lunes, octubre 31, 2011

Ni el reparto salva 'Detrás de las paredes'


Cuando una película se prevé que sea un desastre, a veces lo es. Detrás de las paredes cumple a la perfección con esa premisa. Y es una pena, porque alguna que otra idea interesante sí hay en el asombrosamente endeble guión que decidió firmar, también asombrosamente, Jim Sheridan. Es una pena porque hay un reparto espléndido que, además, no ceja en su empeño de levantar el castillo de naipes que supone el filme y que hace lo indecible por aportar credibilidad a sus personajes. De hecho, son los únicos responsables de que la película sea pasable en algunos momentos y mueva al deseo de ser condescendiente con Detrás de las paredes. Pero es que en un segundo pensamiento todo se cae, absolutamente todo, en una película que no es exactamente un thriller ni tampoco una película de terror. No alcanza nada de lo que intenta ni ofrece algo demasiado novedoso. La primera reacción es que no es de extrañar que Jim Sheridan haya renegado de la película. Pero tiene su parte de culpa, porque hay cosas impresionantemente absurdas que seguro que ya estaban en el guión.

Estamos ante una de esas películas de las que conviene no contar absolutamente nada de lo que sucede para no destriparla. Irónicamente, eso es lo mejor que le puede pasar a Detrás de las paredes, porque entrar en profundidad en muchas de las acciones de sus personajes o incluso en bastantes de las premisas argumentales que ofrece supondría destrozar severamente al filme. Lo curioso es que, según dicen porque me niego por sistema a acudir a esa fuente de información, el trailer ya destroza buena parte de lo que tendrían que ser los secretos de la película. Pues vaya. El caso es que son tantos los agujeros que parece inconcebible que se haya rodado esta película de la forma en que se ha hecho. Ni siquiera pueden ser excusa, aunque en parte sí explicación, los constantes enfrentamientos durante el rodaje entre Sheridan y los productores, el rodaje de tomas adicionales por parte del realizador, y el posterior despido y remontaje de la película a cargo del productor. Que el guión sea obra de David Loucka (autor de grandes títulos, nótese la ironía, como Eddie o Una pandilla de lunáticos y que lleva cuatro películas en 22 años de carrera) quizá sea una explicación más convincente del lamentable panorama a presenciar.

Porque Detrás de las paredes falla en casi todo. La premisa en sí misma no es buena, aunque intente ser continuación de un gran éxito del cine moderno que no procede desvelar, porque su desarrollo tal y como está plasmado es absolutamente surrealista. Los personajes no funcionan porque no hay forma de entender muchas de las cosas que hacen. El final, en lugar de conmover como tendría que haber conmovido, es sencillamente tópico y absurdo. Es sorprendente que un director como Jim Sheridan, capaz de hacer películas tan duras y comprometidas como Mi pie izquierdo, En el nombre del padre o The Boxer, se lance al cine supuestamente de género (¿de cuál?) con un producto así, tan mal concebido, rodado con simple profesionalidad y nada más, con tiempos muy mal medidos y escenas muy mal hilvanadas. Nada tiene sentido en esta historia. En realidad, lo único salvable de la película es su reparto. A pesar del desbarajuste que supone Detrás de las paredes, Daniel Craig, Rachel Weisz y Naomi Watts se esfuerzan en mantener el tipo, y lo consiguen porque sus presencias son magnéticas, no por el material que tienen entre manos.

Craig es mejor actor de lo que parece. Es un espléndido James Bond, pero aterrizó ahí después de dar vida a un despiadado asesino en Munich, dando ya muestras de que podía hacer creíbles registros muy diferentes. Aquí lo vuelve a probar, encajando a la perfección como padre de familia con bastantes vulnerabilidades. Rachel Weisz está algo más descolocada porque su papel es, de largo, el peor dibujado, pero aún asíofrece esa misma credibilidad. No importa que sea imposible de creer, ella lo intenta hacer creíble. Y a veces lo consigue. Naomi Watts tiene un papel mucho más secundario de lo que habría aconsejado la película y su importancia en la historia, pero esta mujer tiene algo que hace que la cámara se enamore de ella al instante. Marton Csokas no saca nada de su papel, es mejor buscarle en otras películas (como, por ejemplo, La deuda, estrenada no hace tanto). Por separado y en conjunto (las dos crías, las hermanas en la vida real Taylor y Claire Geare, parecen desaprovechadas ante la naturalidad que transmiten, no demasiado frecuente en actrices de tan corta edad), el reparto, insisto, es lo mejor que tiene Detrás de las paredes.

Siendo sinceros, quizá sea lo único que tiene. Eso y que sea el filme en el que se conocieron para después casarse Daniel Craig y Rachel Weisz, lo cual quiere decir que la buena química que se ve en la pantalla tiene base real. Pero es que aparte de eso, no hay mucho más que ofrecer, aunque el filme daría para discutir y rebatir tantas cosas que igual conviene verla sólo por asombrarse de cada cosas que va sucediendo. Son noventa minutos de una pretendida historia sobrenatural que lo es menos de lo que parece por el cartel del filme, de un thriller que no apasiona prácticamente en ningún momento, de un misterio que está ya más que resuelto a los veinte minutos de película. Es un descalabro en toda regla, y me da rabia decirlo porque admiro bastante a sus responsables.

jueves, octubre 27, 2011

'Las aventuras de Tintín. El secreto del uniconio', el Spielberg aventurero desatado

Steven Spielberg no podía fallar cuando hay aventura de por medio. Y no falla, desde luego que no falla. Las aventuras de Tintín. El secreto del unicornio es, sencillamente, la película más trepidante del año, el regreso del Spielberg más aventurero (muy superior al, mejor de lo que se dijo, de la ya estupenda Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal), construyendo una película de acción y aventuras para toda la familia con una animación deslumbrante (infinitamente superior a la motion capture que muestran las películas que ha hecho Robert Zemeckis con esa técnica) y una capacidad cinematográfica inagotable, que es lo que tiene Spielberg, uno de los grandes entre los grandes aunque muchos se lo nieguen (algún día, ojalá muy lejano, se morirá y entonces todo serán buenas palabras...). Quizá por haber tocado antes el techo de espectacularidad o quizá porque hay vocación de que esta película inaugure una saga, lo cierto es que el final de la película sí deja una sensación un tanto extraña. Pero lo anterior ha sido tan divertido, tan entretenido y tan genial que eso se queda en un fallo menor.

El cine de aventuras es algo de otra época. Hoy manda más la acción imposible. Se ha perdido la ingenuidad, la inocencia, la sana diversión. Hoy no parecen posibles películas como Robin de los bosques, Scaramouche, El temible burlón o El hombre que pudo reinar. Y, sin embargo, de vez en cuando se producen hechos sobresalientes como esta adaptación a la gran pantalla de las aventuras de Tintín. Porque es sobresaliente. Spielberg es el mejor cineasta vivo para plasmar en una película la aventura más pura y genuina, y he aquí una nueva prueba. No sé si hay otro autor capaz de hacer lo que él hace en la prodigiosa persecución que se asoma al filme en su tramo final (auténtico climáx aunque en realidad no lo sea, de ahí que el auténtico final deje un sabor de boca un tanto más discreto) o de rodar el deslumbrante combate naval que acontece poco antes. Como queda claro incluso en el prólogo (autohomenaje a Atrápame si puedes), hay auténtico cine en El secreto del unicornio, primera de las tres entregas previstas de Las aventuras de Tintín. Y cine familiar, que también es noticia, aunque un poco menos en el año en que la nostalgia ochentera de Super 8 (producida igualmente por Spielberg) triunfó en el verano.

