivo. Katniss descubre los problemas y los dilemas de su nueva posición, avanza como personaje atormentado y complejo, no sólo como una bidimensional heroína de película, que es lo que llegaba a parecer en la primera entrega. Incluso, y a pesar de que ahí están los mayores tópicos del filme, interesa el triángulo amoroso que forma ella con su compañero tributo del distrito 12, Peeta (Josh Hutcherson), y Gale (Liam Hemsworth), pero no tanto por el lado más sentimental sino por la motivación que eso supone para Katniss. Incluso están mucho mejor aprovechados los personajes secundarios, con unos Woody Harrelson y Stanley Tucci mucho más contenidos y una Elizabeth Banks más importante en la trama y no sólo en la imagen.

Con En llamas, Los juegos del hambre da el necesario paso adelante, aunque la saga mantiene algunos de los defectos que aquejan a todo el cine contemporáneo que se corta por patrones similares en casi todos los terrenos, incluyendo la exagerada duración el más que previsible giro final, que se apunta durante todo el filme sin reparo alguno. Vista la segunda entrega, da la sensación de que lo mejor es lo que está por venir y, en realidad y con cierta crueldad (seguro que así lo juzgarán los aficionados a las novelas), se puede decir que lo que hemos visto hasta ahora se podría haber liquidado en una introducción de la tercera película, que es la que en realidad promete ser la valiente historia de fantasía y aventura con trasfondo social que se intuye en la sinopsis de Los juegos del hambre. Con todo, y abstrayéndose de sus flaquezas, un digno entretenimiento que supera a su predecesora.

lunes, noviembre 18, 2013

'Malavita', el descontrol habitual de Luc Besson

A Luc Besson las películas se le suelen descontrolar con mucha facilidad. Eso, en el género de acción, puede resultar atractivo e incluso agradecido en el resultado final, como sucedía en la espléndida León. El profesional o, según una opinión con la que no comulgo, El quinto elemento.. Pero en una película como Malavita, su último trabajo, eso sirve para diferenciar muy claramente los momentos divertidos de los que no lo son, las escenas bien escritas del batiburrillo más o menos forzado. Al final, la impresión que queda es que los toques de comedia negra y de autohomenaje (o autoparodia, según se mire) más agradecidos se deben mucho más a los actores que al guión coescrito por Besson o a su trabajo de dirección, a los tres pesos pesados de la película, Robert De Niro, Michelle Pfeiffer (sobre todo de ella, una actriz que tendría que haber hecho mucha más comedia en su carrera) y Tommy Lee Jones, pero también de los dos jóvenes secundarios, Dianna Agron y John D'Leo. Ellos hacen amenos los excesivos 111 minutos de la película.

Porque en Malavita es evidente que lo que llama la atención es el cartel: De Niro, Pfeiffer y Jones. La primera es, de largo, lo mejor de la película, especialmente en la primera mitad, donde se adueña de la pantalla con tal fuerza que las escenas en las que no aparece se olvidan con facilidad. De Niro, sin ser el gran De Niro de antaño o el recuperado en El lado bueno de las cosas, protagoniza el momentazo de la película, uno que no procede desvelar pero que es absolutamente delirante y gozoso para cualquier amante del cine y de la carrera del actor. Y Jones, que también se sale en esa misma escena, se lo pasa realmente bien en su breve papel. ¿Pero qué puede fallar para que una película que tenga a esos tres monstruos no se convierta sino en un clásico al menos en una divertidísima cinta? Obviamente, el guión que sigue a una familia norteamericana en Francia, cuyo padre es un antiguo gángster.

Como película de acción se queda muy escasa, especialmente por un decepcionante final, que no termina de encajar con lo que se ha visto hasta ese momento. Como comedia negra, no sólo no termina de ser negra del todo más que en momentos puntuales, sino que hay demasiados momentos en los que esa comedia no termina de explotar. Y como mezcla de ambos es precisamente donde se ve con claridad que se trata de una película descontrolada e irregular, con picos muy agradecidos, pero caminos mal resueltos e incluso algunas subtramas que no encajan para nada en el conjunto. El paradigma de esa sensación viene a ser la historia del hijo pequeño de la familia, que se desinfla justo cuando se pone interesante. En realidad, es que casi todo se desinfla en el clímax, porque ahí nada termina de llegar a un punto realmente satisfactorio. Quedan momentos muy divertidos, como el mencionado autohomenaje de De Niro o la soberbia escena de Michelle Pfeiffer en la tienda, pero el conjunto sabe a poco.

