viernes, agosto 30, 2013

'Dolor y dinero', mucho más dolor que dinero

Michael Bay sigue siendo Michael Bay. Se había apuntado que Dolor y dinero podía ser un cambio de registro en su filmografía, incluso su mejor película, pero sus 129 minutos evidencian eso, que Michael Bay sigue siendo Michael Bay. ¿Te gusta su cine? Seguramente Dolor y dinero te gustará. ¿No te gusta su cine? Seguramente no te gustará este último filme del director norteamericano. Al no encontrarme entre los fans de Michael Bay, parece obvio que Dolor y dinero no me ha gustado. Esencialmente, y el título deja muy fácil el juego de palabras, porque tiene más dolor que dinero. Dolor para el espectador, por la a todas luces excesiva duración de la película, por el agotador uso de la voz en off, por planos y cámaras lentas vistos una y mil veces en el cine de Michael Bay, por la particular glorificación de la violencia que supone la película, más aún por la insistencia de estar basada en hechos reales y porque, aún siendo así, es completamente inverosímil. Lo mejor, de largo, los actores, pero su trabajo es insuficiente para salvar la película.

Un culturista que trabaja como preparador físico en un gimnasio (una de las frases de la película es "creo en el fitness") sigue los consejos de un gurú para reclamar lo que cree que se ha ganado: Dinero. Aunque robándolo, claro. Y para ello, recluta a otros dos compañeros de pesas e idea un plan genial: secuestrar a uno de sus clientes millonarios y robarle todo lo que tiene. Viendo la película es casi inevitable tener la sensación de que ésto es lo que podría haber sido el enfoque de Michael Bay en El gran Lebowski. Personajes incultos y extremos, barbaridades físicas y mentales, secuestros, una mujer exuberante que no viene a cuento más que para salir con poca ropa en el cartel y en la pantalla... Pero Michael Bay no se parece en nada a aquellos hermanos Coen (antes de caer en el soporífero estado de su filmografía que siguió, precisamente a El gran Lebowski) y el resultado, aún con algún golpe de humor simpático, no es precisamente satisfactorio. Insisto, al fan de Michael Bay, de sus Dos policías rebeldes, lo más probable es que le guste. Es un cambio de registro con respecto a Transformers o La isla, pero esencialmente porque sólo hay una explosión en la película. Lo demás, muy reconocible.

La película empieza con la resolución de su trama para ser después contada como un enorme flashback. Dado que el juego que quiere establecer Bay pasa por la empatía que se genera por los protagonistas, que a nadie se le olvide que son delincuentes venidos a más, no parece la mejor de las decisiones, porque se lleva por delante buena parte de la expectación en torno a sus planes. Demasiado larga es la presentación y demasiado largo es el desarrollo del plan. Incluso demasiado largo es el epílogo. Todo es demasiado largo para un Michael Bay que, una vez más, pide a gritos tijera en la sala de montaje. Quizá de esa forma la película podría haber ganado en su conjunto, habría estado mejor definida y probablemente su director habría notado el agotamiento que provoca el continuo juego de voz en off y cámaras lentas. Lo único que realmente encaja en las pretensiones de la película es el casting. Y ahí, cumpliendo con creces pero sufriendo por los vaivenes del guión, están Dwayne Johnson y Anthony Mackie, aunque los que destacan son Mark Wahlberg y, sobre todo, un siempre espléndido Ed Harris.

Viene a ser curioso que lo mejor de la película sea, precisamente, lo más controlado, lo menos desmadrado, que no es otra cosa que la subtrama que abre el personaje de Ed Harris. Ahí sí se intuye hasta dónde podría haber llegado Dolor y dinero en manos de otros director. En las de Michael Bay no es ni el cambio de registro que se quería ver ni un salto de madurez. Es otra película más de su director, sin explosiones ni robots gigantes pero en línea con sus obsesiones y trucos. No hay mucha diferencia real entre Dolor y dinero las dos entregas de Dos policías rebeldes. Y por mucha fe que se le quiera poner a la película, cada cierto tiempo aparece el Michael Bay de siempre para romper algún instante atractivo, sea con el inexplicable plano a cámara superlenta de los agentes saliendo del furgón ya en la primera escena, el efecto que produce la sacudida eléctrica en la víctima de los estafadores protagonistas o los planos en los que Wahlberg, Johnson y Mackie desfilan cual modelos tratados con esteroides. Y así todo. Puro Michael Bay. Y para colmo, la película llega a España cuando ya está en vídeo en Estados Unidos.

jueves, agosto 22, 2013

'El llanero solitario', entre el western, 'Piratas del Caribe' y 'Sherlock Holmes'