La adaptación de los cómics de Tintín es fiel en muchos sentidos. No sigue literalmente el relato de uno de los libros de Hergé, sino de tres. Sin ser un gran experto en el personaje, dicen de la película que hay bastantes libertades a la hora de adoptar esos relatos, pero lo cierto es que las bases de los personajes, conocidísimos para todo el mundo incluso sin haber leído muchos de sus álbumes, están ahí. Tintín (Jamie Bell) es el curioso periodista lleno de recursos e ideas, el capitán Haddock (Andy Serkis) es ese entrañble y gruñón borrachín, Hernández y Fernández (los cómicos Simon Pegg y Nick Frost) son los dos mejores policías despistados del mundo, y todos ellos se enfrentan, con la inestimable ayuda de un divertido y logradísimo Milú, al malévolo Sakharine (Daniel Craig) en la búsqueda de un tesoro. Spielberg lo capta todo a la perfección, acompañado como siempre por una espléndida arquitectura cinematográfica en la que todo funciona como un reloj, desde la juguetona y maravillosa banda sonora de John Williams (¡que no se muera nunca!) a la fotografía de Janusz Kaminski (brillante incluso en un formato de dibujos animados).

A esa fidelidad contribuye el formato en que se ha realizado la película, con la técnica de animación de motion capture. Es tentador pensar qué película podría haber quedado si Spielberg hubiera rodado con imagen real, pero es sólo eso, un ejercicio tentador que no obedece a fallos de la película. Al contrario, esta técnica encuentra en Spielberg a su, por el momento, realizador definitivo, después de que Robert Zemeckis no ofreciera nada tan deslumbrante en sus intentos (si acaso, en Beowulf, pero ni mucho menos en Cuento de Navidad o Polar Express). Aquí la animación funciona porque Spielberg rueda, porque hace cine por encima de todo. No busca la espectacularidad porque sí, sino porque encaja en la película. No hace falta forzar continuos giros de cámara si ya tiene el mejor plano posible. Eso Spielberg lo domina como nadie, su forma de rodar es ejemplar y todo tiene sentido bajo su mando. Absolutamente todo. Por eso él sí es capaz de sacar interpretaciones convincentes de lo que para otros sería sólo un dibujo animado. Por eso Daniel Craig asombra como villano y tanto Bell como Serkis hacen realidad los sueños de millones de aficionados de Tintín con sus caracterizaciones, voces y movimientos.

Las aventuras de Tintín. El secreto del unicornio es una delicia, una película de aventuras como las de antes y la mejor prueba de que Spielberg no ha perdido su toque más juguetón y para todos los públicos. No son pocas las similitudes de esta película con En busca del Arca perdida, como tampoco con otros grandes títulos del cine de aventuras. Pero, al mismo tiempo, es una película muy contemporánea, muy de hoy en día, y que encaja perfectamente en la cada vez más ejemplar filmografía de su realizador. De este filme se puede decir que es divertido (es imposible no reírse con Milú, Haddock o Hernández y Fernández), que está repleto de guiños al cómic de Hergé (haría falta un auténtico experto para desgranarlos todos, pero ya el primero que se ve en pantalla deja bien claro el respeto que se quiere tener por la obra original), que es trepidante (magníficas escenas de acción que, como en el caso del primer Indiana Jones, encuentran su apogeo en la de persecución) y que está pensado para que lo disfruten públicos de todas las edades (incluso por su duración, 107 minutos). Yo sólo puedo añadir que me lo he pasado como un niño pequeño y que me parece, sin duda alguna, uno de los títulos del año. Spielberg demuestra una vez más su grandeza.

lunes, octubre 24, 2011

'Eva', preciosa lección de ciencia ficción

Una película española de ciencia ficción. Sí, Eva es una película española de ciencia ficción. Ya tenemos el primer tabú roto sólo con decir el género al que pertenece el filme, ya tenemos la primera gran noticia. Eva es una película preciosa, sensible, muy bien hecha y fantásticamente bien interpretada. Y eso es la segunda gran noticia. Juntas ambas cosas, lo que hay que decir de Eva es que da gusto que un director novel haya sabido entender que para hacer ciencia ficción hay que poner en pantalla mucho más que unos logradísimos y muy cuantiosos efectos visuales, que es un género que acepta con naturalidad las historias más humanas que se puedan llevar al cine. Porque eso es lo que ofrece Eva, una historia humana, muy humana, muy reconocible. Sólo que el envoltorio es futurista. Entender eso ya merece un sincero aplauso para Kike Maíllo, su equipo y sus actores. Pero es que además han hecho un filme realmente bonito, desde su inquietante primera escena a su hermoso final. El buen cine no depende del dinero que uno se gaste. No depende de géneros. No depende de nombres. Depende de las buenas ideas. Como ésta.

Eva está ubicada en un futuro no demasiado lejano, a mediados del presente siglo. En su realidad (de hermosos paisajes naturales), conviven diseños inspirados en los años 70 y 80 con robots de dos clases. Por un lado, máquinas que se ve que lo son a simple vista. Por otro, androides, a los que en teoría es fácil distinguir por su forma de moverse y de comportarse aunque tengan aspecto humano. A pesar del título, que luego cobra la importancia que reivindica desde el cartel, el protagonista de la historia es Alex (Daniel Brühl), un científico que vuelve a casa para terminar un proyecto que inició diez años atrás. Ese proyecto consiste en dotar de emociones humanas, las de un niño, a un androide. Buscando niños que puedan prestar sus emociones al trabajo que está desarrollando, Alex se topa con Eva (Claudia Vega), una niña especialmente alegre, risueña, despierta e inteligente para su edad. En su pueblo, además, se reencontrará con su hermano, David (Alberto Ammann) y la mujer que enamoró a ambos años atrás, Lana (Marta Etura), y que cierra el lógico triángulo amoroso de la historia. Es decir, una mezcla interesante entre una historia cotidiana (muy bien aportados en pequeñas dosis los datos sobre el pasado) y un relato de ciencia ficción.

En España hemos tenido cine de terror y cine de fantasía. La ciencia ficción es todavía un reino por explorar. Eva triunfa en los dos caminos que explora. Visualmente, y sin necesidad de agolpar en la pantalla grandilocuentes efectos especiales, es una pequeña maravilla que lleva al espectador de golpe al escenario propuesto. Es un trabajo formidable que puede presumir de ser barato en comparación con lo que se gastan en Hollywood en efectos. Nadie diría que el gato robótico que acompaña a Alex no lo han animado ILM o Weta. El encaje con la estética retro, sobre todo de los vehículos, es algo más discutible, pero funciona con cierta corrección. A nivel de historia, Eva alcanza todos los territorios que se propone. Es una hermosa historia de amor, de distintos tipos de amor. Es, al mismo tiempo, una interesante reflexión sobre la condición humana (¿acaso no son las películas que tratan estos temas con brillantez joyas de la ciencia ficción?). Y la lástima es que no se pueda profundizar en las influencias que se atisban en esta película (el director confiesa que la idea se le ocurrió viendo un episodio de Doctor Who, pero a mí me vienen a la cabeza otras muchas) porque supondría destripar demasiado del contenido de este filme. Baste decir que recoge con brillantez grandes legados de la ciencia ficción.

