viernes, junio 14, 2013

'Trance', una ida de olla audiovisualmente hipnótica

A Danny Boyle siempre le he tenido por un director sobrevalorado, y la cumbre de esa percepción llegó con la multipremiada Slumdog Millonaire. Sin embargo, Trance es diferente. Y a la vez no lo es. Es puro Danny Boyle, una película fácilmente enmarcable en su filmografía por muchas razones temáticas y visuales, pero al mismo tiempo engancha con más facilidad y menos artificiosidad que en otros títulos, encontrando además, perdónenme los aficionados del director pero no me cuento entre ellos, más genialidad que de costumbre. Pero en la valoración general de la cinta entramos ya en arenas movedizas. ¿Es una genialidad o es lo que coloquialmente podría definirse como una descomunal ida de olla? Tocando los dos extremos en algún momento, probablemente no sea ninguna de las dos cosas, pero seguro que habrá espectadores que la consideren tanto de una forma como de otra. Me acerco más a lo segundo, sin duda, porque es realmente un producto poco ortodoxo, muy imaginativo a ratos, excesivamente lioso en otros, brillante en algunas ideas y gratuitamente provocador por momentos que falla en su guión y en su construcción de personajes.

Trance arranca con un atraco. Pero con un atraco genialmente rodado y narrado, una escena espectacular, en la que Danny Boyle se salta la frontera de la pantalla a su antojo, con un montaje formidable y una puesta en escena espléndida. Pero esta idea tiene que desaparecer pronto de la cabeza porque Trance no es una película sobre un robo. Esto es sólo el prólogo, aunque un prólogo que engancha con muchísima fuerza para esta película y para la mucho más personal que realmente acaba proponiendo Boyle. Música moderna. Imágenes impactantes. Un montaje de lujo. Pero, insisto, la película no va por estos derroteros. No es una película sobre un robo, aunque éste está presente de principio a fin. Es una película sobre los ladrones, es un estudio psicológico que, de alguna manera, se puede entender como el reverso rocambolesco de Danny Boyle al Recuerda de Alfred Hitchcock. Esa comparación, por injusta que sea, evidencia que Trance no es tan redonda como quisiera.

Y es que ese es el principal problema de la película, que cambia tanto de dirección que los actores, aún estando valientes y más que solventes, parece en ocasiones que están interpretando dos o tres películas diferentes, algo que es más evidente en el caso de James McAvoy y Rosario Dawson que en el de un muy sólido Vincent Cassel. No es tanto una evolución como un cambio radical de una escena a otra. Y ahí da la impresión de que Boyle pierde de algún modo el control de la película, a pesar de sus contenidos 101 minutos. Esas dudas que deja el filme proceden de más bien de la reflexión posterior, que no de la información que se está recibiendo, porque visualmente Boyle firma una película completísima, arriesgada y hermosa, con un fascinante juego de colores, sombras y reflejos. Pero se le escapa al final, cuando hay que atar cabos, cuando hay que decidir dónde encaja cada parte, cuando hay que dilucidar el papel real que cada personaje tiene en la trama. Algunos le sobran, otros se descontrolan.

Trance es una película fascinante es muchos aspectos, en los más relacionados con la creación audiovisual (sensacionales imágenes de Boyle, con fotografía de su habitual Anthony Dod Mantle, y música de un muy inspirado Rick Smith, colaborador del director en el montaje de la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Londres). Como thriller quizá acuse el exceso de giros de guión o un final exagerado, pero también es cierto que deja algunas escenas hipnóticas (tanto por lo que sucede en la película como por el efecto en el espectador), aunque también tiene algo de pretencioso en su uso del arte como excusa para justificar uno de los desnudos femeninos integrales más impactantes de los últimos años, que roza la gratuidad a pesar de formar parte de una escena visualmente casi perfecta. A  pesar de sus clamorosos errores de guión y aunque es probable que sus aficionados discrepen, y le den ese honor a su reputada Trainspotting o a la mencionada Slumdog Millonaire, no creo que sea descabellado decir que Trance es la mejor película de Danny Boyle. Sin duda, la más hipnótica.

No hay comentarios: