viernes, agosto 30, 2013

'Dolor y dinero', mucho más dolor que dinero

Michael Bay sigue siendo Michael Bay. Se había apuntado que Dolor y dinero podía ser un cambio de registro en su filmografía, incluso su mejor película, pero sus 129 minutos evidencian eso, que Michael Bay sigue siendo Michael Bay. ¿Te gusta su cine? Seguramente Dolor y dinero te gustará. ¿No te gusta su cine? Seguramente no te gustará este último filme del director norteamericano. Al no encontrarme entre los fans de Michael Bay, parece obvio que Dolor y dinero no me ha gustado. Esencialmente, y el título deja muy fácil el juego de palabras, porque tiene más dolor que dinero. Dolor para el espectador, por la a todas luces excesiva duración de la película, por el agotador uso de la voz en off, por planos y cámaras lentas vistos una y mil veces en el cine de Michael Bay, por la particular glorificación de la violencia que supone la película, más aún por la insistencia de estar basada en hechos reales y porque, aún siendo así, es completamente inverosímil. Lo mejor, de largo, los actores, pero su trabajo es insuficiente para salvar la película.

Un culturista que trabaja como preparador físico en un gimnasio (una de las frases de la película es "creo en el fitness") sigue los consejos de un gurú para reclamar lo que cree que se ha ganado: Dinero. Aunque robándolo, claro. Y para ello, recluta a otros dos compañeros de pesas e idea un plan genial: secuestrar a uno de sus clientes millonarios y robarle todo lo que tiene. Viendo la película es casi inevitable tener la sensación de que ésto es lo que podría haber sido el enfoque de Michael Bay en El gran Lebowski. Personajes incultos y extremos, barbaridades físicas y mentales, secuestros, una mujer exuberante que no viene a cuento más que para salir con poca ropa en el cartel y en la pantalla... Pero Michael Bay no se parece en nada a aquellos hermanos Coen (antes de caer en el soporífero estado de su filmografía que siguió, precisamente a El gran Lebowski) y el resultado, aún con algún golpe de humor simpático, no es precisamente satisfactorio. Insisto, al fan de Michael Bay, de sus Dos policías rebeldes, lo más probable es que le guste. Es un cambio de registro con respecto a Transformers o La isla, pero esencialmente porque sólo hay una explosión en la película. Lo demás, muy reconocible.

La película empieza con la resolución de su trama para ser después contada como un enorme flashback. Dado que el juego que quiere establecer Bay pasa por la empatía que se genera por los protagonistas, que a nadie se le olvide que son delincuentes venidos a más, no parece la mejor de las decisiones, porque se lleva por delante buena parte de la expectación en torno a sus planes. Demasiado larga es la presentación y demasiado largo es el desarrollo del plan. Incluso demasiado largo es el epílogo. Todo es demasiado largo para un Michael Bay que, una vez más, pide a gritos tijera en la sala de montaje. Quizá de esa forma la película podría haber ganado en su conjunto, habría estado mejor definida y probablemente su director habría notado el agotamiento que provoca el continuo juego de voz en off y cámaras lentas. Lo único que realmente encaja en las pretensiones de la película es el casting. Y ahí, cumpliendo con creces pero sufriendo por los vaivenes del guión, están Dwayne Johnson y Anthony Mackie, aunque los que destacan son Mark Wahlberg y, sobre todo, un siempre espléndido Ed Harris.

Viene a ser curioso que lo mejor de la película sea, precisamente, lo más controlado, lo menos desmadrado, que no es otra cosa que la subtrama que abre el personaje de Ed Harris. Ahí sí se intuye hasta dónde podría haber llegado Dolor y dinero en manos de otros director. En las de Michael Bay no es ni el cambio de registro que se quería ver ni un salto de madurez. Es otra película más de su director, sin explosiones ni robots gigantes pero en línea con sus obsesiones y trucos. No hay mucha diferencia real entre Dolor y dinero las dos entregas de Dos policías rebeldes. Y por mucha fe que se le quiera poner a la película, cada cierto tiempo aparece el Michael Bay de siempre para romper algún instante atractivo, sea con el inexplicable plano a cámara superlenta de los agentes saliendo del furgón ya en la primera escena, el efecto que produce la sacudida eléctrica en la víctima de los estafadores protagonistas o los planos en los que Wahlberg, Johnson y Mackie desfilan cual modelos tratados con esteroides. Y así todo. Puro Michael Bay. Y para colmo, la película llega a España cuando ya está en vídeo en Estados Unidos.

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