viernes, octubre 07, 2011

La hermosa sencillez de 'El ilusionista'

El ilusionista es una película sencilla. Es una historia pequeña, íntima. Va sobre el desamor más que sobre el amor (paternal, que no carnal). Es un homenaje más que una invención. Y es hermosa, muy hermosa. Cabe considerarla un producto atípico, pero que viene a demostrar algo que desde hace mucho tiempo sabemos los que disfrutamos de los dibujos animados: que no son un género, sino un medio de expresión más con el que se puede hacer una película. Quienes piensen que los dibujitos son sólo para niños, encontrarán aquí el mejor argumento para negar semejante teoría. Y para quienes piensen que los homenajes en el cine están pasados de moda o son simples y fáciles remedos de los originales, El ilusionista les demostrará que con respeto, cariño y talento no hay límites para el recuerdo de una figura clásica. Aquí el homenajeado es Jacques Tati. El cómico francés, muerto en 1982, es el autor del guión original en que se basa la película y, al mismo tiempo, su protagonista. Es un dibujo animado, pero es Jacques Tati. Tal es la hermosa sencillez de la película.

La nominación al Oscar a la mejor película animada (el premio lo ganó, merecidamente, la inolvidable Toy Story 3) le dio cierta notoriedad a esta película hace algunos meses, pero, por desgracia, no aceleró el estreno en España de El ilusionista. El filme se vio en el Festival de Berlín, en febrero del año pasado, y comenzó su estreno en cines en Francia, Alemania y Reino Unido en junio. A España llega con año y medio de retraso. Pero al menos llega, así que tenemos un motivo para la celebración. ¿Por qué? Porque es importante que películas así tengan vida comercial en España. Y que la gente las vea. Y que aprenda que hay muchas formas de contar una historia. Porque tan válida habría podido ser El ilusionista en su forma de dibujos animados como con actores. Tan emotiva y hermosa podría haber sido como homenaje casi mudo a Jacques Tati (y de paso, a tantos cómicos que dio el cine más clásico, empezando por el propio Charles Chaplin), como con unos diálogos acertados. Tal es la magia del cine, que ofrece una enorme riqueza a los realizadores.

Sylvian Chomet, autor de Bienvenidos a Belleville (también nominada al Oscar a la mejor película de animación, derrotada entonces como aquí por Pixar, en este caso por Buscando a Nemo), adapta el guión original de Tati y dirige la película con mucha sensibilidad. Homenajea a Tati no sólo manteniéndole como protagonista en forma animada, sino también apostando por algo tan aparentemente fuera de contexto histórico en el cine moderno como el gag visual, por contar la historia sin apenas diálogo. El guión es hermoso, aunque se echa de menos un papel más activo de algunos personajes secundarios. El filme se centra en dos personajes, un viejo mago francés y una joven que conoce en un hostal de Escocia en el que actúa. Entre ambos se teje una relación de cariño y respeto que ninguno de los dos parece saber muy bien cómo conducir. Simplemente se dejan llevar por lo que creen que deben hacer, por impulsos, cargada de ingenuidad y buenos sentimientos. Y no, no es necesariamente una relación de amor, sino que se aproxima más bien al desamor, como evidencia un final tan melancólico como inevitable, que se rompe tras los títulos de crédito con un último gag que sólo verán quienes aguanten hasta el auténtico fin de la película.

Hay un encaje muy natural entre el fondo de la historia y la forma escogida por Chomet para contarla. Quizá se pueda decir que el envoltorio de dibujos animados hace crecer la historia por momentos, porque hay escenas (sobre todo las que giran en torno al conejo que el mago usa en sus trucos) que parecen pensadas para una producción animada. Colores y texturas refuerzan esa sensación. Y la prueba de que todo encaja está en el inesperado cameo del propio Tati, cuando Tatischeff, el mago protagonista, acaba en el interior de un cine en el que están proyectando Mi tío, del propio Tati. Hay mucha magia en ese instante, una magia que se acaba trasladando a casi todas las escenas de la película, las más tiernas y las más cómicas. Hay mucho de ingenuidad en los personajes del filme, y hay un mensaje cargado de melancolía al ver que esa ingenuidad va cayendo según otras formas de vida toman el escenario. La metáfora del mago y las estrellas de rock compartiendo función es triste y hermosa. Y hermosa es esa frase final. Hermosa y melancólica. Pero los magos sí existen. No para sacar objetos de un sombrero, sino para emocionar sin medida. Eso es lo que hace El ilusionista. Porque es hermosamente sencilla.

4 comentarios:

mientrasleo dijo...

Por lo que cuentas parece ser el tipo de películas que me gusta ver sentada tranquilamente después de cenar. Desconectar del mundo y disfrutar.
La apunto, gracias

Jo Grass dijo...

l otro día vi un reportaje sobre la película y me quedé maravillada. Estoy deseando verla!

Juan Rodríguez Millán dijo...

Mientrasleo, es una película para disfrutar, sí, muy hermosa y muy distinta.

Cris, piensa que los dibujos no son más que un medio, pero a veces esconden cine de verdad, como cualquier otro género o como cualquier otra forma de hacer cine, sea en color o en blanco y negro, sonoro o mudo. Muchas gracias, como siempre, por tus palabras. Y me apunto tus dos recomendaciones, que no he visto, no.

Jo, la verdad es que es una pequeña delicia. Ya me contarás si la ves.

Unknown dijo...

Sencilla pero bonita... “El Ilusionista” que por cierto me recuerda a una serie de HBO llamada “El Hipnotizador”, es una película que tiene un dibujo muy cuidadoso, de muy alto nivel, la animación es espectacular logrando unos colores majestuosos y unos escenarios geniales; se usó un poco de animación en 3D en ciertas escenas, pero la realización final es ejemplar. La música también tiene una nota alta, recuerda los elaborados trabajos de Tati y sus coreografías. Toda la película vive a través de la música, desde la banda sonora hasta los pequeños sonidos ambientes. Si es un cinéfilo no se puede dejar pasar esta película.