Besson no termina de convencer. Tiene entre manos una película entretenida en un grado suficiente, pero deudora del trabajo de sus actores para mantenerse a flote. Llega un punto en el que casi es más atractivo ver Malavita como un conjunto de sketches (el de la hija con el profesor de matemáticas, el del hijo con el abusón del colegio, el del padre con el problema de las cañerías de su casa, el de la madre con los vecinos en la barbacoa... y así hasta casi dos horas) que como una historia en sí misma. Pero, claro, Michelle Pfeiffer es Michelle Pfeiffer y una simple mirada suya, como alguno de los mejores gestos de De Niro o Jones, bastan para que la película no sea una pérdida de tiempo. Está muy, muy lejos de ser una película redonda, e incluso es probable que como conjunto deje más insatisfacciones que elementos positivos, pero con la impagable escena de De Niro y cualquier momento de Pfeiffer, la película llega a cumplir. Una pena que se quede como una oportunidad perdida para hacer algo más redondo, pero Besson es tan irregular como brillante su reparto. Y eso lo sabemos antes incluso de ver la película.

sábado, noviembre 16, 2013

Concurso 'El Hombre de Acero', gana un combo Blu-Ray+DVD+Copia digital de la película

Gracias a Warner Brothers y Partners Hub, podéis ganar un Combo Blu-Ray+DVD+Copia digital de la película El Hombre de Acero, reboot cinematográfico de Superman dirigido por Zack Snyder. Para participar en este concurso La Sala de Cine, sólo tenéis que seguir las siguientes instrucciones:

1. Entrar en la sección de El Hombre de Acero de la siguiente aplicación y después en el cuestionario ¿Eres un gran fan? ¡Comienza el test!
 


2. Dejar un comentario en esta entrada (si es un comentario anónimo, indicando un nombre al que poder asignar un número para el sorteo) contando al menos el resultado del cuestionario.

3. Tenéis de plazo hasta las 23.00 horas del próximo jueves día 21 de noviembre de 2013. Todos los comentarios que lleguen después de esa hora, no entrarán en el concurso.

4. El ganador se comunicará en los comentarios de esta misma entrada nada más realizarse el sorteo. En ese mismo momento se solicitará a dicho ganador que escriba un correo electrónico a la dirección que aparece en el perfil para comunicar su dirección postal y así recibir el premio.

5. El ganador podrá reclamar su premio bien con ese correo electrónico o bien con un posterior comentario en esta entrada durante el 22 de noviembre. A partir de ahí, el premio pasará a manos de un primer reserva. ¡Estad atentos sobre todo si en vuestra participación no hay un enlace a una cuenta que tenga correo electrónico disponible en el que avisaros!

6. Este concurso está abierto a participantes de cualquier lugar de España.

¡Mucha suerte a todos los que decidáis participar! Esta es la nota oficial de la película:

"Producida por Christopher Nolan y dirigida por Zack Snyder, El hombre de Acero es una asombrosa adaptación cinematográfica de la historia original de Superman. La película está protagonizada por Henry Cavill como nuestro superhéroe junto a Amy Adams como Lois Lane. En un cartel repleto de estrellas, la película también cuenta con Michael Shannon, Diane Lane, Kevin Costner, así como Laurence Fishburne (Morfeo en la triología Matrix) como Perry White y Russel Crowe como Jor-El. Disfruta de esta magnífica adaptación de la historia original de uno de nuestros superhéroes favoritos de DC Comics de la mano de Warner Bros. ¡El Hombre de Acero se estrena en Blu-ray y en DVD el 22 de noviembre!".

viernes, noviembre 15, 2013

'Blue Jasmine', ni frío ni calor en el nuevo Woody Allen

Manteniendo su ritmo de película por año, Woody Allen sigue sin sorprender en su nuevo filme. Blue Jasmine, que así se titula la cinta de este 2013, encaja perfectamente en la filmografía del cineasta, sobre todo en la más reciente. Y eso quiere decir que, siguiendo su trayectoria, prácticamente se puede anticipar si a cada espectador le va a gustar o no este título. Después de años sin descubrir nada sorprendentes, desde Match Point (2005), estas líneas no van a ser especialmente elogiosas. Y es que el problema esencial de Blue Jasmine es que no muestra una idea clara de lo que realmente quiere contar y no deja nada realmente digno de recordar. Ni frío ni calor. No es frío porque el reparto, como casi siempre en las películas de Woody Allen, entretiene lo suficiente. Pero no es calor porque se olvida con la misma facilidad con la que han pasado sus 98 minutos. Otra más de Woody Allen, de la que, como el cartel ya anticipa, sólo se recordará que la protagonizó Cate Blanchett.

Y es que la actriz está francamente bien en la película, pero su personaje viene con el lastre habitual, es el protagonista woodyallenizado que tiene que tener por fuerza una película de Woody Allen. Habrá quien piense que esa es la firma del autor, como lo es la idéntica música de jazz (que parece bastante mal utilizada en la película, de una forma aleatoria y sin demasiado significado) o estos títulos de créditos iniciales sobre fondo negro que se repiten filme tras filme. Pero es una fórmula que hace ya mucho tiempo que sobrepasó los límites del agotamiento. Blanchett, de forma individual, sensacional, pero dentro de la filmografía de su aquí director, una más con características muy semejantes. El reparto, en todo caso, viene a ser lo mejor de la película, a pesar de que Alec Baldwin está más frío que de costumbre, pero sobre todo gracias al buen trabajo de Sally Hawkins, que interpreta a la hermanastra pobre de Blanchett.