Da gusto, además, que esta lección de cómo interpretar la ciencia ficción desde una cinematografía como la española la ofrezca un director debutante en el mundo del largometraje. Kike Maíllo, tras un par de largometrajos y mucho trabajo en publicidad, rueda con una soltura fascinante (y encuentra mucho apoyo de su equipo técnico, en la música de fabula burtoniana de Evgueni y Sacha Galperine o en la fotografía de Arnau Valls Colomer). Indiscutiblemente, un nombre a seguir. Como el de la joven Claudia Vega, que se mueve durante casi toda la película con una soltura fascinante, hasta el punto de hacer creer casi siempre (quizá cuando menos lo consigue es en su primera escena, y eso siembra algunas dudas que en seguida se revelan equivocadas) que es esa niña especial y única que ha de servir como patrón para el robot que está construyendo Alex. Eso no es fácil de encontrar y Eva lo tiene. Claudia Vega trabaja con absoluta naturalidad junto a actores que ya tienen carreras muy consolidadas, replicando con muchísimo desparpajo, provocando risas, en la mayor parte de las ocasiones a Brühl, pero también a Etura, Ammann o a Lluís Homar, quien se enfrenta al caramelo de dar vida a un androide con un enorme acierto.

Lo patrio suele tirar mucho entre la crítica, pero me da miedo que Eva no cuaje en algunos sectores precisamente por ser una película de ciencia ficción. Y es que mucha gente, como le sucede a la animación, no toma en serio a este género. No toma en serio, en realidad, a cualquier película de género. Eva, no obstante, demuestra que el cine puede aparecer en cualquier envoltorio, porque es una película visualmente atractriva y narrativamente apasionante. Quizá caiga en algún tópico, pero los solventa con corazón, con alma y también con talento. Con eso que suele faltar tantas veces en el salto que hay entre las buenas ideas que se plasman en el papel y las imágenes que después se proyectan en una pantalla. Este filme no tiene ese problema, porque su espléndido guión, magníficamente bien rematado con un final hermoso y poético, acaba convirtiéndose en una espléndida película. Maíllo ha acertado de pleno con su debut, y a uno le viene a la cabeza el nombre de Duncan Jones y su debut con Moon. Eva no tiene nada que envidiar a nadie, porque es una preciosa lección de cómo hacer ciencia ficción y de cómo hacer cine de género en español. Bravo.

domingo, octubre 23, 2011

Soberbia 'Criadas y señoras'

Soberbia. Criadas y señoras es soberbia. Sé que es bastante posible que lejos del mercado americano haya mucha gente que no termine de asumir la historia que cuenta, la vida de las criadas negras y de las mujeres ricas blancas para las que trabajan en un pequeño pueblo de Mississippidurante los años 60. Sé que tiene algunos defectos, que tienen más que ver con el clasicismo que asume desde el principio que con cualquier otra cosa. Pero para mí una película que cuenta con un gran guión y un sobresaliente grupo de protagonistas sólo puede ser soberbia. Porque emociona, conmueve, divierte, hace pensar y deja una satisfacción inconmensurable cuando uno sale del cine. Porque es prodigioso el nivel interpretativo que dan todas las protagonistas de la película, no sólo las más populares Emma Stone o Bryce Dallas Howard, sino también Viola Davis, Octavia Spencer o Jessica Chastain. Sí, se ven venir ciertos giros argumentales. Sí, el final sólo podía ser el que es. Pero qué bien sienta ver de vez en cuando una película con semejante factura, con tan buen diseño de producción, con un esquema clásico y, como decía, sobre todo con un grupo actoral imposible de igualar.

El drama racial vende mucho en Hollywood. Quizá no tanto en Europa, menos en España, donde la dimensión de aquel problema no se llegó a vivir cuando se estaba produciendo, ya que en los años 60 la igualdad entre blancos y negros era la menor de nuestras preocupaciones locales. Y es un tema muy trillado en el cine. Sin embargo, no todas las películas que lo han tratado consiguen introducir el tema de una forma tan elegante e involucradora como lo hace Criadas y señoras. Eso es otro de los aspectos que hace de ésta una película soberbia. Porque es una historia doble, con dos narraciones paralelas. Por un lado, la que ofrece la voz en off de Aibileen (Viola Davis), una mujer negra que trabaja en la mansión de una adinerada familia de Mississippi. Por otro, el de Skeeter, una joven blanca que regresa a casa con la ilusión de convertirse en una escritora. Ambas vidas, desde polos opuestos, tienen sabores amargos, y ambas mujeres van creciendo según se precipitan el acontecimiento que narra la película, que no es otro que la gestación de un libro que recoja el punto de vista del servicio, de las mujeres negras que trabajan para familias adineradas, en plena lucha por los derechos civiles del colectivo afroamericano.

Tate Taylor dirige y escribe la adaptación de la novela de Kathryn Stockett. Al parecer, ambos son amigos de la infancia. Para ella fue su primera obra literaria. Para él, la segunda cinematográfica después de la desconocida Pretty Ugly People. Pero en la pantalla no se vislumbra semejante bisoñez. Ni tampoco que un hombre blanco rueda una historia de mujeres blancas y negras. Hay maestría, hay saber hacer, una historia formidablemente bien construida. Hay talento, mucho talento. Y, sobre todo, un acierto incuestionable a la hora de conformar lo mejor de la película: su reparto. Viola Davis confirma la poderosa presencia que mostró en La duda (aunque entonces quedara eclipsada como secundaria por tres actuaciones prodigiosas). Emma Stone confirma su inmensa categoría como actriz, y esta vez en registros totalmente alejados de la comedia que la dio a conocer, Rumores y mentiras. La para mí desconocida Octavia Spencer es tan poderosa como Davis pero desde una personalidad completamente distinta. Bryce Dallas Howard (La joven del agua) evidencia que es mucho más que una presencia bonita o simplemente la hija de Ron Howard, que es como llegó al mundo del cine. Jessica Chastain (El árbol de la vida) encandila con una sencillez admirable.

Y podría seguir porque todo el reparto está inmenso. Aunque aquí se podría encontrar la primera pega a la película: el nulo peso que tienen los personajes masculinos en la historia. Cierto es que estamos ante un filme de mujeres, pero a veces parece que la mirada de los escasos hombres de la historia se hace desaparecer a conveniencia. Algún contrapunto más habría sido beneficioso para redondear la obra, sobre todo en lo que se refiere a la relación entre Skeeter y Stuart, ese esquivo joven al que le presentan con el fin de que inicie su búsqueda de marido (fascinante subtrama, por cierto, la de la personalidad y vida social de Skeeter, que también ahonda de manera realista en cómo eran los años 60 para ciertas costumbres que hoy ya están socialmente aceptadas; ojo, por cierto, al enorme gag sobre el tabaco una de las primeras escenas de la película). Puestos a buscar otra pega, es evidente que en la película hay un espíritu inspirador, un ánimo de conquista social, que sólo puede derivar la historia hacia un punto muy concreto, lo que hace que algunos giros se vean venir con demasiada facilidad. ¿Pero quién dice que el cine vive de las sorpresas? No es así y Criadas y señoras es una muestra evidente.