Todo apuntaba a que El llanero solitario podría haberse solventado con un titular muy fácil: Piratas del Caribe en el oeste. Fácil y acertado, eso es indiscutible, aunque la cosa no se queda ahí. Tiene los defectos previsibles, especialmente la exagerada duración de dos horas y media, la excesiva comicidad que ya tiene que afectar a cualquier intento de franquicia como ésta y un Johnny Depp ya cargante en la enésima repetición del mismo papel con distinto nombre. Pero, además de mezclar la base de Piratas con la de Sherlock Holmes, lo que le resta personalidad, en sus mejores momentos encuentra dos aliados. Por un lado, una insana e inverosímil locura en algunos momentos, especialmente el clímax, que genera lo que pretende: entretenimiento. Y, por otro, una admirable puesta en escena de lo más cercano al western. Lo curioso es que cabe la posibilidad de que sea justo eso lo que menos guste al espectador medio, pero quien todavía siente nostalgia por la desaparición del género de indios y vaqueros encontrará momentos sumamente agradables por esa vía.

En realidad, los problemas de El Llanero Solitario obedecen todos a lo mismo: los estudios de márketing. Estos dicen que las películas tienen que empezar con una escena espectacular, que el uso de un personaje conocido obliga siempre a contar una larguísima historia de origen (que supera con creces la media hora), que hay que introducir un personaje femenino que no diga prácticamente nada pero que tenga un momento en el que se enfrenta al villano de la película (intrascendente Ruth Wilson; prácticamente aplicable a Helena Bonham Carter, que casi protagoniza un cameo más que un papel), que hay que introducir por encima de todo un tono cómico incluso en personajes que no se prestan a ello (el mismo Llanero) y que si no llegas a las dos horas y media de la película parece que no estás contando nada. Así se hace mucho cine y, ojo, suele tener éxito. Y por eso no deja de resultar paradójico que El Llanero Solitario haya recibido algunos palos donde Piratas del Caribe recibió bastante elogios, pues aquella es claro referente de ésta, para lo bueno y para lo malo.

Sí es cierto que Armie Hammer sufre con la innecesaria traslación cómica de su personaje y que Johnny Depp es un actor cada vez más cargante y repetitivo en este tipo de papeles (¿en cuántos se ha maquillado ya la cara con diferentes tonalidades de blanco?), pero sorprendentemente el entretenimiento está más que asegurado cuando la película se acerca bien al canon más clásico del western y del propio Llanero Solitario, o bien cuando apuesta por la más absoluta locura en la acción, incluso sin pensar en muchos momentos en la continuidad. Lo primero es mucho más básico de lo que parece, porque ya no se hacen westerns. Y es una pena, porque con la tecnología actual John Ford habría hecho absolutas virguerías con esos míticos paisajes. El Llanero Solitario es un vehículo algo viciado para disfrutar del western, pero eliminando el hecho de que la introducción es larguísima hasta que efectivamente aparece como tal el protagonista de la película, las escenas más conseguidas están en ese primer tramo. Y son las mejores porque son puro western.

La locura es algo que este tipo de películas lleva asociado, hasta el punto de que es imposible entender un clímax como el de El Llanero Solitario sin asumir su más absoluta improbabilidad en todos los sentidos. Pero es ahí cuando sí se ve al Llanero Solitario. Ayuda muchísimo que la correcta partitura de Hans Zimmer se apoye con toda su fuerza en la Overtura del Guillermo Tell de Puccini que se popularizó como tema principal del personaje en sus primeros seriales de radio y cine. Ahí es cuando Armie Hammer sí se hace con el personaje, aunque por momentos uno se crea la explicación del término "kemosabe" con el que Tonto (a propósito, una de las mejores líneas de diálogo en el original es cuando hacen referencia a su significado en español; ¿cómo se traducirá en nuestro país?) se refiere insistentemente al Llanero, porque James Badge Dale (Iron Man 3) llama mucho más la atención que el protagonista del filme, que también queda relegado al segundo lugar de los créditos por la presencia de Depp.

El Llanero Solitario no deja de ser un cierto exceso en todo que hubiera requerido de un corte más adecuado en la sala de montaje, pero entretiene por cosas que no entraban en el guión. ¿Piratas en el Oeste? Sí y no. Porque el Oeste que retratan Verbinski y Jerry Bruckheimer es atractivo. La dinámica a lo Sherlock Holmes (muy presente también en la música de Zimmer) se lleva por delante la casi siempre magnética presencia de Tom Wilkinson, y aunque algo más tópico es también más atractivo el papel de William Fichtner (¿no parece un remedo de Jonah Hex, aquel personaje de cómic en el que se basó una horrenda película protagonizada por James Brolin y Megan Fox?). Pero la verdad es que entretiene más de lo que cabía esperar. Será a lo mejor que yo soy uno de esos nostálgicos que cuando les das dos planos de puro western ya siente simpatía por la película o de los pocos que tendrá un recuerdo real de asociación entre Guillermo Tell y el Llanero Solitario y cede cuando la película hace esa concesión a la memoria. O quizá ambas cosas.