Jasmine es la esposa de un hombre de negocios (Alec Baldwin) que, de repente, se ve sin dinero y sin los lujos que tenía en su anterior vida, y tiene que irse a vivir con su hermana (Hawkins) y sus dos hijos, lidiando con el novio de ésta (Bobby Cannavale) y buscando cómo ganarse la vida de ahí en adelante. En realidad, otro de los problemas de Blue Jasmine está en que, por momento, parece mucho más atractiva la historia de esa hermanastra que la de la que finalmente escoge Allen para llevar el peso del filme. El contraste entre los diferentes mundos de los que proceden se diluye como una vía descartada por la película, que se limita a abrazar los indudables méritos de su actriz protagonista. Ella es la que se lleva las miradas y los elogios, ella es todo lo que en realidad tiene que ofrecer la película para marcar una diferencia. Y ella está fantástica. Es el envoltorio lo que no ofrece nada nuevo.

Pasan los minutos y Blue Jasmine no deja de caminar de forma errática, hasta el punto de que no se sabe a dónde ha conducido ni siquiera cuando acaba la historia. Y eso no deja de ser un aspecto frustrante porque hay momentos en los que la película parece que va a despegar, tanto formal (con una doble narración que finalmente se desinfla bastante) como argumentalmente (cuando más directamente se enlazan las vidas de las dos hermanas), pero acaba cerrándose sin muchas conclusiones (más, insisto, en la historia de la hermana). Ni frío ni calor, otro filme más de Woody Allen que encaja en lo que ha venido haciendo en los recientes y nada espectaculares años de su carrera, incluso a pesar de que ciertos sectores de crítica y público hayan encontrado ahí algunas obras maestras. Lo que sí se le agradece siempre a Woody Allen es que nunca se le desmadra la duración de sus películas. En esta, con dos líneas temporales, tiene algo más de mérito. Pero la película es Cate Blanchett. Magnífica. Pero nada más.

miércoles, noviembre 13, 2013

'Somos los Miller', nada nuevo

Somos los Miller quemó sus bazas antes del estreno. Tanto hablar de la película por la escena de stripper que protagoniza Jenniffer Anniston, y que está prácticamente incluida en su totalidad en el trailer, que tampoco hay mucho más que aportar. La película es no es mala, tiene algunos momentos gamberros y divertidos, pero no ofrece nada nuevo dentro de la comedia de esta época bastante inofensiva del género. Esa escena está pensada para ser su baza principal, porque en este mundo del espectáculo moderno parece que vende más un desnudo, siquiera parcial, de una estrella que un producto bien hecho. Y la muestra de que la película sale de una aparente improvisación constante (¿sólo por parte de los actores?) está en las tomas falsas que están empezando a convertirse en habituales en los créditos de las comedias modernas (¿esto no era un extra del DVD?). Y no deja de ser curioso que el punto más divertido de la película esté precisamente ahí... y que no tenga nada que ver con la película.

Estamos obviamente ante una comedia y sólo con ver en el cartel el nombre de Jason Sudeikis (Cómo acabar con tu jefe, En campaña todo vale) se puede asumir el tipo de humor en el que se basa. La película narra las aventuras de un camello de poca monta que sigue viviendo en los treintaytantos como si estuviera aún en la universidad y que, para pagar una deuda, se ve en la obligación de ir a México para pasar una cantidad de droga por la frontera hacia Estados Unidos. Para hacerlo, decide reclutar a una vecina stripper, a una chica que se ha escapado de casa y un chaval que vive en la puerta de al lado y cuyos padres no le prestan atención para crear una familia falsa con la que guardar las apariencias. Esa mezcla también da una idea de que el humor por el que se apuesta es gamberro y muy basado en bromas de carácter sexual, lo cual tampoco es una novedad en la comedia contemporánea (como tampoco en el cine en general que su doblaje sea bastante flojo en algunos personajes).

Obviamente, el éxito de la película está en la conexión que establezca cada espectador con su humor. En conjunto, muy irregular. Y cabe destacar que hay momentos salvajemente divertidos (el motivo por el que les registran en la frontera... delirante para bien por el tema y por su visión del mismo) que sacan de la rutina en la que cae la película en el momento en el que los personajes quedan delimitados. El guión, escrito nada menos que por cuatro autores, no termina de sacar partido de las mejores situaciones que plantea y se limita a servir como vehículo de lucimiento de los actores. ¿Y estos cumplen? Básicamente sí, aunque en realidad es difícil que en una comedia pensada para pasarlo bien (los actores los primeros) algún actor chirríe de forma descarada. Sudeikis y Anniston llevan la voz cantante, optan por lo seguro y se salen más bien poco del camino previsto, como sus hijos de ficción, Emma Roberts y Will Poulter.