Porque todo aquí funciona. Funcionan los grandes momentos (se pone la carne de gallina cuando Skeeter descubre por qué le ha pedido Henry, el camarero, que se vaya cuanto antes a casa de Aibileen), el duelo interpretativo crece a dimensiones formidables (inolvidables las conversaciones llenas de complicidad entre Emma Stone y Viola Davis, o las trufadas de dobles intenciones entre la primera y Bruce Dallas Howard), funciona en la parte más dramática (impresionante silencio que lo dice todo cuando Tate Taylor completa con maestría y desde otro punto de vista la escena que abre la película) y funciona en la comedia (brutal la escena en la que se descubre el gran secreto Minni y Hilli, los personajes de Octavia Spencer y Bryce Dallas Howard; o la magnífica aparición secundaria de una Sissy Spacek a la que se echa de menos en el cine), funciona la ambientación y funciona el montaje. Funciona todo. Por eso es una película soberbia. Pero si por algo tiene que destacar es por el inolvidable duelo interpretativo de dos actrices que nada tienen que ver, Viola Davis y Emma Stone, que obligan a quitarse el sombrero y a salir del cine con una sonrisa en los labios. Dicen que será la sorpresa en los Oscars, porque nadie contaba con ella antes de estrenarse. Yo sólo puedo añadir una cosa: bravo.

jueves, octubre 20, 2011

'La deuda', buenos personajes, mal final

Lo mejor de La deuda está en su reparto y en sus personajes. Una historia narrada en dos tiempos, con un trío protagonista diferente para cada uno de ellos, incorporando por un lado los miedos de la juventud y por otro la tristeza de la madurez. Seis actores, la mayoría muy interesantes, que son los que dan vida a este relato de espías que se mueve con bastantes altibajos. Tiene buenos giros, aunque su final es convencional y, en realidad, bastante absurdo. Está rodada con un carácter demasiado rutinario por el director John Madden (el de Shakespeare enamorado), pero tiene algún que otro instante donde sí hay buenos hallazgos en su montaje y en su narración. Es una película que entretiene y que se beneficia del carisma de sus actores y de sus personajes, que no deja un poso indeleble pero que, sin embargo, mantiene al espectador en tensión durante sus algo menos de dos horas de duración. ¿Suficiente? Quizá podía haber dado más de sí, pero en es una cinta entretenida.

Tenemos a tres agentes del Mossad. Primero les vemos con algo menos de treinta años, cuando recibieron el encargo de secuestrar y llevar a Israel para su posterior juicio a un médico nazi que sirvió en el campo de concentración de Birkenau y, por tanto, colaboró activamente en el holocausto judío. Casi de inmediato, con algo menos de sesenta. Helen Mirren y Jessica Chastain interpretan a Rachel, Tom Wilkinson y Marton Csokas a Stephan y Ciarán Hinds y Sam Worthington a David. El gran mérito de la película está en la hermosa identificación de estas tres parejas de actores. Aunque es mucho mejor el trío maduro (con mucho más tiempo en pantalla para la fantástica Mirren y el siempre sobresaliente Wilkinson), no hay que desedeñar para nada el trabajo de Jessica Chastain (maravillosa su imagen de vulnerabilidad y dureza, es ya una actriz a seguir después de un año en el que ha trabajado con gran acierto en Criadas y señoras y sin un papel acorde a su capacidad en El árbol de la vida). Csokas no está mal y a Worthington, limitado como siempre, al menos se le puede aplaudir el empeño de no encasillarse en papeles de héroe rocoso como los de Avatar o Furia de Titanes.

Junto a ellos, hay otro pilar que marca el devenir de la película a casi todos los niveles: el personaje del doctor Vogel (un Jesper Christensen que genera muchísimo desasosiego, como obliga su papel). Es su aparición lo que marca un antes y un después en la historia. Lo que al principio parece una historia de honor, una misión justa, de repente se transforma en una batalla psicológica apasionante. Ahí están los mejores minutos de la película, ahí y en la relación de estos hechos con el primer flashback del filme (brillante ejecución cinematográfica de esa escena durante la lectura de un libro que hace el personaje de Helen Mirren). Y ahí es donde La deuda sí deja poso para el debate después de la película, ahí es donde cobra una fuerza que no se termina de aprovechar del todo pero que sí alcanza niveles importantes. La historia de espías, más o menos correcta, se convierte en un infierno psicológico. Un infierno derivado de la situación, del carácter dañino del médico nazi y también de las decisiones personales de los tres agentes del Mossad, menos preparados de lo que pensaban para una misión de estas características.

La historia de espías funciona, el reto mental mucho más, la estructura en dos momentos temporales está montada con ingenio... pero la película llega a su final y se pierde. El clímax no está a la altura, contiene demasiadas lagunas y ni siquiera es coherente con el resto de la película. La deuda podría haber acabado de muchas formas pero seguramente ha optado por la peor de todas. Por eso, la sensación que deja el filme al acabar es de decepción, pero eso no impide que tenga grandes momentos. Los mejores son los enfrentamientos de toda índole que el doctor Vogel mantiene con Rachel y David, cuya bondad, la de ambos, contrasta con la crueldad del nazi e incluso con la ruda determinación de Stephan. También cabe encontrar lo más positivo de la película en la evolución del trío protagonista. Hermosa la tristeza melancólica de Hinds (qué distinto es el tono de su personaje aquí con respecto al que tuvo en una historia de corte similar, la de Munich), fantástica la firmeza de Wilkinson y, como siempre, espectacular la presencia de Helen Mirren.

Y es que, al final, lo que queda de La deuda son las interpretaciones. Porque el tono de la película está muy bien (magníficamente subrayado por la muy buena banda sonora de Thomas Newman), pero son sus personajes lo que marca la diferencia. Puede que la misma historia no hubiera sido creíble sin el casting adecuado. Puede que la trágica ironía que se mueve en torno al destino de los personajes no hubiera tenido el mismo sentido de no haber contado con el buen hacer de este reparto. Pero también puede que esta historia, en manos de otro director más hábil, hubiera dejado una sensación mucho más satisfactoria. El nivel que exhiben sobre todo Jessica Chastain y Helen Mirren merecía algo más que una entretenida historia de espías. Que tampoco es poco, pero que pudo ser más.

martes, octubre 18, 2011

'Trust', una sensible sorpresa

A veces el cine esconde sorpresas donde menos se pueden esperar. Cae en mis manos Trust. No se ha estrenado en España, aunque la película es de 2010, se vio en el Festival de Toronto hace más de un año y en muchos países ha ido directamente al mercado de vídeo, primera señal negativa. El argumento gira en torno a una adolescente, casi una niña todavía, y a un individuo de mucha más edad que conoce a través de Internet pensando que es un quinceañero como ella, lo que suena a telefilme sensiblero, segunda señal negativa. Dirige David Schwimmer, el actor que interpretaba a Ross en la serie Friends, lo que como poco dispara las alertas sobre la capacidad de su realizador de sacar algo decente en la temática escogida, tercera señal negativa. Y en lo positivo, motivo por el que en realidad veo la película, está un a priori buen e interesante reparto. Y comienzo a verla. Y, efectivamente, en el inicio parece un telefilme. Hasta que, poco a poco, me doy cuenta de que Schwimmer y los guionistas me están llevando a terrenos inquietantes, sensibles, interesantes, a veces emocionantes. Termina la película y ya soy un convencido más. He visto una pequeña gran joya que ni siquiera va a llegar a los cines. Toda una sorpresa.