lunes, agosto 19, 2013

'Exorcismo en Georgia', sin exorcismo, ni pies, ni cabeza

Exorcismo en Georgia es una película que ya engaña desde su título. Que nadie entre en la sala pensando que va a ver un exorcismo... porque no hay ninguno en sus 100 minutos. Es más bien una película de fantasmas. ¿Por qué titularla entonces Exorcismo en Georgia? Ni idea. El caso es que se trata de una secuela... que tampoco es una secuela. El título original es The Haunting in Connecticut 2: Ghosts of Georgia, pero no tiene nada que ver con su predecesora más que, es de suponer, el lugar en que acontecen los hechos, pero ni eso porque Georgia viene a ser otro estado norteamericano. Son, por tanto historias independientes. Pero esto serían detalles sin importancia si la película fuera buena. ¿Lo es? No. Está construida de forma muy endeble, no produce el más mínimo terror y casi apunta más como un thriller familiar, aunque esos caminos no los termina de explorar incluso con el esfuerzo del reparto por hacer creíble lo que aparece en la pantalla.

Esa es una de las lecciones que da el cine de terror contemporáneo. Leer "basada en hechos reales" al comienzo de una película no implica casi nunca que lo que se ve acabe resultando creíble. Y puede incluso haber pasado tal cual se narra en el filme, pero si no es verosímil en una historia ficcionada, no hay nada que hacer. Ese es uno de los grandes problemas que tiene Exorcismo en Georgia, el principal y del que parten casi todos los demás. Tom Elkins es el director de la película, debutante en la silla con este filme después de ser montador, entre otras, de Exorcismo en Connecticut. Y no consigue lo que se propone porque su película no da miedo, porque no crea unas bases creíbles para su fantasía y porque sus personajes actúan tan erráticamente que pierden toda coherencia.

Hay un aspecto de Exorcismo en Georgia que podría haber ayudado a que la película fuera mejor de lo que es, y es que hubiera apostado más por el drama familiar que por el trasfondo sobrenatural. La historia habla de una madre que ve cosas del otro mundo y que controla estrechamente a una hija que empieza a verlas, mientras que su hermana apuesta por abrazar ese don y el marido de la protagonista no sabe ni qué pensar. Todo esto, en realidad, acaba siendo irrelevante en la historia y, aún con algún momento inquietante, se queda totalmente desaprovechado. Como tampoco se usa bien el fondo histórico-racial que se quiere dar a la historia. Nada cobra entidad y cada conversación se convierte en una transición hacia la siguiente escena nocturna en la que se producirá la consabida escena pretendidamente de terror, con un perro que aparece y desaparece, fantasmas que a ratos son fantasmas y a ratos parecen corpóreos y muchas otras incongruencias más.

Al final, lo más rescatable de Exorcismo en Georgia es su reparto, especialmente el trío de actrices que forman Abigail Spencer, Katee Sackhoff (la más conocida por su destacado papel en la imprescindible serie Battlestar Galactica) y la joven Emily Alyn Lind. Chad Michael Murray completa el cuarteto protagonista. Es lo más destacable y casi lo único, porque poco más queda si el guión es inverosímil, si no hay terror y casi ni siquiera sustitutos, si la realización es escasamente hábil y si el final es bastante poco convincente. Hay algún momento en que parece que el misterio que se esconde detrás de las apariciones puede cobrar algo de identidad propia, pero no lo consigue. Ya es difícil dar el aprobado a una película de terror que no da miedo, pero es que encima no hay muchos más argumentos a los que agarrarse. Al menos, no en la película que llega a los cines, porque alguna idea interesante sí que había en el guión. Y como películas de exorcismos ya hay muchas, no hace falta recurrir a una que ni siquiera tiene ese exorcismo.

viernes, agosto 16, 2013

'Elysium', la sensacional confirmación de Neill Blomkamp

District 9, en 2009, fue una maravillosa sorpresa. Una portentosa historia de ciencia ficción, lo que implica que va mucho más allá de simplemente plantear un escenario imaginativo y habla de temas humanos y profundos. Su carácter independiente le dio ese aire de sorpresa que, probablemente, aupó el filme hasta el éxito de taquilla y la nominación al Oscar. De la noche a la mañana, sobre su director, Neill Blomkamp, se posaron millones de miradas. Quizá por eso su siguiente película se ha hecho esperar cuatro años. Pero viendo Elysium el tiempo es lo de menos, salvo por el tiempo que ha pasado para disfrutar de una nueva maravilla firmada por él. Es una sensacional confirmación de que estamos ante un director que entiende la ciencia ficción, pero sobre todo el cine, que maneja los tiempos, la historia, la imagen y el sonido de una forma sencillamente espectacular. Y aunque tiene pequeños problemas de planteamiento, que se notarán más en la versión original que seguramente en la doblada, y una resolución ligeramente convencional, tiene tanto de grandioso que desde ya se convierte en uno de los mejores filmes de 2013.