Lo cierto es que Somos los Miller es una comedia, aunque por momentos suficientemente divertida, más tibia de lo que podía parecer con su propuesta inicial. Se basa en una trama sumamente endeble y que avanza buscando el chiste más que una historia. Al final, da un poco igual la droga, la frontera, la familia, el beso, la chica o incluso la araña. Ese es, de largo, el punto más débil de la película, que no genera la más mínima implicación en la historia, como sí pueden hacerlo en algún momento muy localizado alguno de los personajes. Por eso acaba siendo más de lo mismo. Divertido, si se acepta el humor que propone, pero nada nuevo en el horizonte porque acepta la previsibilidad de la historia y se siente a gusto con ella. Para fans de sus actores y quienes quieran un respiro de 110 minutos, pero que nadie espere la comedia del siglo porque la tercera película de Rawson Marshall Thurber, director de Cuestión de pelotas, no lo es precisamente.

lunes, noviembre 11, 2013

'La cabaña en el bosque', gamberro, maquiavélico, gozoso e inteligente cine de terror

Hay ciertas corrientes de opinión que suelen despreciar algunos tipos de cine, que les atribuyen defectos como un todo y nunca pensando en la individualidad de sus títulos. Le pasa al cine español, al de ciencia ficción, al independiente, al de blanco o negro o al de terror con la misma facilidad. Todos ellos cuentan con detractores que creen saberlo todo sobre este grupo de filmes que lo integran como para ningunearlos sistemáticamente. Y entonces aparece una película que desmonta con tanta facilidad los tópicos que no queda más remedio que levantarse y aplaudir. La cabaña en el bosque viene a cumplir ese cometido con el cine de terror. ¿Un género absurdo, lleno de trampas y sustos previsibles? Pues bien, La cabaña en el bosque es cine inteligente, un homenaje en toda regla a incontables formas de generar miedo en la gran pantalla, es una película divertida por gamberra y original, por ser consecuente hasta el final con una idea tan absurda como gozosa. Un gamberro y maquiavélico entretenimiento, inteligente y de los que marcan una época en el género.

La gracia de La cabaña en el bosque está en que juega con los clichés de incontables películas de terror para convertirlos en algo completamente diferente. Y es en esa originalidad donde todo se convierte en una divertidísima y truculenta sorpresa, desde el mismo arranque de la película que ya indica que se busca una originalidad de la que bien es cierto que adolece buena parte del cine de terror contemporáneo. Porque, ojo, las risas y la diversión están aseguradas a lo largo de la película (cuánto tiene que decir en eso la sobresaliente y aparentemente fácil actuación de Richard Jenkins), cínica y transgresora de principio a fin, pero no deja de ser una película de terror. Ahí, en el respeto a sus influencias, es donde La cabaña en el bosque comienza a hacerse grande. Ahí y en el inevitable punto de valiente locura que muestran sus creadores, Joss Whedon y Drew Goddard, ambos guionistas y el segundo director del filme, su primer largometraje como tal, que se atreven a hacer evolucionar el tópico grupo de amigos jóvenes y físicamente atractivos que van encontrando la muerte en una aislada cabaña a manos de fuerzas oscuras.

¿Cuántas veces se ha visto eso en el cine? Incontables. Pero nunca como aquí. La clave de que estamos ante algo diferente viene ya desde la primera secuencia. Richard Jenkins y Bradley Whitford son dos oficinistas. Sin que sepamos en qué trabajan, ya sabemos que algo es extraño. Y luego pasamos a la historia de esos jóvenes, los guapos Kristen Connolly, Chris Hemsworth, Anna Hutchison y Jesse Williams, con el cómico de turno en el grupo, Fran Kranz (uno de los actores que Whedon incorpora de Dollhouse, una de sus series). Y a partir de ahí, lo mejor es no saber nada más y dejarse llevar por la ingeniosa paranoia que construyen con una mordaz inteligencia Whedon y Goddard, con un respeto reverencial a los clásicos, pero deconstruyéndolo de una forma que es tan salvaje como deudora de sus logros. Por eso el terror es puro, pero la comedia también. Y por eso, la película es una pequeña maravilla condensada en 95 minutos disfrutables una y mil veces, desde su misterio hasta su insano desenfreno.