Trust empieza como una convencional película de amoríos adolescentes, con el marco de una familia feliz, estable y tradicional, con una pareja encantadora que se lleva de maravilla y tres hijos estupendos, estudiosos y responsables. Con un ritmo pausado, con una historia en apariencia convencional. Y poco a poco va derivando hacia la historia que en realidad quiere contar. Parece una al principio, pero acaba siendo otra totalmente diferente y realmente interesante. Esa es la esencia de la película, y eso hay que agradecérselo a tres pilares. Por un lado, el guión de Andy Bellin y Robert Festinger, delicado, bien medido y valiente, a pesar de desaprovechar a algún que otro personaje que podría haber dado mucho más juego. Por otro, a David Schwimmer, que rueda con sencillez, con delicadeza y con oficio. También con valentía, porque no es nada fácil la materia que ha escogido para este trabajo (valentía insospechada, después de ver su todavía corta carrera como director, que empezó precisamente con algunos episodios de Friends, y precisamente por eso mucho más merecedora de aplauso). Y, por último, es imprescindible para contar esta sensible historia el pilar interpretativo, notable en todos los casos.

Y a la hora de evaluar la fusión de esos tres pilares es, precisamente, donde uno se da cuenta de todo lo bueno que tiene la película. Trust significa confianza, y la genialidad que esconde el filme es que va cambiando el sentido de la palabra a lo largo de la película, gracias a la habilidad de todos los que trabajan en ella. No moraliza, no da respuestas únicas con la pretensión de sentar cátedra, simplemente deja fluir una historia que, como la vida misma, no puede acabar. El final, temible para una película de estas características por las tentaciones de ceder a los caminos más fáciles, aquí es el extraordinario colofón a una gran película, un título modesto pero sorprendente y sincero, que se enfrenta a la dificultad añadida de contar con una protagonista adolescente. Pero hasta eso se convierte en una ventaja. Liana Liberato (cuánto me ha recordado a la dulce inocencia de Madeline Carroll en Flipped; qué curioso, otra pequeña joya que no se llegó a estrenar) tiene aún una corta experiencia, pero nadie lo diría viendo la impresionante evolución que hace de su personaje, Annie, creíble cuando se muestra como una niña feliz sin más problemas que su relación con las compañeras del instituto y después cuando se ve obligada a enfrentarse al lado más oscuro de la vida.

Alrededor del personaje de la joven Annie pivotan todas las expresiones de la confianza a la que hace referencia el título. Todas ellas crean un mosaico espectacular, porque todas ellas serían merecedoras de la atención del título y tal es la riqueza de la película que cada espectador se quedará con la que quiera. Confianza con el hombre que conoce a través de Internet (un Chris Henry Coffey que genera todo el desasosiego que requiere su personaje sin caer en la caricatura), con su mejor amiga, con su propio padre (Clive Owen tiene la enorme virtud de, sin apenas cambiar en lo físico, adaptarse a papeles diametralmente opuestos; y es que resulta casi impensable que este personaje tenga el mismo rostro que el que interpretó, por ejemplo, en Closer), ante los ojos de una madre desesperada (qué gran actriz es Catherine Keener y qué bien le sientan estos papeles dramáticos, aunque el suyo es, precisamente, uno de los que está desaprovechado), con la psicóloga que atiende a la joven (Viola Davis, escaso papel para tanto talento que tiene la protagonista de Criadas y señoras). Schwimmer, de forma sutil, va trazando un universo de confianzas que, en la mayoría de los casos, se tornan desconfianzas.

Qué difícil es lidiar en el cine con los problemas de una adolescente, y mucho más si se hace desde la vertiente más turbia de los depredadores sexuales que utilizan Internet para buscar víctimas de tan corta edad. Y qué sensibilidad desprende esta película, un título ejemplar que demuestra que buen cine puede haber en todas partes. Jamás hubiera pensado que detrás de uno de los actores de Friends (serie que adoro, que no se me malinterprete) podía haber un director con las aptitudes necesarias para llevar a la pantalla una historia de este calado, y hacerlo sin caer en sensiblerías o excesos. Pocas veces confío en que un adolescente pueda llevar el peso de una película tan dramática como ésta, y Liana Liberato prueba que hay excepciones y me obliga a apuntar su nombre para el futuro. Y en muy pocas ocasiones encuentro una película que esté tan bien coronada por un final tan devastador, tan auténtico y tan acertado. No importa que Trust sea una de esas películas que llegará a poca gente por obra y gracia del extraño mercado de distribución. A mí me ha llegado como espectador, y eso es tremendamente valioso.

viernes, octubre 14, 2011

'Contagio', blando efectismo

Hay algo que me aburre de Steven Soderbergh. Cada película suya parece tener el objetivo de ser el título definitivo sobre un tema. Y desde esa perspectiva, tengo que reconocer que no le suelo ver cerca de esas pretensiones al revisar su cine. Estuvo muy próximo a alcanzar su propósito en Traffic, aunque las enormes y excesivas concesiones finales arruinaron en buena medida el filme. Aquí viene a sucederle lo mismo. Comienza Contagio, su pretendida historia definitiva sobre una epidemia vírica mundial (tejida indudablemente a raíz de los ríos de tinta escritos sobre la gripe aviar, de hecho bastante mencionada en el filme) con mucho morbo. Muchos planos escabrosos. Demasiados, largos y muy desagradables. Innecesarios probablemente, y más teniendo en cuenta la voluntad buenista que desprende la película, mucho más preocupada de que se vea la solución de los problemas que de plantear dilemas que dejen poso una vez se sale del cine. Por el camino queda una rutinaria historia coral que, precisamente por ese carácter, deja demasiado en el aire la mayoría de las vidas que plantea. Y sin esa necesaria empatía, Contagio sólo ofrece algunas pinceladas de interés.

El arranque de la película anuncia el final. Partimos del día 2 de una epidemia que se va extendiendo, luego con el orden cronológico que preside Contagio ya podemos estar más que seguros de que el día 1 cerrará la historia. Un movimiento extraño porque la búsqueda del paciente cero no adquiere verdadera consistencia a lo largo del relato, pero con cierta lógica para evitar el excesivo buenismo del que fue presa, por ejemplo, Traffic. En realidad, es que ninguna de las líneas paralelas de la historia adquiere demasiada fuerza y esa indefinición es el gran problema al que se enfrenta Contagio. ¿Es una película científica? No. ¿Es una historia humana? Tampoco. ¿Es una historia gubernamental? La verdad es que no. ¿Es una historia periodística? No de nuevo. ¿Es más un relato frío y documental o un relato de ficción sobre la condición del hombre? Ninguna de las dos cosas. ¿Pero sale todo esto en la película? Sí, todo sale. Todo se bosqueja, pero nada termina de dibujarse, con lo que la película se mueve en continuos altibajos que van abriendo posibilidades que Soderbergh no aprovecha. Y seguro que lo hace conscientemente, dentro del aparente deseo de ofrecer un mosaico ambicioso y, quizá por eso mismo, bastante más fallido de lo que le gustaría.

Soderbergh busca la incomodidad del espectador, lo hace con desagradables planos de enfermos y con una música machacona e irritante de Cliff Martínez, lo hace con la base de la historia y con algunos de los detalles que va dejando a lo largo del metraje. Pero no termina de enganchar. La historia humana es, quizá, su mejor baza. Beth (Gwyneth Paltrow, una actriz que siempre me ha parecido insulsa y demasiado plana) es el primer personaje al que se coloca en el epicentro de la epidemia. Su marido, Mitch (Matt Damon), es quien tiene que lidiar con los efectos del virus, los que podrían generar más empatía en el espectador. Pero la frialdad preside su historia, cuando tendría que abordar con fuerza el lado más sensible de quien vea la película. Hay más calor en la visión tremendista y manipuladora del periodista freelance Alan Krumwiede (un notable Jude Law), sobre todo en su enfrentamiento televisivo con el científico a cargo de la búsqueda de una vacuna, el doctor Ellis Cheever (un buen Laurence Fishburne, cuyo personaje acaba perdido por ese buenismo de Soderbergh a la hora de cerrar sus películas definitivas). Ni Marion Cotillard ni Kate Winslet consiguen aportar mucho más a la película que ir incluyendo episodios con la misma facilidad con la que pasan los días de epidemia.

