lunes, julio 23, 2012

'El irlandés', entre la buddy movie y el spaghetti western

El irlandés es una de esas películas pequeñas que dejan un indudable gran sabor de boca. Es una delirante mezcla entre un spaghetti western ambientado en Irlanda (e irlandés), mezclado con la clásica buddy movie de policías que Hollywood viene haciendo con frecuencia desde que Arma Letal convirtiera esta clase de historias casi en un subgénero.Con un guión tan rocambolesco como sorprendente y unos diálogos tan potentes como divertidos, El irlándes destaca por ser una mezcla de lo que se tanto se admira, sin que para mí alcanza los niveles de maestría que hay aquí,en el cine de Quentin Tarantino y en el de los hermanos Coen. Y es que a veces el talento no viene de donde tantos ansían encontrarlo. Por supuesto, sin el talento de Brendan Gleeson, uno de esos actores secundarios que casi nunca encuentran el reconocimiento que merecen, esta película no llegaría ni a la mitad de lo que realmente es.

Es El irlándes una película intensamente basada en su personaje protagonista. El sargento Gerry Boyle es un policía peculiar. Su respeto por la escena de un crimen es nulo, su afición a las mujeres le lleva a contratar prostitutas en su día libre, su trato a otros agentes de cualquier cuerpo deja mucho que desear y su socarronería ante la autoridad es evidente. Pero, al mismo tiempo, es inteligente y culto, un buen tipo que adora y cuida a su madre. Una vez vista la película resulta dificilísimo disociar esta descripción de Brendan Gleeson. Secundario en tantísimas películas, de Braveheart a Gangs of New York pasando por El reino de los cielos o la saga de Harry Potter, ofrece una actuación sencillamente perfecta, ya desde el arranque de la película.

Y ese arranque, es el que sienta las bases de lo que va a ser el resto. No sólo por el personaje, sino también por el tono. Evidentemente, una comedia. Pero también una película con más trasfondo del que pueda parecer. Y con un marcado tono de ejercicio de estilo, que remite con su música al spaghetti western. Interesante elección la de John Michael McDonagh, director debutante y guionista con anterioridad sólo de Ned Kelly, para crear este policíaco irlandés, sumamente original en su conjunto y rodado con fuerza. La apuesta estilística funciona a las mil maravillas. Los diálogos hacen el resto, cebándose especialmente en el contraste entre este sargento irlandés y el agente del FBI Wendell Everett, interpretado sólidamente por Don Cheadle. Es casi inevitable que surja la sonrisa en el espectador antes de que empiecen a hablar. Funciona ya sólo con verles juntos y la mezcla estalla, para bien, en cuanto nace la dinámica de diálogo. Liam Cunningham y Mark Strong ofrecen unos villanos correctos, quizá algo más convencionales que el resto de la película (y en el caso de Strong, un actor más que competente, suena a ya visto) pero no desentonan.

Lo curioso de El irlandés es que, a pesar de ser un producto más que satisfactorio, lo único en lo que parece innovar es colocar un spaghetti western en Irlanda. El resto bucea en territorios ya explorados con mucha frecuencia. Pero mientras las buddy movies actuales, en especial las de Hollywood, tienden al humor absurdo y algo chusco, ésta apuesta por la inteligencia y la ironía. Mientras las películas que explotan el choque de culturas optan por la absurdez imposible, El irlandés tira de situaciones más que realistas (que un agente norteamericano de raza negra intente hablar en inglés en una zona en la que tanto se habla el gaélico es, sencillamente, glorioso de contemplar). Y mientras la mayoría de los policíacos necesitan espectaculares escenas de acción para ser lo más original del año, este filme apuesta por la diversión narrativa, desde las líneas de diálogo hasta los hallazgos visuales (Boyle poniéndose su uniforme de gala con esa música de Calexico que homenajea sin pudor a Ennio Morricone).