La cabaña en el bosque es, efectivamente, una película de terror, pero es en realidad mucho más que eso porque no encuentra límites textuales, narrativos o de género. Las referencias y los homenajes, incontables. El disfrute, máximo en todo momento. Y todo ello llega de una forma tan inesperada como el cameo final, que termina de redondear la gozosa locura en que se convierte la película con cada giro de guión, con cada sorpresa, con cada elemento perturbador. Pero en el fondo, después de haber disfrutado con esta hipnótica locura, lo más perturbador es que la película haya tardado tanto tiempo en llegar a los cines españoles, nada menos que año y medio después de que . Nunca es tarde si la dicha es buena, y pocas veces la dicha será mejor que con La cabaña en el bosque. Decir que es una de las películas del año, cuando en Estados Unidos se estrenó en abril de 2012, queda algo desfasado. Pero es que lo es, es una de las películas del año. De cualquier año.

viernes, noviembre 08, 2013

Crítica doble de 'El juego de Ender'

En diciembre se cumplen siete años desde que La Sala de Cine echó a andar. Salvo alguna pequeña excepción, todas las críticas las he realizado yo. Con El juego de Ender, vamos a dar un paso más y lo que os ofrecemos es una crítica doble, escrita por dos periodistas, yo mismo y Lucía Alegrete, que colabora aquí por primera vez (¡y espero que no se la última!). Una misma película, dos puntos de vista. Esperamos que disfrutéis del experimento.
En los años 80 podría haber sido un clásico


Por Juan Rodríguez Millán

El juego de Ender es una de esas películas con elementos suficientes para convertirse en un clásico de la ciencia ficción pero que no termina de alcanzar dicha condición. Es una de esas películas que, de haberse realizado en los gloriosos años 80 del siglo pasado (casualmente la década en la Orson Scott Card escribió la novela, sobre cuyos derechos cinematográficos ha sido tan protector hasta ahora), probablemente habría logrado ese estatus. Es un más que aceptable y agradable entretenimiento de ciencia ficción, pero no consigue ser ese algo más que siempre esperan los aficionados al género. Y es un filme que se gana el derecho a que el espectador recuerde más sus aciertos, entre los que destaca una espléndida evolución de su personaje que hace el joven Asa Butterfield (La invención de Hugo) que sus puntos más débiles, a pesar de que los elementos de ciencia ficción son algo más fríos y menos rompedores de lo esperado.

El mundo de El juego de Ender arranca años después de una gran guerra contra una raza alienígena que quiso invadir la Tierra, los insectores. Aunque fue repelida, la humanidad se prepara para su regreso formando en una escuela militar a los chicos más preparados para encabezar esa ofensiva. Ender es uno de ellos, el llamado a liderar a las fuerzas terrestres en la batalla final. El escenario, el mismo de una novela a la que aparentemente sigue con bastante fidelidad, es sumamente atractivo y ofrece incontables posibilidades. Lo más decepcionante de la película, escrita y dirigida por Gavin Hood, autor de la olvidable Lobezno, es que el entorno de ciencia ficción no se eleva tanto como debería. Las batallas son confusas, hasta el punto de que parece difícil saber quién va ganando y por qué (además de las inmensas similitudes con la de Independence Day), y los efectos especiales tan correctos como rutinarios, sin llegar en realidad a alcanzar la personalidad distintiva que exigía el filme.

Con esos elementos algo disminuidos, aunque siempre dentro de la corrección que basta para que las secuencias del juego en el adiestramiento sean las más emocionantes junto con un, aquí sí, extraordinariamente bien resuelto clímax (por la historia que ya está en el libro y por la puesta en escena de Hood), gana terreno el factor más humano de la película. Y aunque hay relaciones y evoluciones que están apresurada o incluso livianamente narradas, la espléndida interpretación de Butterfield hace que la historia llegue con mucha más facilidad al espectador. Tanto Harrison Ford como Ben Kingsley le dan caché al reparto, aunque se nota que Viola Davis no acaba de encajar en este entorno. Hood consigue equilibrar bastante la balanza entre la ciencia ficción más pura y el drama iniciático. Hay elementos de ambas y por eso la película se abre a un público más amplio que el que ofrecería una película de efectos especiales.

No obstante, El juego de Ender podría haber llegado mucho más lejos. Los elementos morales y éticos que se van planteando en la historia, desde el reclutamiento de niños para escuelas militares, la violencia que hay dentro de Ender o el decisivo condicionante del clímax del filme apenas están dibujados. Presente de una forma clara en la historia, pero sin tanta fuerza como para ser su espíritu. Y es por eso que, en realidad, le falta algo de fuerza y espectacularidad al filme dentro de su corrección, y eso se deja ver en el doble epílogo que tiene la película, uno que, volviendo al punto de partida, en los años 80 habría podido redondear un clásico. Entonces, aún sin los sofisticados efectos especiales por ordenador que hoy en día lucen ya en cualquier película, los cineastas conseguían sacar más emociones de trajes de látex o incluso de muñecos de plástico. Con todo, El juego de Ender cumple razonablemente bien para aficionados al género e incluso para quienes no lo son.