Elysium es una base espacial construida en la órbita de la Tierra del siglo XXII para que las clases pudientes puedan mantener su nivel de vida en un planeta agonizante por la contaminación. Ese es el escenario de la película y lo que Blomkamp consigue con él es llevar el clásico enfrentamiento clasista entre ricos y pobres a un escenario de ciencia ficción, abriendo su historia con una apreciable profundidad de temas y derivándolo hacia una siempre interesante y bien llevada resolución, aunque sea en el último tramo cuando el resultado se acerca a propuestas más convencionales. Una pega mínima para todo extraordinario que ofrece. District 9 ya evidenció que Blomkamp se mueve como pez en el agua en las parábolas sociales, y Elysium no se queda atrás. Sí es cierto que en su versión original hay detalles que, sin sacar de la película, sí chirrían en lo que se refiere al idioma dominante y la procedencia de los actores, o en la pronunciación de Matt Damon, demasiado americana para haber crecido entre hispanos. La doblada hará que estos matices se pierdan, pero también eliminará el problema.

Pero ahí acaban los fallos de Elysium, que quedan ocultos tras un guión que funciona como un reloj y unos personajes no sólo formidablemente construidos, sino aún mejor enlazados. Y es que por mucho que Blomkamp sea un extraordinario narrador visual, que lo es, de esos que deja imágenes deslumbrantes en sus trabajos casi sin esfuerzo, la clave para que Elysium funcione tan bien está en su guión. En un minuto plantea el escenario, en diez encarrila las cinco motivaciones que se cruzan en la película. El resto, poco menos de cien minutos más, es puro disfrute: emocional, psicológico, de género y de acción. Hay tiempo para todo en los 109 minutos de la película que construye Blomkamp desde las bases de una ciencia ficción tan apropiada para un público adulto como el juvenil (su segunda mitad tiene un ritmo impresionante y ofrece secuencias de acción muy bien rodadas, en las que quizá algunos vean un exceso de movimiento de cámara), para uno clásico como para uno más moderno.

Es impresionante ver como una película que forzosamente tiene que ser tan digital en sus imágenes, pasa prácticamente siempre por una realizada artesanalmente. Y sus imágenes aúpan pero no sustituyen a la historia, gracias al enorme carisma de los personajes escritos por Blomkamp y por el fantástico trabajo de los principales nombres del reparto. Matt Damon es un buen héroe de acción, mejor cuanto más torturado, como demostró en la saga de Bourne. Siendo un espléndido protagonista, por desgracia para él los elogios se los van a robar Jodie Foster y Sharlto Copley. Es una auténtica lástima que ella se prodigue tan poco en el cine últimamente, porque hay pocas actrices tan capaces de dotar a sus personajes de tan impactante fuerza. Y en el caso de Copley, no hay más que comparar su trabajo aquí con el de District 9. Su versatilidad le hace pasar del hombre desvalido de aquella a la perfecta y díscola máquina de guerra que interpreta en ésta. Alice Braga y Diego Luna son dos magníficos complementos para Damon, pues comparten todo su metraje con él.

Elysium es una película sensacional que responde con maestría a las dos percepciones que se pueden tener sobre ella. Es una película con un cierto grado de intelectualidad, que marca con ello una enorme distancia con respecto al habitual cine veraniego de los estudios de Hollywood. Así, se intuye que Blomkamp ha mantenido su libertad creativa, la que hizo de District 9 una película de referencia, y el resultado es plenamente satisfactorio en este su segundo filme. Pero es también una cinta con nervio, garra y acción, una historia narrada con un ritmo endiablado. La mezcla es brillante, fascinante en sus planteamientos, pero también a nivel visual y sonoro, gracias a los formidables efectos pero sobre todo a un imponente banda sonora escrita por el debutante Ryan Amon, otra de las enormes noticias que deja Elysium. Una espléndida película de ciencia ficción que truinfa a todos los niveles. Así, sí merece la pena pagar una entrada de cine y dejarse llevar durante casi dos horas a ese estimulante mundo que plantea Blomkamp. Así, sí.

miércoles, agosto 14, 2013

'Aviones', mejor entretenimiento infantil de lo que cabía esperar

Ese "del mundo de Cars" que suena en trailers y anuncio, el cambio de Pixar a Disney (no, no es una película Pixar aunque tanto Cars como su secuela sí lo eran) y el hecho de que su franquicia de procedencia funcione mejor en la venta de merchindising que en la pantalla de un cine convirtieron Aviones en un título bajo sospecha desde su anuncio. Pero asumiendo sus reglas básicas y sus sinceras pretensiones, lo cierto es que es un entretenimiento infantil de muy buena factura. Empezando por eso, es obviamente una película para los más pequeños, porque el humor adulto sólo deja algunas de las mejores perlas de la película pero no es una cuestión que explote con abundancia. Lo que importa es la aventura y la diversión. Y ésta es una carrera de aviones con la clásica moral bondadosa que se espera de una película de dibujos animados, realizada con una bellísima factura visual en la que el 3D no se convierte en la habitual molestia.