Seguramente no convenceré a los fervientes seguidores de Tarantino y los Coen, que los tienen y muy numerosos, pero no consigo quitarme de la cabeza la sensación de que El irlandés explota lo que muchos alaban a ambos pero que para mí no consiguen casi nunca. Se ha elogiado hasta la saciedad la capacidad que tienen estos cineastas de crear situaciones absurdamente realistas con un trasfondo policíaco, considerándose sus cumbres Pulp Fiction por un lado y Fargo por el otro. Ni Tarantino ni los Coen me llaman hoy la atención, aunque es verdad que los segundos sí tenían para mí algo especial hasta El gran Lebowski, filme a partir del cual se acabó la genialidad. El irlandés trata de moverse por esos territorios. A la gente parece haberle gustado la apuesta, al menos en su Irlanda de procedencia, donde ha sido un filme de gran éxito. No creo que muchos hayan trazado este paralelismo con Tarantino y los Coen, pero para mí, sin duda, tiene mucho más ingenio El irlandés que cualquier película de aquellos. Y, por eso, sólo puedo decir que son 96 minutos de gran diversión con un pedazo de actor al frente.

viernes, julio 20, 2012

'El Caballero Oscuro. La leyenda renace', majestuoso final de una trilogía irrepetible

Cuando vi por primera vez El Caballero Oscuro me pregunté qué podría hacer Christopher Nolan para superar la que, en ese momento y todavía hoy, era la mejor película que se había hecho nunca basada en un cómic. No sé si atreverme a decir que El Caballero Oscuro. La leyenda renace supera a la segunda entrega de esta portentosa trilogía cinematográfica, realmente no lo tengo claro, pero es que tampoco hace falta esa comparación. Son películas distintas, con sensaciones diferentes y con objetivos narrativos y visuales que se complementan. Sin la anterior, ésta no existiría. Y la anterior, sin ésta, probablemente quedaría un tanto incompleta. Forman parte de un impresionante universo fílmico. Lo que sí tengo claro después de un primer visionado es que esta tercera es una película poderosísima a todos los niveles, intensa y dramática, fiel a la esencia del cómic que permite que un personaje tan conocido como Batman tenga tantas y tan diferentes interpretaciones. En lo que al cine se refiere, éste es el Batman definitivo, como el de la serie de 1992 lo es en animación. Es una maravilla irrepetible y como tal hay que recibirla y, desde ya, venerarla.

No suele ser habitual que una distribuidora pida que no se revele el final de una película. Warner lo ha hecho con ésta y es lógico y entendible, pero viene a ser una ligera contradicción con respecto a la avalancha de markéting que viene mostrando demasiado desde hace unos cuantos meses. Yo cada vez tengo más claro que trailers, reportajes y adelantos visuales, fotográficos o escritos, sólo sirven para arruinar en parte la experiencia cinematográfica tal y como la ha planteado el cineasta. A mí no me hacía falta nada de esto para convencerme de ir a ver El Caballero Oscuro. La leyenda renace. La ecuación era fácil y se sostiene por sí sola. Christopher Nolan ha conseguido que mucha gente se tome en serio las historias de un personaje de cómic. Y el cómic, nos pese lo que nos pese, sigue sin tener el reconocimiento que merece. Por eso, aunque sólo fuera por eso, Nolan es un genio. Batman Begins era una pequeña gran gozada. Pero El Caballero Oscuro llevó el juego a un nivel totalmente nuevo. Nolan hizo un clásico del siglo XXI protagonizado por un tipo con capa y un psicópata con la cara pintada de blanco. Y la gente lo entendió.

Aumentar la escala de aquello lleva por fuerza a cambiar el planteamiento otra vez. Pero las bases son las mismas. Nolan extrae lo mejor de algunas historias de cómic (no voy a decir cuáles, porque en algún caso reventaría las sorpresas del filme) y lo traslada a un universo muy personal en el que siempre hay una sensación que se apodera de la película. No es la primera vez que lo digo, pero creo que es importante insistir en que hay toda una evolución psicológica en el Batman de Nolan. Batman Begins habla del miedo, El Caballero Oscuro del caos y El Caballero Oscuro. La leyenda renace de la destrucción... y también del renacer de las cenizas. No hay más que ver el título original, The Dark Knight Rises, mucho más gráfico que la traducción al español. Para hablar de ese renacer, Nolan crea un relato épico, construye una película de guerra más que de superhéroes, con un formidable desarrollo de personajes e historia (quizá levemente ingenuo en algún momento) y un clímax final absolutamente portentoso. La trilogía de Batman de Nolan es lo mejor que se ha rodado nunca sobre un personaje de cómic. Y el final está a la altura.

