viernes, octubre 18, 2013

'Capitán Phillips', el espectador es el rehén de una extraordinaria película

Capitán Phillips es la historia real del secuestro de un barco norteamericano por piratas somalíes. Leyendo la premisa, resulta complicado encontrar un director más capacitado para completar esta película que Paul Greengrass. Como uno de los revitalizadores del moderno cine de acción en la saga de Jason Bourne, de la que dirigió la segunda y la tercera entrega, sabe reproducir en el patio de butacas la tensión que se ve en la pantalla. Pero si hay un referente obvio es United 93, que no deja de ser la historia de otro secuestro. Aquella fue brillante y emocional. Y ésta también lo es. Explota la tensión de otra manera y con otros trucos, pero como hacía Greengrass con aquella parte del relato del 11-S consigue aquí también que el espectador esté pegado a su butaca, sufriendo como el personaje protagonista, siendo un rehén más. Pero no el rehén de un secuestro, porque de lo que está cautivo es de una extraordinaria experiencia cinematográfica.

Lo que Greengrass consigue es que su película esté formada por tres partes. la primera, una lenta introducción, de largo el punto más débil de la película y el causante de que se vaya a los 134 minutos; la segunda, un enorme clímax de casi dos horas de duración, tenso, magníficamente bien rodado y planificado, sin apenas picos bajos en su intensidad y haciendo que las sensaciones no paren de crecer hasta llegar a la resolución de la historia; y la tercera, un desahogo emocional brillante, revelador de la inmensa tensión acumulada hasta ese momento y, por si alguien tenía alguna duda, prueba de la extraordinaria interpretación que ofrece Tom Hanks. El plan es casi perfecto, porque dos de las tres partes son excepcionales. Flaquea levemente la primera (a pesar de la brevísima presencia de la estupenda Catherine Keener, en un cameo más que en un papel), pero queda sobradamente compensado con el resto del filme, espléndidamente subrayado con la música de Henry Jackman.

A veces da la sensación de que Capitán Phillips se puede convertir en una de esas películas que brilla tanto como lo hace su protagonista, pero Greengrass es hábil, muy hábil. Evita caer en esa limitación con una forma de rodar frenética, con mucho movimiento. Es, y esto es de nota, de los pocos directores que no marea al espectador a pesar del continuo movimiento de su cámara. Y lo hace también ofreciendo un espléndido entorno al personaje protagonista. Primero, porque no hace de la película un monólogo, sino que apuesta de forma esencial por el duelo, especialmente con dos de los terroristas (interpretados con enorme carisma por Barkhad Abdi y Barkhad Abdirahman, a pesar de que no tienen ninguna experiencia cinematográfica previa), y haciendo que no sólo sea la lucha del capitán Phillips por su superviviencia, sino también una operación de rescate. Todo se une y se interrelaciona para componer una historia inmensa, compleja y muy humana desde todos los puntos de vista.

El mayor logro de Capitán Phillips es que el espectador sufre, se emociona, recobra y pierde la esperanza y en definitiva siente al mismo tiempo que su protagonista. Esa empatía se genera dentro de un ritmo endiablado, el que Greengrass da a las escenas de acción (impresionante el asalto al barco, una escena modélica y con un dinamismo que muchos directores no saben conseguir ni siquiera en persecuciones automovilísticas), convirtiendo la angustia real en una delicia cinematográfica. Porque es elogiable el pulso narrativo que tiene la película en todo momento, la puesta en escena y, sobre todo, la credibilidad. Eso no se consigue con un rótulo de "basado en una historia real". Eso se hace construyendo personajes y situaciones. Y si encima lo haces con un actor de la categoría de Tom Hanks, parece casi imposible fallar. Capitán Phillips es una película brutal y espléndida que lleva al espectador donde le apetece en todo momento. Mucho, mucho más que United 93 en un barco, por si alguien se siente tentado a definirla así.

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