Contagio no es fallida en todo momento, claro está, porque plantea muchas cuestiones de interés. Su pecado es que se queda en la superficie de todas ellas, cuando quizá la habría convencido apostar por alguna o algunas de las múltiples líneas argumentales que ofrece. No es una cuestión de complejidad o de facilitar la tarea al espectador, sino de dispersión narrativa. Soderbergh tarda casi una hora en hilar lo que presenta en los primeros cinco minutos de película sin mucho motivo para semejante dilación. Y cuando lo hace, recurre a lo más sencillo en todo momento. No hay profundidad ni tampoco misterio. No es fácil comprender el porqué de tanta espera para algo fácilmente deducible, ni tanta vuelta para explicar cosas que quedarían claras de formas mucho más sencillas. Soderbergh se lía y no acaba de demostrar qué quiere contar con la película, más allá de aprovechar de forma tardía la innecesaria psicosis mundial que generó la gripe aviar. Y es que eso es lo que parece buscar en el espectador: que sufra por la posibilidad de contagiarse de algo parecido durante las dos horas de la película. ¿Lo consigue? La verdad es que no (y él mismo, con un chiste cinéfilo interno, se encarga de recordar al espectador quién lo consiguió con un miedo muy diferente hace unos años).

Contagio no es la película definitiva de epidemias que pretendía ser y se queda a años luz, por ejemplo, del sincero entretenimiento que propuso hace casi quince años Wollfgang Petersen en Estallido. Soderbergh se rodea de un reparto estelar e internacional que, a falta de tanto espíritu en la película, se limita a cumplir con el expediente. Quizá sólo Jude Law y Laurence Fishburne sepan encontrar el tono justo de sus personajes, pero no sentir a ninguno de los dos como protagonistas absolutos de la película lastra las buenas sensaciones que dejan. Siempre he visto al director de Contagio como un realizador sobrevalorado, y su última película afianza esa sensación. Como documento puede ser interesante en algunos momentos y a algunos niveles, pero no parece que por ese detalle vaya a permanecer demasiado en la retina del espectador, ya que la película sólo se mueve a golpe de casualidad y reta continuamente la credibilidad de la historia. Los amantes del cine catastrofista la disfrutarán por momentos, pero al final se queda como un ejercicio blando de efectismo.

martes, octubre 11, 2011

'Batman. Year One' daba para mucho más

Qué lástima dan las oportunidades perdidas. Y Batman. Year One lo es. Estamos hablando de uno de los más grandes cómics de superhéroes de todos los tiempos, Batman. Año uno, creado en 1987 por Frank Miller y David Mazzucchelli. De la historia del primer año de vida de Batman desde que Bruce Wayne regresa a Gotham tras todo el adiestramiento que le permitirá vengar la muerte de sus padres. De cómo Jim Gordon llega a Gotham para enfrentarse a un departamento de policía corrupto en una de las ciudades con más crimen de Estados Unidos. Era el cómic perfecto para hacer una película, y por eso Christopher Nolan no dudó en coger muchos elementos del mismo para hacer Batman Begins. Pero esta película de dibujos animados, que sale directamente a la venta en DVD y Blu-ray se limita a copiar el cómic y a rellenar los huecos que hay entre viñeta y viñeta con el movimiento. Claro, aún así sale una historia fascinante y muy recomendable para quienes quiera conocer algo más de los mitos de Batman. Pero el mérito es de Miller y Mazzucchelli, así que bien haríamos en honrar su obra y leerla. O releerla, tantas veces como haga falta.

Las películas de dibujos animados basadas en personajes de DC Comics son, ahora mismo, mucho mejores y mucho más numerosas que las que se producen sobre superhéroes de Marvel. La mayoría de ellas adaptan historias ya vistas en el cómic, lo que pone cierta presión sobre estos títulos, porque siempre hay mucho fan dispuesto a compararlas. Con razón, por supuesto, de la misma forma que se compara una película con el libro en el que se basa. Pero aquí la comparativa es doblemente peligrosa, porque tenemos un referente literario pero también uno visual. A la hora de hacer Año uno, sus responsables han optado por el mimetismo. Es decir, el guión sigue con muchísima fidelidad el libreto de Frank Miller para el cómic, y la animación recoge un estilo de ilustración lo más cercano posible a los lápices de Mazzucchelli sobre el papel. Es decir, que no estamos ante una adaptación, sino ante una traslación directa en toda regla de las viñetas a la pantalla. ¿Funciona? Claro que funciona, la historia tiene muchísima categoría dentro como para que no funcione. Pero sabe a poco.

Cuando se adapta, hay que adaptar. Los lenguajes del cómic y del cine son diferentes, y hay que buscar soluciones diferentes. Aquí no las hay. Aquí la cámara se coloca en muchísimas ocasiones en el mismo ángulo que escogió Mazzucchelli hace casi 25 años para el cómic. Se podrían hacer docenas de capturas de pantalla de la película y recrear lo que se publicó en 1987 con suma facilidad. Para algunos, esto puede ser una virtud, porque al fin y al cabo los puristas siempre se rebelan contra las adaptaciones que se apartan (siempre a su juicio) demasiado del original. Para mí, no lo es. Para mí, es un pequeño gran lastre... si se conoce el cómic original. Con esa lectura (y sus muchas relecturas), uno se da cuenta de que el trabajo del guionista en este filme ha sido el de recortar bocadillos. El cómic cuenta con una doble narración en off, de Bruce Wayne/Batman por un lado y del teniente Gordon por otro. Lo que ofrece la película es eso, un recorte de esos diálogos en off, escogiendo lo que se pueda adaptar al filme, con la duración de las escenas como criterio básico. Es decir, que si el diálogo es largo, se recorta. Si nos cabe todo con la animación, se deja.

El poso que deja Batman. Year One es de decepción. Decepciona porque se podría haber hecho mucho más. Pero, ojo, no hay que perder de vista que esa decepción procede de alguien que arrastra muchas lecturas de Batman y de esta historia en concreto. Para quien no conozca los mitos de este personaje, uno de los mejores que ha deparado el cómic en toda su historia, y sobre todo para quien no haya leído Batman. Año uno, la película puede ser magnífica. De hecho, lo será. Porque impresionará la inmensa escena del murciélago, la pelea de Jim Gordon con Flash, el enfrentamiento entre Batman y la policía en el edificio abandonado... La animación es bastante competente (y, como decía un poco más arriba, mucho mejor que la que se ve en las producciones animadas de Marvel), aunque chirría el tono clásico del dibujo con los vehículos realizados por ordenador. Muchas cosas son brillantes en Batman. Year One, sería absurdo negarlo. Pero el problema es que el mérito no está, en la mayoría de los casos, en los responsables del filme, sino en los del cómic. Ved la película. Pero sobre todo leed el cómic, que de ahí surge la grandeza de esta magnífica historia.

Aquí, otra crítica con más nombres y datos sobre la película.

lunes, octubre 10, 2011

'Star Wars' desde un prisma diferente

Una de mis pasiones cinematográficas más confesables y confesadas es la saga de Star Wars. Desde siempre ha formado parte de mis sueños de celuloide esta epopeya de fantasía, aventura y ciencia ficción, uno de los títulos imprescindibles de la historia del cine y, seguramente, de los que más se habrá escrito a lo largo y ancho del mundo. Más aún desde que Internet ha expandido las fronteras del mundo de una forma inabarcable, haciendo que cada persona tenga una voz y una opinión que puede llegar al resto de los mortales de una forma rápida y directa. Como no podía ser de otra forma, yo mismo he escrito ya algunos artículos sobre Star Wars, pero he intentado que no sean los típicos, que vean la saga desde un prisma diferente, que no contengan la misma información que hay en todas partes. Lo que quería es que contaran aspectos concretos de la saga de los que, en realidad, no hay mucha gente que se haya parado a hacer un relato coherente... y en español, porque en inglés sí que está casi todo escrito.

Y habrá más artículos míos en el futuro, no me cabe duda (¿Alguna sugerencia? ¿Hay algo en Star Wars de lo que querríais saber más?), pero aquí están los enlaces a todos los que he publicado hasta ahora en la web Suite 101 sobre la inmortal saga de George Lucas:

· ¿Cuántos filmes de Star Wars quería hacer George Lucas?

· Las series de dibujos animados de Star Wars

· La música de John Williams para la saga

· Lugares reales en los que se rodó Star Wars

· Las referencias a THX 1138

· Los ewoks

· La edición especial de 1997

· Jar Jar Binks, el personaje más odiado

· Los cameos en Star Wars

· Mujeres Jedi

Espero que sirvan para descubrir cosas que no sabíais, detalles que no teníais demasiado claros o, al menos, para que os hagan pasar un buen rato recordando la visión que vosotros mismos tenéis de estas películas. Y si por un casual todavía no las habéis visto, aspiro a despertaros el gusanillo por verlas. Porque me dais mucha envidia, esa es la sensación que tengo cuando alguien me dice que no ha experimentado la primera vez que vio esta saga. Si vais a verla, no os olvidéis de mantener la mente abierta, de conectar todos vuestros sentidos y, sobre todo, de disfrutar con estas joyas. Porque, sí, son joyas. Incluso las nuevas, que tan vapuleadas fueron en el momento de su estreno (y creo que todavía hoy lo siguen siendo). Todas tienen elementos, mundos y personajes inolvidables. Sus defectos también, por supuesto, pero ¿acaso existe la película perfecta? Yo no me canso de verlas, de difundirlas, de alabarlas y de explicarlas. Y como es imposible acabar de otra forma que no sea la que voy a emplear, simplemente os digo, las veáis o no, que la Fuerza os acompañe.

viernes, octubre 07, 2011

La hermosa sencillez de 'El ilusionista'

El ilusionista es una película sencilla. Es una historia pequeña, íntima. Va sobre el desamor más que sobre el amor (paternal, que no carnal). Es un homenaje más que una invención. Y es hermosa, muy hermosa. Cabe considerarla un producto atípico, pero que viene a demostrar algo que desde hace mucho tiempo sabemos los que disfrutamos de los dibujos animados: que no son un género, sino un medio de expresión más con el que se puede hacer una película. Quienes piensen que los dibujitos son sólo para niños, encontrarán aquí el mejor argumento para negar semejante teoría. Y para quienes piensen que los homenajes en el cine están pasados de moda o son simples y fáciles remedos de los originales, El ilusionista les demostrará que con respeto, cariño y talento no hay límites para el recuerdo de una figura clásica. Aquí el homenajeado es Jacques Tati. El cómico francés, muerto en 1982, es el autor del guión original en que se basa la película y, al mismo tiempo, su protagonista. Es un dibujo animado, pero es Jacques Tati. Tal es la hermosa sencillez de la película.

La nominación al Oscar a la mejor película animada (el premio lo ganó, merecidamente, la inolvidable Toy Story 3) le dio cierta notoriedad a esta película hace algunos meses, pero, por desgracia, no aceleró el estreno en España de El ilusionista. El filme se vio en el Festival de Berlín, en febrero del año pasado, y comenzó su estreno en cines en Francia, Alemania y Reino Unido en junio. A España llega con año y medio de retraso. Pero al menos llega, así que tenemos un motivo para la celebración. ¿Por qué? Porque es importante que películas así tengan vida comercial en España. Y que la gente las vea. Y que aprenda que hay muchas formas de contar una historia. Porque tan válida habría podido ser El ilusionista en su forma de dibujos animados como con actores. Tan emotiva y hermosa podría haber sido como homenaje casi mudo a Jacques Tati (y de paso, a tantos cómicos que dio el cine más clásico, empezando por el propio Charles Chaplin), como con unos diálogos acertados. Tal es la magia del cine, que ofrece una enorme riqueza a los realizadores.

Sylvian Chomet, autor de Bienvenidos a Belleville (también nominada al Oscar a la mejor película de animación, derrotada entonces como aquí por Pixar, en este caso por Buscando a Nemo), adapta el guión original de Tati y dirige la película con mucha sensibilidad. Homenajea a Tati no sólo manteniéndole como protagonista en forma animada, sino también apostando por algo tan aparentemente fuera de contexto histórico en el cine moderno como el gag visual, por contar la historia sin apenas diálogo. El guión es hermoso, aunque se echa de menos un papel más activo de algunos personajes secundarios. El filme se centra en dos personajes, un viejo mago francés y una joven que conoce en un hostal de Escocia en el que actúa. Entre ambos se teje una relación de cariño y respeto que ninguno de los dos parece saber muy bien cómo conducir. Simplemente se dejan llevar por lo que creen que deben hacer, por impulsos, cargada de ingenuidad y buenos sentimientos. Y no, no es necesariamente una relación de amor, sino que se aproxima más bien al desamor, como evidencia un final tan melancólico como inevitable, que se rompe tras los títulos de crédito con un último gag que sólo verán quienes aguanten hasta el auténtico fin de la película.

Hay un encaje muy natural entre el fondo de la historia y la forma escogida por Chomet para contarla. Quizá se pueda decir que el envoltorio de dibujos animados hace crecer la historia por momentos, porque hay escenas (sobre todo las que giran en torno al conejo que el mago usa en sus trucos) que parecen pensadas para una producción animada. Colores y texturas refuerzan esa sensación. Y la prueba de que todo encaja está en el inesperado cameo del propio Tati, cuando Tatischeff, el mago protagonista, acaba en el interior de un cine en el que están proyectando Mi tío, del propio Tati. Hay mucha magia en ese instante, una magia que se acaba trasladando a casi todas las escenas de la película, las más tiernas y las más cómicas. Hay mucho de ingenuidad en los personajes del filme, y hay un mensaje cargado de melancolía al ver que esa ingenuidad va cayendo según otras formas de vida toman el escenario. La metáfora del mago y las estrellas de rock compartiendo función es triste y hermosa. Y hermosa es esa frase final. Hermosa y melancólica. Pero los magos sí existen. No para sacar objetos de un sombrero, sino para emocionar sin medida. Eso es lo que hace El ilusionista. Porque es hermosamente sencilla.

miércoles, octubre 05, 2011

'Crazy, Stupid, Love' y la confusión entre los tres términos

No termino de decidirme sobre Crazy, Stupid, Love. No sé si es una locura de película, no sé si va sobre el amor o si en realidad es sobre la estupidez. Igual es una mezcla entre las tres cosas y el título es muy adecuado. Pero es que no sé si los actores me terminan de convencer, porque todos ellos (los conocidos y los menos conocidos) tienen grandes momentos, pero en realidad me saben a poco casi todos (en especial algunos de los conocidos). Y el caso es que me he reído, en algunas secuencias verdaderamente divertidas que tiene la película, pero también es verdad que, al margen de los intentos de salirse del cliché que a ratos parece que van a progresar, desprende cierto tono previsible (al fin y al cabo, es una comedia romántica, y todos sabemos cómo evolucionan las comedias románticas). Estoy confundido, sí. Pero entre tanto he pasado dos horas un tanto largas para esta propuesta pero entretenidas al fin y al cabo. En realidad, funciona mejor que la media de películas similares, con lo que tiene un aprobado bastante holgado, pero, como sucede en este género, no pasa de ahí y apela a un público bastante claro, el que esté dispuesto a recibir sus enredos y casualidades de buen grado.

El dúo de directores que forman Glenn Ficarra y John Facqua firman su segunda película tras la cámara (la primera fue Philip Morris, ¡te quiero!) y lo hacen con una película como poco curiosa. Interesante, desde luego, porque, sin revelar absolutamente nada de su desarrollo, plantea algunas cosas que no son muy habituales en una comedia romántica. Y entretenida por contar con un guión hábil, aunque previsible (insisto, seguro que es más una cuestión de género y de expectativas generadas por estudios de mercado que por pretensión cinematográficas), y un reparto experto que arrastra al espectador con facilidad. Lo que no termina de estar claro, en una película tan llena de mensajes inspiradores sobre el amor, es qué pretende decirnos exactamente. El final lo distorsiona todo bastante, y es ahí, en la resolución de todas las tramas, donde Crazy, Stupid, Love pierde buena parte de la fuerza que sí consigue acumular a lo largo de su metraje. No es ninguna novedad, más bien parte de la idiosincrasia de una comedia romántica, pero uno no pierde la esperanza de que llegue el día en que una película así sorprenda. Incluso en su final.

Crazy, Stupid, Love parte de premisas bastante inverosímiles, que dificultan la verosimilitud de la película, y la primera es la falta de química que hay entre la pareja protagonista, la que forman Steve Carell y Julianne Moore. El caso es que los dos, por separado, ofrecen buenos momentos (más ella que él, porque a él le sigo viendo muy cercano a su papel de siempre salvo en alguna escena contada), pero juntos no tanto. En la segunda escena, que transcurre en el interior de un coche, ni siquiera parece que formen parte de la misma película. Este matrimonio protagonista pasa por malos momentos y se separa, lo que desencadena toda la historia. Por un lado, él conoce a un tipo que le enseña a ser todo lo que no es, atractivo para las mujeres, descarado, ligón... Ella, por su parte, duda entre volver a la vida que conocía o dar un paso adelante con la vida que ha imaginado, que es el motivo por el que ha decidido romper su matrimonio. Por alguna extraña razón, me costaría mucho imaginar que de Hollywood hubiera salido una película con esos papeles cambiados, pero me resulta un planteamiento más interesante que el que ofrece la película.

Al final la mejor historia de todas (¿es ese el mensaje que realmente quiere contar esta película?) es la que en la primera mitad de la película (que llega a unas excesivas dos horas) aparece más desdibujada, la que afecta al personaje que interpreta Emma Stone (y que incluye la mejor broma cinéfila de la película; hacer referencia a otras películas o actores es algo que se está poniendo de moda y, la verdad, se agradece por su realismo). La actriz está más que correcta, pero su trabajo sabe a poco después de haberla visto en Rumores y Mentiras y Criadas y señoras, todavía por estrenar. De hecho, es esa es la característica esencial de casi todos los actores de la película, que sus trabajos saben a poco. Le sucede lo mismo a los breves papeles de Marisa Tomei o Kevin Bacon, personajes a los que se le intuyen muchas cosas, pero que al final se quedan en algo normal, episódico y, en el fondo, casi intrascendente. También funciona bastante bien la parte de amor adolescente, personificada en el chico de trece años al que da vida Jonah Bobo y la joven de 17 con el rostro de Analeigh Tipton. Pero si como motor de una película que apuesta por rostros conocidos encaja más la historia de dos intérpretes desconocidos, es que algo no ha terminado de funcionar en la película. Y eso que falla es la química.

La química es esencial en una comedia romántica. Muchas, con peores guiones sobreviven gracias a ese detalle. Y aquí falla en algunas de las parejas que se forman. Sí hay química, curiosamente donde no manda el amor, en la relación entre los dos personajes masculinos principales, los del propio Carell y Ryan Gosling. No es que ninguno de los dos ofrezca la interpretación de sus vidas, pero una vez asimilada la premisa que les une (con cierto esfuerzo por lo inverosímil que es), ofrecen los mejores momentos de la película, junto con el inevitable enredo final. Enredo, por cierto, que tiene un halo de originalidad (y de buena comedia, todo hay que decirlo) porque no es realmente tan final como suele suceder en este tipo de películas. Crazy, Stupid, Love entretiene de forma sincera, aunque después de una primera película más que extraña se nota que sus directores se han plegado en cierta medida a las exigencias comerciales de Hollywood. Lo hacen con oficio, dejando una serie de buenos momentos de comedia y con buenas actuaciones individuales (que cuando se mezcla, por desgracia, no funcionan igual de bien; si entre Carell y Moore no hay química, mucho menos la hay entre ella y Kevin Bacon). Con todo, una agradable comedia que, sin demasiadas pretensiones, se deja ver con mucha facilidad.

lunes, octubre 03, 2011

Photocall, rueda de prensa y crítica de 'Criadas y señoras'

El director Tate Taylor y las actrices Viola Davis, Emma Stone y Octavia Spencer han presentado hoy en Madrid Criadas y señoras. El filme no se estrena en España hasta el próximo día 28 (demasiado retraso con respecto a Estados Unidos, donde se pudo ver a comienzos de agosto y donde se ha convertido en la película sorpresa de la temporada con 150 millones de dólares recaudados), y será en esa semana cuando podáis leer aquí la crítica correspondiente. No obstante, como he estado presente en el photocall y en la rueda de prensa, ya os puedo adelantar unas cuantas cosas que he subido a la red sobre esta magnífica película. Aquí podéis leer una primera crítica, más formal que las que publico en La Sala de Cine. Aquí, un repaso a lo que ha dado de sí la rueda de prensa. Y aquí unas cuantas imágenes tomadas por este humilde cinéfilo tanto del Photocall como de la rueda de prensa posterior que han dado realizador e intérpretes.

Admito que me ha sabido a poco, que me hubiera gustado estar con estos profesionales algo más de la media hora que hemos tenido (que se queda en menos de la mitad por las preguntas y por las traducciones), y que hubiera sido estupendo tenerles a nuestra disposición menos cansados, pues la rueda de prensa fue el fin de la jornada con los medios, después de las siempre preferentes entrevistas con las televisiones. Pero es tanta la admiración que me ha provocado la película, que todo lo perdono. Es tan espectacular el trabajo de estas tres actrices que hoy han pasado por Madrid, que no voy a lamentar que no hayan tenido más tiempo para quienes escribimos sobre cine. A Emma Stone la descubrí hace poco gracias a su gran papel en Rumores y mentiras, pero es que ahora triunfa también en el drama. A Viola Davis la admiré en La duda aunque tres interpretaciones brutales hicieran que se hablara poco de ella. Y a Octavia Spencer es la primera vez que la veo pero ya tengo su nombre más que apuntado.

Apuntad vosotros Criadas y señoras, que estoy seguro de que no os va a decepcionar.