Porque, a pesar de los logros de Nolan, algunas sensaciones previas eran de duda legítima. Superar El Caballero Oscuro no era tarea fácil. Hacer creíbles a Bane y Catwoman, los nuevos personajes de esta cinta, tampoco. Dar un cierre que hiciera justicia a lo anterior, mucho menos. Pero Nolan sale triunfante de todo. Tendría que haberme hecho caso a mí mismo cuando, después de ver la anterior película, me dije que Nolan tenía carta blanca para hacer lo que quisiera, porque se la había ganado. Si es que nadie ha entendido a Batman en el cine mejor que él. Si es que ha conseguido que incluso las traiciones más grandes a la literalidad de la historia del cómic, que las tiene su visión, sean más fieles al espíritu de lo que cientos de creadores han construido en las viñetas desde que Bob Kane y Bill Finger crearan al personaje en 1939 que las miradas de otros que se han erigido como adalides de esa misma fidelidad. Si lees un cómic, no encontrarás a este Bane. Ni a esta Catwoman. Ni al Joker, al Espantapájaros o al Ra's Al Ghul de las anteriores películas. Pero son ellos en esencia.

Ese es sólo uno de los méritos de Nolan, que ha sabido construir un universo cinematográfico verosímil, creíble, hermoso y violento, en una historia de unas siete horas que quita el aliento de principio a fin, hasta llegar a un final prodigioso, excelso, admirable que he hecho que el director se supere a sí mismo como director de piezas de acción. Mirar a este universo es asumir ingentes grados de genialidad a todos los niveles. Nolan es el arquitecto, pero no hay nada que no esté a la altura. El perfecto vestuario de Lindy Hemming, el maravilloso diseño de producción de Nathan Crowley y Kevin Kavanaugh, la prodigiosa excelencia de la música de Hans Zimmer (me da igual que los Oscar no le acepten por tener no sé qué porcentaje de música no original, debió ganar por El Caballero Oscuro y debería ganar por esta incomparable sinfonía de tensión y acción), la fotografía de Wally Pfister... Todo está a un nivel impresionante. Y por eso está película es un sueño hecho realidad para cualquier aficionado a los cómics de Batman. Todo funciona.

Y qué decir de los actores... Sólo los nombres ya impresionan. Es una gozada ver a Michael Caine en algunas de sus mejores escenas de los últimos años, y eso que da vida a un secundario, uno imprescindible como es Alfred pero secundario al fin y al cabo. Christian Bale es, sencillamente, el Batman definitivo. Pero también el Bruce Wayne, que encuentra un reflejo precioso en el humano policía de Joseph Gordon-Levitt. E insisto en que la literalidad del cómic no encuentra acomodo completo aquí, especialmente en su personaje. No tiene el carisma del Joker de Heath Ledger, pero Tom Hardy es un Bane impresionante que cumple todo lo que cabía esperar de él, por muchas dudas que suscitara y por mucho que se haya hablado más de si se le entiende bien (que sí, por cierto) antes que del personaje que construye. Y Anne Hathaway es perfecta para este universo de Batman. Perfecta, sencillamente perfecta, sensual y mordaz. Incluso con tacones. ¿Quién si no Christopher Nolan podía hacer que tomáramos en serio a una Catwoman que viste prácticamente igual que la de la serie de televisión de los años 60? Origen ya demostró que Nolan también era capaz de escribir buenos personajes femeninos, muy escasos en su todavía corta filmografía, pero este papel y el de Marion Cotillard (precisamente una de las actrices de Origen) son un paso más en ese sentido.

El Caballero Oscuro. La leyenda renace es una gozada. Al mismo nivel que lo fue El Caballero Oscuro, superior a lo que fue Batman Begins. Lo que está claro es que la escalada en la épica es brutal, deudora de un tipo de cine que, en realidad, hace muchas décadas que ya no se hace. También en la duración, que llega hasta los 162 minutos. Pero sobre todo en las sensaciones. Christopher Nolan ha dado dignidad a un tipo de cine del que cada vez menos gente se burla. Lo ha hecho con un respecto reverencial a personajes con décadas de existencia pero dándoles una imagen única y muy personal. Su trilogía de Batman es la obra de autor más comercial que se haya hecho nunca, porque ha conseguido ponernos de acuerdo a casi todos. Y, sí, se le pueden sacar pequeñas pegas, momentos que no todo el mundo va a comprender emocional o argumentalmente y pequeñas caídas de ritmo que habrá quien vea como defectos imperdonables. Pero el conjunto es sencillamente majestuoso, como su final, tanto el clímax como el epílogo. Es una trilogía irrepetible y se cierra como tiene que ser, a lo grande. Gracias, Mr. Nolan.

Aquí, otra reseña de El Caballero Oscuro. La leyenda renace.

lunes, julio 16, 2012

Antes de 'El Caballero Oscuro. La leyenda renace'...

El cierre de la trilogía cinematográfica que Christopher Nolan ha dedicado a Batman es, sin duda, una de las noticias de este año 2012. El estreno de El Caballero Oscuro. La leyenda renace (rocambolesco título traducido en España para el mucho más intenso The Dark Knight Rises) obliga a echar la mirada atrás, especialmente a las dos películas anteriores de la saga pero también a las anteriores miradas del cine a este personaje de cómic nacido en el año 1939. Además de los dos de Nolan, hay otros cinco largometrajes de imagen real en los que Batman salvaba Gotham City de alguna amenaza. Todos ellos tienen elementos de interés por sí solos, pero sirven para entender la grandiosidad de la labor que ha llevado a cabo el director de Origen o Memento para ofrecer un Batman imprescindible y una saga de vital importancia para entender el cine contemporáneo norteamericano.
· Batman (1966)
Poco después de su creación, Batman protagonizó dos seriales cinematográficos. Su primera versión en color se vio en la pequeña pantalla, con una serie que desató una Batmanía sin precedentes en Estados Unidos. Batman era una serie de estilo camp y burlesco, traslación distorsionadamente directa de lo que sucedía en unas viñetas lastradas por la censura, propia y ajena, que convirtió a los superhéroes en aquellos años en personajes endebles. El éxito de aquella serie hizo que, tras su primera temporada, se estrenara la película. Con el mismo tono cómico, las mismas onomatopeyas en la pantalla para ilustrar las peleas, los mismos batartilugios inverosímiles (¿cómo calificar un batspray repelente para tiburones...?) y el mismo aspecto risible de Batman y Robin, unos inolvidables Adam West y Burt Ward, la película enfrenta a los héroes nada menos que con cuatro villanos: el Joker, el Acertijo, el Pingüino y Catwoman. En ellos está lo más rescatable de una película que obliga a verla dispuesto a reírse de todo. De la bomba y del tiburón sobre todo, pero incluso de todo aquello de lo que jamás se reiría un aficionado al personaje.
· Batman (1989) / Batman vuelve (1992)
El universo de Tim Burton se cruza con el del Caballero Oscuro y el resultado tiene que ser algo sin duda peculiar. Gótico, excesivo, fantasioso, pero sumamente atractivo. El éxito del primer Batman fue inmenso. Las partes buenas del filme (el misterioso comienzo, el dramático flashback, el espectacular aunque a ratos inverosímil clímax) eclipsaron a los evidentes problemas de ritmo y de guión que arrastraba. Michael Keaton fue una elección sorprendente, por estar totalmente alejado del físico esperable para un superhéroe, pero su mirada convenció a muchos. La armadura, polémica, hizo el resto. Jack Nicholson fue un brillante pero cómico Joker. La secuela, en la que el director tuvo más libertad, es una película mucho más identificable con Tim Burton. Danny de Vito y Michelle Pfeiffer bordaron sus papeles de Pingüino y Catwoman. Para muchos, y me incluyo, esta segunda tentativa es más completa que la primera, aunque Burton subraye el papel de Batman como secundario dentro de un universo bizarro que tiene un aspecto visual distinto en las dos películas pero sencillamente formidable en ambos cosas. Y qué bonito es el Batmóvil.
· Batman Forever (1995) / Batman y Robin (1997)
Como no todo el mundo acabó contento con la visión de Tim Burton sobre Batman, se optó por un cambio de rumbo. Joel Schmacher optó por un mundo más colorista en todos los sentidos, y no sólo en lo visual. Val Kilmer parecía una mejor elección pero no terminó de convencer en Batman Forever. Chris O'Donnell se convirtió en un insufrible Robin. Schumchar optó por jokerizar los dos villanos de la función, el olvidable Dos Caras de Tommy Lee Jones y el poco soportable Enigma de Jim Carrey. Pese a todo, salió una película pasable. Lo que vino a continuación, Batman y Robin, fue sencillamemente inenarrable. Una película disparatada, mal hecha, mal interpretada, mal escrita y aburridísima, una ofensa a todos los aficionados del personaje, del cómic y del cine. Un esperpento en el que George Clonney naufragó como el peor Batman de la historia, pero menos que Arnold Schwarzenegger haciendo el ridículo como Mr. Freeze, Uma Thurman como Hiedra Venenosa o Alicia Silverstone como Batgirl. Es difícil entender cómo se puede hacer una película tan nefasta. Parecía el fin definitivo de la franquicia cinematográfica de Batman, y con razón.
· Batman Begins (2005)
Aunque no muchos se dieran cuenta en aquel momento, sobre todo antes del estreno, Christopher Nolan sentaba con Batman Begins las bases del reboot. Y consiguió algo mucho más difícil. Todos los títulos anteriores podían tener algo de Batman, pero esta película es Batman. Es la demostración de que la fidelidad que necesita una adaptación de este estilo está en el espíritu y no necesariamente en la letra. Cambia muchas cosas del cómic, pero su sinceridad es inmensa. Christian Bale se convierte de golpe en el mejor Batman y en el mejor Bruce Wayne. Batman Begins, un formidable retrato del miedo que muchos pueden subestimar por el hecho de que su protagonista lleve una capa, está plagado de imágenes inolvidables. Sólo la historia de amor, que no es precisamente el fuerte de este realizador, queda algo desdibujada, quizá también en parte debido a que Katie Holmes es el pilar más endeble de un reparto memorable en el que Liam Neeson, Cillian Murphy, Gary Oldman, Morgan Freeman y, sobre todo, Michael Caine, bordan sus papeles, haciendo crecer un muy buen guión.
· El Caballero Oscuro (2008)
Superar Batman Begins era un reto. Nolan ya había convencido y tocaba progresar. Y vaya si lo hizo. El Caballero Oscuro sigue siendo, a falta de la tercera entrega de su saga, la mejor película basada en un cómic, y eso que han proliferado en los últimos años títulos así. Si la primera estudiaba el miedo, ésta se centra en el caos, aumentando la escala de todo lo que aparece en pantalla hasta abrumar al espectador. Detenerse únicamente en el escalofriante Joker de Heath Ledger es un error tan grande como obviar el monumental Harvey Dent que crea Aaron Eckhart. La sustitución de Katie Holmes por Maggie Gyllenhaal tampoco ayudó a que su personaje mejorara, pero eso no enturbia en nada una monumanetal narración oscura, dramática, tensa, más repleta aún que el primer filme de imágenes que se fijan en la memoria. Es una película asombrosa a todos los niveles, un brutal crescendo dramático, emocional y de acción, uno de esos filmes capaces de plantear debates morales y sociales a todo aquel que esté dispuesto a mirar más allá de su envoltorio. Si la primera es sobresaliente, la segunda es sencillamente imprescindible. ¿Y la tercera...?

viernes, julio 13, 2012

'El pacto', idea atractiva de inverosímil desarrollo

Tomarse la justicia por su propia mano es el punto de partida de docenas y docenas de películas y personajes de cine, ya desde los años 70, década en la que la violencia se apoderó de la pantalla para ya nunca más abandonarla. Por eso, la idea de El pacto no es del todo original. Pero sí es atractiva y este filme añade además un giro interesante a tan manida propuesta. Lo malo es que su desarrollo aquí es francamente inverosímil. Da para sostener una ficción entretenida, pero no para desarrollar una historia completa y satisfactoria. Nicolas Cage, en una de sus numerosas apariciones cinematográficas de los últimos años, tampoco parece ser el actor adecuado para dar vida a este profesor primero desolado, después desquiciado y finalmente capaz de las más complicadas proezas. Algún que otro momento bien llevado no termina de compensar la sensación que deja un final inverosímil.

Si alguien nos ofreciera una venganza limpia y que no nos involucrara contra alguien que hubiera atacado a una persona muy querida para nosotros, contra un delincuente que sabemos que la Justicia no juzgará en condiciones y a cambio sólo de un favor futuro que no nos especifica en el momento de la oferta, ¿aceptaríamos? Esa es la pregunta que plantea El pacto. Una pregunta tan atractiva como turbadora, porque abre un apasionante debate moral, algo que siempre enriquece una película. Pero es, por desgracia, una pregunta que se queda en la primera mitad de la película, para dar paso a un thriller más convencional y mucho menos arriesgado de lo que se podía intuir sobre el papel. Fascina la idea de que pueda existir una asociación clandestina que se dedique a algo así, a vengar a quienes no pueden vengarse, pero llega un momento en la película en que ese argumento se tambalea por todas partes y hace del todo inverosímil la premisa.

Es decir, que estamos ante la enésima buena idea que acaba perdida en la rutina del cine de acción moderno. Un poco la sensación que dejó, por ejemplo, Un ciudadano ejemplar, aunque aquella tenía más méritos que ésta. El protagonista (Nicolas Cage), un profesor de instituto sin especiales aptitudes físicas, se convierte de repente en un hombre imparable para la misma asociación que se nos vendía como un grupo lleno de recursos y posibilidades. En su primera parte, el personaje sí es creíble. Es un hombre desbordado, que sufre un duro golpe a través de su mujer (January Jones) y que se muestra dispuesto a firmar un pacto con el diablo para hacer justicia. También es fascinante el retrato del hombre que le ofrece esa justicia (Guy Pearce). Pero los tres se diluyen cuando el desarrollo desborda las posibilidades del argumento. Cuando el hombre corriente se convierte en un hombre excesivamente extraordinario y el hombre impresionante en un psicópata sin más.

Nicolas Cage se ha metido en una imparable vorágine laboral que le ha llevado a completar once películas en los últimos tres años. Y, siendo además un actor limitado, da la impresión de que a veces las hace con el piloto automático encendido. No sé si hay mucha diferencia entre este personaje y muchos de los otros que ha interpretado en este tiempo (inevitable pensar en la más reciente, Bajo amenaza). Tampoco hay química con su pareja, January Jones, una actriz muy fría. Guy Pearce sí convence, pero, insisto, sólo en la primera mitad de la película, cuando aporta un halo de misterio. Después todo se desmadra. Roger Donaldson, director de este filme, tiene cierto oficio, el que le ha otorgado director películas notables como No hay salida o Trece días. Pero no termina de cogerle el pulso a la película con el suficiente vigor (¿cómo habría sido esta película en manos de Sam Peckinpah?) como para marcar una diferencia con respecto a otros títulos que parten de premisas muy parecidas.

Vista sin demasiadas pretensiones, El pacto puede aguantar como un entretenimiento de bajo nivel, con algunas escenas que sí manienen la tensión necesaria y el interés por saber cómo va a continuar la historia. Puede, incluso, despertar el debate al que anima el planteamiento inicial y dejar para después de la película la pregunta de qué haríamos cada uno de nosotros ante una situación así y si podría existir una organización como la que se plantea. Pero lo cierto es que no convence y no engancha. Los personajes no terminan de estar bien desarrollados y los que sí lo parecen en algún momento acaban diluídos en una película corriente que, excepción hecha de Guy Pearce, no parece contar con el reparto adecuado. Película fallida.

lunes, julio 09, 2012

'Carmina o revienta', extravagancia experimental

En esto del cine hay una tendencia a mezclar la opinión personal sobre autores y actores con la valoración de su trabajo. Al majo no se le puede criticar, al arisco sí aunque sea muy bueno en lo que hace. Y quizá hay algo de eso en el juicio que Carmina o revienta está recibiendo desde que irrumpió con fuerza en la primera línea de actualidad desde la pasada semana. Ha cosechado notables parabienes de entre lo más granado de la crítica española por la enorme valentía que supone un proyecto como éste, también por la cómica afabilidad de su autor, Paco León, por la sencillez de su protagonista, Carmina Barrios, o por la luz que desprende su principal secundaria, María León. La película, de sólo 70 minutos, dista mucho de ser una cinta inolvidable, aunque tiene sus momentos. La aventura empresarial y profesional que supone, en cambio, es un punto de inflexión, o tendría que serlo, en la inmovilista industria cinematográfica española. Ahí el aplauso tendría que ser sincero y unánime.

Empecemos por ahí. Paco León, al que el común de los espectadores recuerda por su personaje en la serie de televisión Aída, decide escribir y dirigir su primera película de la forma más rocambolesca posible. Es un falso documental. Es un trabajo familiar, en el que el apellido León se lee numerosas veces en los títulos de crédito. Es una comedia soez y de apariencia realista, sacada de la España más profunda. Es una glorificación de todo eso, sin ningún orden preestablecido. Y es, además, la primera película que se estrena de forma simultánea en cines, DVD, Internet y televisión. Hay que ser muy valiente o muy insensato para hacer algo así. Para mí, valiente. Y la valentía se merece el éxito. Por eso, las primeras noticias sobre su buena acogida entre el público internauta son fantásticas. Paco León ha abierto camino y ha demostrado que nos mienten con el precio de las entradas y con el pétreo mercado cinematográfico con el que nos hacen tragar.

Paco León merece, por su arrojo, todo lo bueno que le suceda a esta película. No obstante, las pertinentes felictaciones tampoco deben ser un trampolín injustificado para valorar los éxitos de su trabajo. Carmina o revienta dista de ser redonda, quizá también por su rareza intrínseca. Su estructura está más cerca de lo deslabazado que de lo experimental. Su guión puede ser visto más como un descuido continuado que como una genialidad. Hay escenas que rozan lo brillante y otras que uno no sabe muy bien cómo encajar en todo el cuadro. Es cierto que hay algo en ese frikismo rural, campechano y soez (aunque eso último cansa en la comedia contemporánea por facilón) que desprende el personaje de Carmina Barrios que engancha durante toda la película, pero también que en algunas ocasiones se tiene la sensación de que la anécdota ha devorado parte de la historia que necesitaría el filme para sostenerse. Muchos de los 70 minutos de la película son un caminar hacia no se sabe muy bien dónde. Y eso no siempre funciona, al menos no como para componer una película.

El sketch sí funciona, desde el primero hasta el último (el que cierra los títulos de crédito y que acertadamente había sido adelantado en una de las mejores escenas de la película), siempre que se acepten las claves del humor de Paco León y el retrato de sus personajes. Si se entra en el juego, Carmina o revienta no decepciona. Pero si el espectador no lo consigue, seguramente asistirá a la proyección con asombro e incredulidad. Ese es el principal hándicap de esta historia, arriesgada en muchos términos pero también acomodada en otros. Y es que, aunque sorprenda la estructura de la película, más por inusual que por novedosa, no lo hace tanto en el humor que contiene. O, mejor dicho, en el tipo de humor que abandera. Precisamente algunas de las escenas que se salen de lo previsto (el accidente de coche, la primera aparición del cobrador del frac) están entre los mejores momentos de la película.

Carmina o revienta es uno de esos títulos que, por uno u otro motivo, merece la pena conocer. Aunque sólo sea para criticarlo o alabarlo con conocimiento de causa. Una vez visto, si algo queda de verdad es la presencia de María León. Este papel y el de la bonita pero blanda La voz dormida hacen de ella una presencia estimulante y agradecida en el cine español más reciente, aunque cabría esperar de ella en el futuro que amplíe sus registros y demuestre que su estrella puede brillar con más fuerza y en otros géneros. Difundir, en todo caso, proyectos empresariales y cinematográficos como éste casi parece una obligación de todos los que venimos años defendiendo que otro cine es posible. Otra forma de ver cine. Otra forma de comercializar cine. Paco León y Carmina o revienta quedarán para siempre como un modelo para que encuentre su camino el cine español, sea mejor o peor, pues esa es una consideración que discurre paralela pero no cruzada con la forma de explotación.

viernes, julio 06, 2012

'The Amazing Spider-Man', buen cine de superhéroes

El éxtasis provocado por Los Vengadores y el esperado final de la trilogía de Christopher Nolan sobre Batman, que llegará a los cines en julio (¿superará la maravilla que fue El Caballero Oscuro?) han colocado al cine de superhéroes de cómic, en sus más diversas variedades, porque las tiene, en un estado de gracia que será difícil superar. The Amazing Spider-Man, probablemente contra todo pronóstico, se convierte en el tercer eje ineludible de esta especie de subgénero del cine de acción y fantasía. Porque podemos pensar en lo innecesario que puede ser un reboot sólo cinco años después del cierre de una trilogía sobre el personaje, lo aburrido que hubiera podido ser contemplar de nuevo el origen de Spiderman o las dudas que pudiera despertar el cambio de director y protagonistas. Todas esas dudas eran lícitas. Pero ver The Amazing Spider-Man las despeja casi todos, porque ofrece una película tan vibrante como emotiva y que aprovecha con categoría los cánones de una película de origen que ya estableció allá en los años 70 el Superman de Richard Donner y Christopher Reeve.

Primera advertencia para ver The Amazing Spider-Man: no tiene absolutamente nada que ver con las tres películas de Spiderman que hizo Sam Raimi. Es un reboot total, que es fiel al espíritu del cómic pero no sigue al pie de la letra, ni mucho menos, las historias de las viñetas. Segunda advertencia: más que sobre Spiderman, que también, ésta es una película sobre Peter Parker. Que nadie se asuste al comprobar que el superhéroe no aparece hasta la hora de película, y ésta dura 135 minutos, algo que ya sucedía, y con bastante éxito por cierto, en Batman Begins. Tercera advertencia: si todavía no los has visto, huye de los trailers de la película como de la muerte. La maquinaria hollywoodiense todavía no se ha dado cuenta de que con estos avances está matando la experiencia cinematográfica. Y dos advertencias menores más: que nadie salga del cine antes de la escena que aparece después del primer bloque de créditos finales (aunque es decepcionante, en el fondo es la antesala de la más que segura secuela) y que a nadie se le escape el glorioso cameo de Stan Lee, cocreador de Spiderman junto a Steve Ditko. Una biblioteca y música clásica dan la pista para reconocerle.

Lo más importante de esas advertencias está, obviamente, en las dos primeras. El primer cambio que eso produce es que tenemos un Peter Parker adolescente. Tendría que chocar que, con ese planteamiento, el actor escogido para dar vida al personaje, Andrew Garfield (La red social), tenga 29 años. Pero miradle. Observad detenidamente su impresionante interpretación. Es Peter Parker, es un adolescente tímido y con problemas, solitario pero con ganas de hacer lo correcto. Garfield parece haber cobrado vida directamente desde las viñetas de los primeros cómics en los que apareció, por obra y gracia del mencionado Stan Lee y Steve Ditko. Y a su lado cobra vida una Gwen Stacy casi perfecta, con los rasgos de una Emma Stone que se consolida como una de las actrices del momento compaginando película como Criadas y señoras con este tipo de cine. Tienen tanta química juntos que ésta desborda escenas como el precioso intento de Peter de pedirle una cita a Gwen en los pasillos del instituto o la conversación que tienen en la azotea. Los dos están sencillamente maravillosos.

Marc Webb, director de este reboot, era una de las razones por las que cabía dudar de este proyecto. Su bagaje cinematográfico se limitaba a (500) días juntos. Y, sin embargo, parece entender a la perfección no sólo la naturaleza y la personalidad de Spiderman, sino también lo que necesitaba para que esta reinvención pudiera verse como algo totalmente diferente a las tres películas de Sam Raimi. El movimiento de Spiderman es asombroso y reconocible, el nivel de efectos especiales y la interacción con el villano de la película, el Lagarto (al que da vida con categoría en su mitad humana Rhys Ifans), es sobresaliente en todos sus encuentros, especialmente en el clímax final de la película, el momento en el que de verdad tiene sentido el 3D. Porque, sí, ver a Spiderman balanceándose entre los rascacielos de Nueva York en 3D es algo que merece la pena ver. No tanto el resto de la película, y de hecho algo más de la primera hora podría llevar a pensar en otro nuevo timo con las famosas gafas. Y si a eso se añade el placer de ver a secundarios como Michael Sheen, Sally Field (como los tíos de Peter, Ben y May) y Dennis Leary (como el capitán Stacy, padre de Gwen), pocas pegas se le puede poner a este espectáculo.

The Amazing Spider-Man tiene alguna escena que no termina de funcionar, como la detención del atracador de coches, y algún concepto demasiado cinematográfico que inunda una buena historia de cómics, y es que lo de la identidad secreta es algo para estudiar en el cine de superhéroes en general pero que en las cintas de Spiderman alcanza un grado superlativo. Y le tengo algo de manía al diseño del lagarto, demasiado alejado del cómic; al del traje de Spiderman, seguramente porque el de las películas de Sam Raimi me parecía perfecto; e incluso al 3D, aunque el final de esta película me congracia un poco con las dichosas gafas. Pero este filme es una demostración de cómo se puede hacer una espléndida historia de superhéroes que guste incluso a un público que no sienta especial entusiasmo por este tipo de personajes del ideario cultural norteamericano del siglo XX. Es una hermosa historia de desarrollo personal, la de un joven de 17 años cuya vida cambia de repente por un accidente pero que no deja de ser el clásico chaval de mirada embobada con la chica de sus sueños. Sí, hay un lagarto gigante, un tipo que se viste con spandex para luchar contra él y bastantes efectos especiales. Pero todo eso no deja de esconder una historia fantástica y muy, muy, muy entretenida.

Aquí, otra crítica de la película.
Aquí, fotografías de Andrew Garfield, Emma Stone, Rhys Ifans y Marc Webb en la presentación en Madrid del filme.
Aquí, un repaso a las películas de Spiderman que nunca se llegaron a hacer.