Aunque el año pasado mezclaron filosofía con ¡Rompe Ralph! y Brave y aunque Cars está entre lo más flojo de Pixar, esta es una clara película Disney que busca aprovechar un buen éxito de la casa. No es que ese sea un concepto como para alterarse: el cine sigue siendo un negocio y la gente paga entradas para ver películas que le entretienen. En este caso, que entretienen a los más pequeños, y eso parece más que asegurado. A pesar de que, como en Cars, es difícil encontrar demasiado carisma visual y expresividad de gestos a los personajes como tales y a que la historia es sencilla y lineal, sin riesgo ni sorpresas, lo cierto es que el resultado final cumple con lo que promete siguiendo esquemas sobradamente conocidos, un héroe que quiere hacer en la vida algo distinto de su destino (un avión fumigador que quiere ser un avión de carreras), unos amigos incondicionales que le ayudan a realizar su sueño y un instructor con un oscuro pasado y dotes de manda.

No habrá que insistir mucho en lo que conlleva que sea una película pensada para los más pequeños (y para venderles aviones como en su día se vendieron y se siguen vendiendo coches), pero sí merece la pena detenerse en pequeños detalles que amenizan la proyección para los más grandes. En primer lugar, un comienzo rockero y atrevido que, de alguna manera, lleva a las mentes nostálgicas a recordar Top Gun durante unos breves instantes. Hay algunas alusiones a películas clásicas en las que los aviones juegan un papel destacado y, por qué no decirlo, la carrera final recuerda muchísimo a La amenaza fantasma (sí, ese muy vilipendiado Episodio I de Star Wars). Más adelante, hay algún chiste francamente divertido (las lágrimas de los británicos o la alusión a la compañía informática de la manzana), aunque decididamente no se trata de una película que apuesta con claridad por el humor (salvo con los clásicos secundarios cómicos... y con demasiado parecido con Cars). Y, sobre todo, unas muy bellas imágenes con los aviones en vuelo.

La baza visual es lo más destacado de la película, a pesar de que Aviones no está producida por los estudios punteros de la casa y a que es la segunda cinta de su director, Klay Hall, y la primera que se estrena en cines. No hay engaño alguno en su propuesta, es un filme para mantener entretenidos a los críos durante hora y media, y lo cierto es que consigue su propósito sin despeinarse. Sin riesgo alguno y aceptando sin problema todos los rasgos más habituales del cine deportivo más tradicional y de las fantasías animadas infantiles de los últimos tiempos, esas en las que los buenos son muy buenos, los malos son muy malos y los que dudan entre un lado y el otro siempre se acaban decantando por el correcto. Y que conste que en la escena del túnel llegué a pensar que todo lo que estaba ya pensando en escribir había que dejarlo a un lado y decir que Aviones era una película rompedora. Pero no, es lo que todos podemos esperar. Sin trampa ni cartón, con aventura y entretenimiento.

lunes, agosto 12, 2013

'RED 2', un más de lo mismo mejor que el original

RED fue más de lo mismo, la clásica comedia de acción que parece más una reunión de viejos amigos que una película aceptable. RED 2 viene a ser lo mismo que aquella, pero resulta que acaba siendo mejor. Y es difícil decir por qué, porque esta parece la clásica secuela que muchos ventilarían con un "si te ha gustado la primera ésta también te va a gustar, y si no te gustó ésta tampoco". No es que la mejora sea descomunal, pero quizá las piezas encajen mejor en la secuela. Quizá haya chistes más divertidos que en la primera entrega, aunque siga sin verle la gracia al personaje de Helen Mirren (parece menos presente en esta entrega) o al de John Malkovich (por repetitivo, quizá el actor menos en forma de todos los que aparecen en la franquicia). Pero Bruce Willis entiende este tipo de películas desde los años 90, Mary-Louise Parker está divertidísima y las inclusiones de Anthony Hopkins, David Thewlis, Catherine Zeta-Jones y, en menor medida, Lee Byung-hun son acertadas. Sí, persisten los inexplicables agujeros en la trama, pero RED 2, en conjunto, entretiene más que RED.

Básicamente hablamos de lo mismo que ya ofrecía aquella película, una serie de actores veteranos que se meten en una historia de acción sin límites. Si RED 2 es más entretenida se debe a que sus puntos fuertes son más sólidos que en la primera entrega. Y el principal es la relación entre los personajes de Bruce Willis y Mary-Louise Parker, que es divertida y funciona de principio a fin. Él, a pesar de la edad, sigue siendo un gran héroe de acción (su primera secuencia en solitario así lo atestigua), y muchas de las secuencias de la película evidencian que sigue teniendo un apreciable sentido del humor. Ella, por su parte, complementa a la perfección a Willis, y juntos protagonizan los mejores gags de la película, a pesar de algún exceso como la persecución por las calles de París, que, eso sí, tiene un final brillante. Para hacer crecer esta parte de la película, la interacción con Catherine Zeta-Jones es muy agradable, aunque su personaje sepa al final a muy poco.

¿Los puntos flacos? En realidad, los mismos que en la primera entrega aunque aquí se notan algo menos. No termino de encontrarle la gracia a los personajes de John Malkovich o Helen Mirren por mucho que lo intente, les veo demasiado caricaturizados y exagerados, no son partícipes de los momentos más divertidos (aunque en esta segunda entrega Malkovich sí se acerca a alguno), y en el caso de Mirren (su alusión a que es la reina de Inglaterra es lo más divertido de su presencia en la película) arrastra a Brian Cox a repetir prácticamente su participación en la primera película. Hay dos momentos delirantes con coches de por medio, el primero lo protagonizan Willis y Zeta-Jones, el segundo Mirren y Byung Hun. El primero es divertido, el segundo suena a hueco, exagerado y digital. No parece casualidad. Y eso que las escenas de acción en general están muy bien resueltas, no desentonan en la película y tampoco da la sensación de que haya dobles, aunque sin duda los hay.

RED 2 ofrece casi dos horas de la conocida mezcla de acción y comedia que estaba en las previsiones. Pero sí la película crece es probablemente porque Bruce Willis está algo más cómodo y a que Parker se lleva de calle muchas de las escenas de comedia. Hay que dar por descontado que este es un cine que no se toma en serio a sí mismo, y basa en esa percepción el olvido de casi todos sus errores. Y al final, en realidad, lo acaba consiguiendo. Con sus altibajos, con sus defectos, y con el recuerdo algo escaso que dejó la primera entrega, lo cierto es que este singular universo de veteranos crece con respecto a la primera gracias a la solvente locura de Anthony Hopkins, sin que se note demasiado el cambio de director (Robert Schwentke deja su silla a Dean Parisot, realizados hace 14 años de Héroes fuera de órbita) y con una historia simpática.

viernes, agosto 09, 2013

'Pacific Rim', un mastodóntico y entretenido juguete

Pacific Rim es, por encima de todo, un mastodóntico juguete que ha costado cerca de 200 millones de dólares y que supone un aumento de escala en la filmografía de un Guillermo del Toro que, apeándose de El hobbit, no dirigía desde que en 2008 estrenó la segunda entrega de Hellboy. Aparquemos por un momento los prejuicios que puedan formarse sobre una película basada en las continuas batallas de robots y monstruos gigantes. ¿Hecho? Bien, entonces ya e puede decir que Pacific Rim es una película muy entretenida. No busca otra cosa, aunque por un momento, sólo por uno y que el propio Del Toro destroza (luego explico cómo), casi da la impresión de que puede aspirar a algo más. Pero habiendo visto lo que otros directores han hecho con material más o menos cercano, lo que procede es alabar la forma en que el responsable de El laberinto del fauno ha llevado a la pantalla esta descomunal frikada.

Mucho se ha hablado, por supuesto antes de ver el filme, del parecido de Pacific Rim con otras franquicias, fundamentalmente Transformers y Godizlla. Podemos añadir otras referencias del anime como Mazinger Z o Robotech. Obviamente, la cinta de Del Toro va de robots gigantes y de monstruos del mismo o mayor tamaño. ¿Es que no se pueden hacer ya películas que traten sobre estos dos asuntos, tan apetecibles para un público friki? Pues eso. Pero es que Pacific Rim suma otra virtud. Si realmente lo fuera, sería mejor Transformers que el de Michael Bay y mejor Godzilla que el de Roland Emmerich. Lo que Del Todo hace es rodar batallas que se pueden seguir, que se entienden, que tienen una coreografía y un lenguaje. A partir de ahí podemos discutir la gracia que pueda tener eso, pero el mexicano da argumentos de sobra para defender su forma de entender un cine de espectáculo grandilocuente por encima, sobre todo, de la de Michael Bay.

¿Y tiene gracia ver a robots y monstruos peleando? Pues sí, la tiene, siempre y cuando se asuma la ausencia de pretensiones. Es casi un videojuego que se ha permitido Del Toro y que ha costado una millonada, pero que acaba ofreciendo lo que se espera de una película palomitera de verano. Eso también comporta un peaje, que además de las habituales incongruencias aquí vuelve a tener la forma de varios secundarios cómicos. Hay dos científicos, interpretados por Charlie Day y Burn Gormann, que, volcándose en la caricatura, dejan escapar algunas de las ideas más perversas y atractivas que había en la parte del guión de Del Toro y Travis Beacham que no va sobre peleas. Y los cameos de los amigos del director, Ron Perlman y, sobre todo, Santiago Segura, son absolutamente superfluos. Con ellos tiene que ver la escena que hay después de los primeros créditos (se está poniendo de moda ubicar ahí el último chiste, sin necesidad de esperar al final), pero sobre todo lo más lamentable de la película: la ruptura del mejor instante.