Lograda odisea espacial

Por Lucía Alegrete

La reconocida novela de ciencia ficción del escritor estadounidense Orson Scott Card, publicada en el año 1985, es llevada finalmente a la gran pantalla, de la mano del director Gavin Hood y cuenta, entre su elenco protagonista, con el mítico Harrison Ford. La taquilla estadounidense ha sido una gran sorpresa para los productores y realizadores, quienes no esperaban un éxito tan inmediato, habiendo recaudado ya casi 30 millones de dólares. El juego de Ender es el primero de los cuatro libros conocidos como la Saga de EnderLa historia está ambientada en un futuro distópico, donde la tecnología ha avanzado enormemente y la humanidad debe enfrentarse a una nueva especie alienígena, los insectores, si quiere garantizar su supervivencia. Para ello se ha creado un programa de entrenamiento y lucha para menores que se desarrolla en la Escuela de Batalla, una estación espacial usada como complejo militar, dirigida por el coronel Hyrum Graff (Harrison Ford) y Stilson (Brendan Meyer).

Allí unos pocos niños elegidos son preparados para la gran lucha final. Entre ellos se encuentra nuestro protagonista Ender Wiggin (Asa Butterfield, La invención de Hugo), un niño sumamente inteligente pero, al mismo tiempo, introvertido y problemático. Una de las causas que explican su conducta y su gran impulsividad tiene que ver con su ámbito familiar y, más concretamente, con los problemas con su hermano mayor, Peter, quien le guarda una enorme animadversión fomentada en la envidia y la rivalidad. En la otra cara de la moneda encontramos a su compasiva y bondadosa hermana Valentine, quien sirve como soporte y ayuda para los miedos y dudas que atormentan a Ender.

Es impactante la gran evolución que sufre el personaje, un niño retraído e inseguro se torna en un líder nato, un estratega que comandará la suerte y el destino de miles de personas. En sus manos recaerá el peso y la responsabilidad del futuro de toda la humanidad. Ayudado siempre por su leal compañera y amiga de batalla, Petra Arkanian (Hailee Steinfeld, Valor de ley) quien se convertirá en una figura clave en la vida de Ender. Lo mejor de la película tiene dieciseis años y se llama Asa Butterfield. A pesar de su corta edad y experiencia, plasma perfectamente las sensaciones y sentimientos del protagonista, sus miedos, dudas y errores, y sobre todo su transformación durante el transcurso de la historia. Todo ello se acompaña de grandes secundarios que realizan una labor más que correcta, y ayudan a mantener el buen ritmo que sigue la trama. También es destacable el gran despliegue de efectos especiales, y el buen uso que se hace de ellos, no enormemente marcados pero si bien utilizados, acompañado todo ello de una excelente banda sonora.

Quizás la parte negativa de la película es que, a pesar de saber que es una fiel adaptación de la novela, me es imposible eliminar ese sabor amargo de que se rige por un esquema premeditado de película americana, donde siempre vencen los buenos, y la moralidad y la justicia se acaban imponiendo por encima de cualquier fuerza  contraria. También debido a la limitación temporal que conlleva una película de este tipo, la trama final se ve acelerada y los hechos se suceden rápidamente, dando al espectador una sensación de confusión y desconcierto. Sin embargo, el clímax final compensa esas sensaciones, y nos deja un efecto positivo, una buena reflexión sobre un mundo bastante más parecido al nuestro de lo que creemos.

miércoles, noviembre 06, 2013

'Cuerpos especiales', fallida y sin gracia

La boda de mi mejor amiga fue la anterior película de Paul Feig como director. Quizá eso pueda indicar a mucha gente el tipo de amor que ofrece Cuerpos especiales. Sin embargo, también es necesario advertir de que esta buddy movie femenina con Sandra Bullock y de nuevo Melissa McCarthy como protagonistas no da la impresión de que vaya a alcanzar un nivel de fama parecido al de La boda de mi mejor amiga. Su gran problema es que pasa por ser una comedia y, en realidad, apenas hace gracia. Algún pequeño detalle, sí, pero eso no salva un filme de 117 minutos, fallido y sumamente intrascendente incluso dentro del género al que quiere representar gracias a un guión que no sabe aprovechar las tampoco demasiadas ocasiones en las que podría haberse convertido en algo más gamberro y disfrutable, y que acaba siendo una película sumamente predecible que sólo disfrutarán los fans de las dos actrices protagonistas.

Por supuesto, la apreciación que cada espectador tenga de ellas, de Sandra Bullock y de Melissa McCarthy, condicionará bastante el juicio personal sobre la película. El que esto suscribe no siente especial pasión por ninguna de las dos (aunque después de ver Cuerpos especiales procede admirar aún más el portentoso trabajo de Bullock en Gravity), por lo que falta un punto de entusiasmo que seguramente es necesario para encontrar algo más en esta película. La química entre ambas no es demasiado visible porque el guión de Katie Dipold apuesta por el antagonismo más sencillo e inverosímil. Los dos personajes protagonistas chocan absolutamente en todo (incluso en el físico) y se convierten en estereotipos imposibles que, por muchas cosas que sucedan en las dos horas de película, no puede ser tan fácil que encuentren el inevitable punto de encuentro.