El descenso de Pacific Rim a lo terrenal sólo se produce en ese en un momento, justo el que hace saltar por los aires el cameo de Santiago Segura, un hermoso flashback que explica el papel en la trama de Mako Mori (interpretada por Rinko Kikuchi, conocida por la sobrevalorada y probablemente bastante olvidada Babel). En esa escena está toda la fuerza emocional que, probablemente, falta en el resto de la película para que Pacific Rim fuera algo más que un juguete, por entretenido que sea. Y es que el resto del reparto viene a cumplir papeles prefabricados. Raleigh Becket y Chuck Hansen, interpretados de forma suficiente por los guapos Charlie Hunnam y Robert Kazinsky, vienen a reeditar el duelo en todo de Maverick y Iceman en Top Gun, mientras que Idris Elba aporta empaque dando vida al jefe militar que está presente en cualquier película de género que se precie. Corrección absoluta por ese lado, conscientes todos ellos de que lo que el espectador ha ido a ver es la brutal batalla de dos categorías diferentes de monstruos.

Me resulta particularmente agradecido ver batallas en las que puedo seguir los movimientos. Eso es lo que ofrece Del Toro. Casi parece una expresión de ese deseo de visibilidad la pelea para probar la compatibilidad entre Raleigh y Mako, un mensaje claro de que apuesta por un cine de acción diferente al que hoy es norma, que se basa en movimientos atropellados e imposibles de seguir. Salgo de Pacific Rim pensando en que sé cómo son tanto los robots como los monstruos, cómo se mueven y cómo es su forma de pelear, a pesar del eterno truco de mostrarlos en la oscuridad y la lluvia para camuflar las flaquezas (muy bien camufladas, por cierto) de los efectos visuales, y eso es algo que no puedo decir de películas como Transformers o Battleship, por recordar aquella copia mezclada con el juego Hundir la flota. Pacific Rim no pasará a la historia como un título imprescindible, pero sus 131 minutos son un acertado y entretenidísimo homenaje al mundo de mechas y monstruos del imaginario de ficción japonés.

martes, agosto 06, 2013

'Los Pitufos 2', la misma medicina

Era lógico que saltaran las alarmas cuando se anunció una película de acción real sobre Los Pitufos. Que si la falta de ideas de Hollywood, que si ya no saben de dónde sacar películas, que si qué será lo siguiente... Y el caso es que el resultado fue una agradable y divertida aventura juvenil que se sostenía bastante mejor de lo que casi el mundo pensaba, a pesar de que la crítica se resistió bastante a encontrarle puntos fuertes. Tuvo éxito, y la secuela era casi obligada. Llega ahora Los Pitufos 2 y es la misma medicina. Eso quiere decir que es una película simpática y entretenida, pero que ya no goza del factor sorpresa que benefició tanto a la primera entrega. Con un poco más de protagonismo para Pitufina, ampliando la nómina tanto de héroes como de villanos y buscando un cambio de escenario, el filme ofrece exactamente lo que cabe esperar de una secuela. Todo está en el manual del márketing para vender secuelas. Y entretiene, claro, pero sabe a poco porque se limita a seguir el camino ya marcado para las franquicias.

Ese manual para las secuelas establece que la fórmula debe de ser parecida a la de la película original. Eso se traduce aquí en que, con el mismo director, Raja Gosnell, nuevamente un pequeño grupo de pitufos (pequeño para reducir el trabajo de los animadores) tiene que venir al mundo de los humanos, en esta ocasión para rescatar a Pitufina, secuestrada por Gárgamel (un desbocado Hank Azaria) con la ayuda de sus pequeños ayudantes. Se repite la estructura, se repite el villano, se repite la misión con algún matiz y se repiten los protagonistas humanos, también con otro matiz en forma de añadido: Brendan Gleeson da vida al padrastro de Pat Winslow (Neil Patrick Harris) y el pequeño Jacob Tremblay da vida al pequeño Azul, hijo de Pat y Grace (Jayma Mays). El manual también dicta el cambio de escenario para que la historia parezca lo suficientemente diferente. Y, así, los Pitufos tienen que ir esta vez a París, conformando una bonita postal turística.

La principal novedad de esta segunda entrega de la franquicia, que incluso antes de su estreno ya tiene anunciada una tercera entrega, está en los malotes. Son dos pequeños seres similares a los Pitufos creados por Gárgamel pero que no tienen la piel azul de los pitufos. El villano, acompañado como siempre por su gato Azrael, necesita la fórmula con la que Papá Pitufo transformó a Pitufina, para conseguir la energía de la que se nutre su magia, que le ha convertido en toda una celebridad en el mundo de los humanos. Y el plan es tan sencillo (el guión es sencillo, e incluso demasiado conveniente en algunas ocasiones) como abrir un pequeño portal al mundo de los pitufos, secuestra a Pitufina en el mismo día de su cumpleaños y conseguir de ella la fórmula. Ahí está servida la clásica historia sobre la familia, que encuentra su contrapartida en los protagonistas humanos, que también está presente en el manual de la secuela y también en el del cine familiar.

Los Pitufos 2 es como Los Pitufos. Eso tiene su parte positiva y su parte negativa. La positiva es que está adecuadamente realizada, aunque puede llegar a cansar el exceso de animación por ordenador (no sólo con los pitufos protagonistas), el guión tiene los suficientes puntos de humor y de cinefilia (Mays disfrazada como Audrey Hepburn para sonsacar información al personal del hotel o frases sueltas de Gárgamel que son referencias a varias películas, incluyendo El Imperio contraataca) y la acción es bastante entretenida dentro de lo que se puede esperar en una película de este estilo. Pero quienes hayan visto la primera entrega comprobarán que no hay nada realmente original en esta continuación. Es un correcto más de lo mismo pero no deja de ser más de lo mismo. Quizá una película ambientada en el mundo de los pitufos hubiera dado más juego, pero, claro, habría sido más cara. Para quien se anime, hay escena al final de los créditos. Nada imprescindible, pero, como toda la película, simpática.

Otra crítica de la película, en Cómic para todos.

viernes, agosto 02, 2013

'Guerra mundial Z', zombis para todos los públicos

Para decidir si Guerra mundial Z es o no una película que un espectador concreto querría ver, tiene que saber un detalle: no hay sangre. Ni una gota. Es, probablemente, la primera película de zombis en la que la escena más truculenta, la única que hay realmente en las dos horas que dura el filme. no procede del ataque de uno de los no muertos sino de un accidente. Probablemente, esto haga que el público tradicionalmente vinculado al cine de zombis vea Guerra Mundial Z como una cinta blanda y escasamente atractiva. Insisto, hablando dentro de los planteamientos del subgénero. En realidad, es un thriller placentero y amable, de buenas intenciones y un desarrollo aceptable, con algunas escenas tensas, algunas concesiones al cine familiar (de público y de contenido) y algún momento de asumibile comicidad (el momento del refresco). Con menos fuerza de la que requería la historia precisamente por la exagerada pretensión de que no se vean muchas cosas, excesivamente correcta en algunos momentos pero entretenida porque va al grano.

Justo eso es su punto fuerte. No hay respiro y prácticamente desde la primera escena vemos el lío en el que está metido el investigador de la ONU que interpreta Brad Pitt, tan omnipresente como carismático en la película, que tendrá que averiguar como hacer frente a una plaga que está convirtiendo a las personas en seres descerebrados y sin vida que sólo saben satisfacer sus instintos más primarios y van mordiendo a casi todos los normales. Marc Forster rueda las escenas de acción con la adecuada tensión y bastante eficacia, aunque también con cierto grado de aturdimiento del espectador. La idea es no ver con claridad al zombi, al menos durante la primera mitad larga de la película. En el clímax sí se les ve, pero justo ahí está el momento en el que más chirría la obsesiva pretensión de ocultar vísceras y la presencia del rojo sangre hasta extremos que resultan exagerados.

Ese ese el precio a pagar para conseguir el famoso PG-13 que permitirá que el público objetivo sea mucho más amplio y la recaudación mucho más jugosa. No hay en realidad más razón que esa, y ahí sí se pueden realizar críticas a la película. Guerra mundial Z no quiere ser la reinvención del género, sino la consecuencia de una estrategia de márketing. Bien es verdad que, en la consecución de ese objetivo, el entretenimiento parece bastante asegurado. Salvo algún exceso absurdo (la llamada al móvil en el momento más inoportuno) y la argumentalmente poco justificada reticencia del personaje de Brad Pitt a sumarse al equipo que pretende salvar el mundo, el desarrollo de la película es bastante correcto, y lleva la acción a lugares bastante originales, aunque a veces con diálogos demasiado simples y trillados, pronunciados por personajes que tienen poco peso en la trama, y unos efectos visuales demasiado orientados a que se intuya más que verse, lo que rebaja el efecto de algunas secuencias (como la huida de la base militar).

Queda la sensación de que, dentro del buen entretenimiento general que proporciona Guerra Mundial Z, el resultado es demasiado blando. También parece no atisbarse realmente un escenario apocalíptico en el que de verdad esté en juego el futuro de la humanidad, a pesar de que los épicos planos aéreos están entre lo mejor de la película. Quizá la omnipresencia del personaje de Brad Pitt, también productor de la película y en otro trabajo correcto (y en realidad el primero en una película de estas características), juegue en contra del efecto general que produce la película. Cumple con lo que prometía, un fondo muy violento (la forma, insisto, no, porque casi todo sucede fuera de plano) y una realización efectiva. Mientras que quede claro que son zombis para todos los públicos y que Brad Pitt está en todas y cada una de las escenas de la película, es difícil que defraude. Pero saber esas dos cosas es vital, porque por encima de todo es eso y no otra cosa es lo que ofrece Guerra mundial Z.