Obviamente, estamos ante una buddy movie, y es cierto que no hay demasiados títulos de este subgénero con una pareja protagonista femenina, pero ese detalle, por muy agradecido que pueda ser en un guión, no hace que el resultado final sea mejor. Parte de sus premisas habituales para confrontar a los dos personajes pero esquiva el toque realista que hace funcionar a las mejores películas de este estilo. Opuestos sí, pero no caricaturas que, además, se convierten en roles demasiado repetitivos. El punto de inflexión de la trama, la escena en el bar, no termina de hilar satisfactoriamente sus dos partes, la del enfrentamiento abierto entre las formas de trabajar de la agente del FBI neoyorquina que interpreta Bullock y la agente de Policía de Boston a la que da vida McCarthy y la de la reconciliación absoluta de sus formas de ser y ver las cosas desde sus notables diferencias.

Pero el gran problema que tiene Cuerpos especiales es que, por desgracia, no es divertida. Quiere serlo, lo intenta, se nota lo que quiere explorar para serlo, pero no lo consigue prácticamente en ningún momento. No es una exageración decir que la escena más divertida es el epílogo de la película con el gato, y para entonces es bastante probable que el espectador haya renunciado a conectar con la propuesta. Y además la historia es sumamente endeble, poniendo a McCarthy en una situación de repetición casi constante y a Bullock en un escenario que está bastante lejos de dominar, aunque ya haya hecho comedias como Miss agente especial. Quizá por ahí, pensando en ese precedente de Bullock o en el buen recuerdo que tengan algunos espectadores de La boda de mi mejor amiga, se le pueda encontrar la gracia a la película, porque de otro modo se antoja francamente difícil.

lunes, noviembre 04, 2013

'Insidious. Capítulo 2', supera a la original, pero no a 'Expediente Warren'

El más que notable precedente de Expediente Warren obligaba a recibir Insidious. Capítulo 2 de forma diferente a como se atendió la llegada de la primera película de esta saga. Aquella fue un gran éxito, cautivó enseguida al público y fue acumulando una espléndida reputación. Sin embargo, era una muestra de cómo es el cine de terror contemporáneo, con trampas muy evidentes, salidas muy fáciles, tópicos constantes y más vinculada al susto que al auténtico miedo. Previsible en bastantes sentidos aunque, insisto, satisfizo en general al aficionado. Pero Expediente Warren cambió las reglas porque colocó a su director, James Wan, en el camino del terror más clásico. Era, a diferencia de Insidious, más miedo que sustos. ¿Y qué sucede con Insidious. Capítulo 2? Pues que mezcla ambas sensaciones, superando así a la película original pero quedándose por debajo de su anterior trabajo.

Da la impresión de que James Wan sabe exactamente dónde pretende colocar cada una de sus películas. Y después de recuperar una forma clásica de hacer terror quería mostrar algo de lo que le catapultó a la fama. Insidious. Capítulo 2 se va convirtiendo poco a poco en una secuela que juega sus bazas con habilidad, que amplía y completa la historia ya conocida, sin dejar de lado la necesaria obligación de expandirse. Es en el encaje con la primera parte donde el filme alcanza sus propósitos con más claridad. Pero al mismo tiempo se que ésta contiene trampas muy similares a las de aquella: ausencias clamorosas y demasiado convenientes de personajes para propiciar el susto fácil, incluso repetición de elementos con los que asustar al espectador (el andador con luces y sonidos del bebé de la familia Lambert, el piano) y encuadres en los que resulta evidente de dónde va a venir el susto.

Pero también es cierto que Wan es buen creador de atmósferas de terror (incluso con, otra trampa más, la muy evidente música de género que ofrece Joseph Bishara, autor también de las partituras de las dos anteriores películas ya mencionadas del director, y las no sé sabe muy bien por qué obligatorias estridencias sonoras en determinados momentos). No hay nada especialmente rompedor en la historia, como tampoco lo había en el primer Insidious, pero en esta ocasión sí merece una atención más clara del espectador, porque propone un conjunto de tramas dobles (en cuanto a personajes y escenarios y en cuanto a tiempos) y eso aumenta la apuesta y provoca una sensación de estar viendo algo diferente dentro de lo mismo. Parece una obviedad en una secuela pero hay incontables ejemplos de películas en las que no sucede así. Incluso visitando entornos conocidos, no se tiene la sensación de repetición.

Insidious. Capítulo 2 acaba siendo, por esos detalles, una película lo suficientemente satisfactoria, mejor que la primera en muchos sentidos. Expediente Warren había elevado mucho el listón de su director y aumentado el interés por ver qué podía ser capaz de hacer con una secuela de una anterior película suya. Y Wan sale airoso de ese reto. Es factible que el espectador que no sea aficionado al terror la vea como un más de lo mismo, y en cierto modo no le faltará razón, por mucho que el aficionado la disfrute como una película de género más correctamente realizada. Pero su ajustada duración (106 minutos), su buen reparto (Rose Byrne amplía el personaje de la primera entrega, sigue siendo un placer ver a Barbara Hershey, ahora con más minutos en pantalla, y sobre todo sorprende el apreciable cambio de registro de Patrick Wilson, ya fetiche de Wan tras protagonizar también Expediente Warren) y algunos momentos de terror muy logrados justifican con creces la película como una apreciable, aunque sí, tramposa, muestra del cine de terror contemporáneo.

viernes, noviembre 01, 2013

'Thor. El mundo oscuro', mejorando la saga

Contra todo pronóstico, porque los indicios apuntaban a algo más flojo y discutible, Thor. El mundo oscuro es una muy entretenida película de superhéroes, que consigue mejorar la original y poner al dios del trueno de Marvel en la vía de una saga más longeva, siempre y cuando la taquilla responda. Esta secuela solventa algunos de los problemas que tiene el filme original, dirigido por Kenneth Branagh no sin acierto, y ofrece más de casi todo. Más acción, más Asgard, más Thor, más Loki, más (y mejor, porque Natalie Portman y su personaje estaban entre lo más flojo de aquella) Jane Foster, más Heimdall, Sif y los Tres Guerreros, y más imaginería de ciencia ficción que complementa a la fantasía inherente a este mundo. A pesar de los recelos, muy motivados por la inexperiencia en la gran pantalla de su director, Alan Taylor (responsable de algunos episodios de Juego de tronos) y por rumores que afectaban al montaje y la postproducción de la película, el resultado es notablemente entretenido.

Desde el principio queda claro que la apuesta es mejorar los defectos y potenciar los aspectos fuertes de la primera película, es decir, los más fantásticos. Asgard tiene aquí un protagonismo prácticamente absoluto, no como en el filme de Branagh, que abandonaba ese escenario y sus adyacentes a los 40 minutos de película para centrarse en la Tierra (que aquí sigue estando entre lo más flojo, junto a un humor que no siempre termina de funcionar y que lleva a Thor a subirse... al metro de Londres). Falta algo de espectacularidad (es notable cómo el cine moderno no termina de encontrar la épica que antes se bordaba con extras y que sólo El Señor de los Anillos parece haber conseguido en un entorno digital) en unas batallas que las piden a gritos y de las que sólo se muestran retratos parciales, pero el conjunto convence porque Taylor, con un guión escrito a tres bandas por los autores de los dos libretos de Capitán América y de un guionista procedente de las series de dibujos animados de Marvel, le da mucha vida emocional y psicológicamente hablando. Con algunas lagunas, pero con acierto general.

Y hablando de esos aspectos psicológicos y emocional, es obligado reconocer que, a pesar de la notable expansión del universo de Thor (un físicamente adecuado Chris Hemsworth pero que todavía tiene que dar algún paso al frente como actor para perdurar), el rey de la función es Tom Hiddleston con un Loki nuevamente portentoso, lleno de matices que hacen de él el perfecto dios nórdico de la mentira y el engaño. Aquí ofrece la mejor de sus tres interpretaciones del personaje (las dos anteriores, en Thor y Los Vengadores). Malekith (Christopher Eccleston), rey de los elfos oscuros que quieren sumir al universo en las tinieblas, es un villano interesante y correcto, aunque los cambios con respecto al cómic y la falta de alguna explicación más sobre sus motivaciones impiden que sea de los más logrados de Marvel en el cine. Para lo que sirve es para que la historia esté plagada de momentos de espectacularidad visual, que pueden sorprender por alejarse de la fantasía medieval y adentrarse aún más que la primera película en la ciencia ficción.

Con Loki como mayor exponente, lo que engancha del mundo de las películas de Thor es el formidable envoltorio con el que se rodea a historias más o menos sencillas. Es verdad que Thor. El mundo oscuro está salpicado de pequeños detalles interpretables y disfrutables (la lealtad de los Tres Guerreros hacia Thor, la profundidad todavía por explorar de la relación entre el dios del trueno y una Jaimie Alexander que pide a gritos protagonizar una película propia para la dama Sif, la ira de Odín, la poderosa irrupción en la batalla de Heimdall, el nivel de tragedia que se ha introducido en la historia manteniendo además a la relación familiar como uno de sus temas centrales) que hacen que el conjunto crezca, pero la historia es simple. Eso no impide que Thor. El mundo oscuro sea un entretenimiento de primer nivel que mejora al filme original. Y ojo a los cameos, tres esenciales. Uno inesperado en una de las escenas más divertida de la película. Otro, el de Stan Lee. Y el tercero, en la primera de las escenas postcréditos que tiene la película, deja la boca abierta por las implicaciones para el futuro (aconsejable tener cerca un conocedor del cómic para interpretarla). Para la segunda hay que esperar a que desfilen todas las letras sobre fondo negro, sí.