miércoles, diciembre 29, 2010

'Tron Legacy', una gozada visual y sensorial

Retomar una película de éxito para una secuela que llegue a los cines 28 años después del título original, tiene sus peligros. Hacerlo con un filme que en su día no tuvo demasiado éxito pero que con los años se ha convertido en objeto de culto, suena muy arriesgado para Hollywood (aunque cada vez se arriesgan más... y con menos miedo a sufrir un batacazo). Y esos miedos a la hora de producir una película así, tienen un reflejo comprensible en quienes admiran los méritos de la película original. Qué fácil es olvidar el original y hacer una película totalmente nueva, que poco o nada tenga que ver con el espíritu de aquel mítico título. Pero aquí está Tron Legacy, tardía continuación de Tron. Y lo que se ha conseguido es un espectáculo visual incomparable, una gozada para los sentidos, una auténtica y genuina propuesta de ciencia ficción para el siglo XXI deudora de los años 80 del siglo XX y fiel a lo que entonces se nos contaba. Es toda una experiencia que, como la película original, tiene desde ya un rinconcito en mi corazón aficionado a la ciencia ficción.

Vayamos por partes. La historia no parece, a priori, lo más importante de Tron Legacy. Y, sin embargo, el argumento de la película encaja perfectamente con lo que dejó el Tron original. Es una pequeña gran vuelta de tuerca a las ideas que inspiraron a Steven Lisberger para crear este universo. Los diálogos, como suele suceder, no son una maravilla, pero se dejan escuchar en el marco de una buena historia. Los personajes están igualmente bien construídos, desde el mítico Flynn de Jeff Bridges hasta su hijo (Garrett Hedlund, que debutó en Troya) pasando por los programas informáticos y las dos sensuales mujeres de la historia, Olivia Wilde y Beau Garrett o el excéntrico y sobreactuado Michael Sheen (el Tony Blair de La Reina). No deja de ser una pequeña gozada ver aquí al otro actor que repite desde la original, Bruce Boxleitner (Cindy Morgan, principal actriz de Tron, no aparece en ésta entrega), al igual que el guiño con el hijo de Dillinger (David Warner en la película de 1982), interpretado en un breve cameo por Cillian Murphy (el Espantapájaros de las películas de Batman de Christopher Nolan). Todo esto, sin ser el plato fuerte de la cinta, funciona.

Y funciona porque a su alrededor ha construído el debutante director Joseph Kosinski un entorno visual apabullante, hermosísimo y terriblemente creativo. Todo forma parte de un proceso lógico. Es Tron, sí, pero sobre todo es una evolución natural de Tron. Ya no estamos en los 80, las viejas máquinas de arcade ya no se utilizan. Hoy vivimos en un entorno tecnológico que requería de otra aproximación. Y Tron Legacy consigue mostrarlo con perfección, desde el primer plano de una de las máquinas del universo virtual que actualiza los antiguos gráficos del original. Son varios los momentos culminantes que tiene este delirio visual (y sonoro; son muy adecuados tanto los efectos de sonido como la espléndida banda sonora, tan moderna como retro, de Daft Punk), y uno de ellos, como no podía ser de otra forma, es la emblemática escena de las motos de luz, tan emocionante como visualmente hermosa. Esa secuencia encuentra su reflejo, como si estuviéramos en un juego de espejos, en todos los desarrollos paralelos que comparten la primera cinta y esta secuela, incluyendo parte del clímax final.

Un gran pedazo de ese goce visual está también en el vestuario, desarrollado como toda la película a partir de los conceptos originales, evolucionados hasta modelar un entorno creíble en 2010. Funciona porque todo lo que llega a través del ojo funciona en Tron Legacy. El universo es creíble, el aspecto de los personajes es creíble, y la visión del entorno es creíble. Incluso el 3D es creíble, aunque parezca una tomadura de pelo durante la primera media hora de película, en la que las dichosas gafas no parecen necesarias (incluso un rótulo advierte de la presencia de escenas rodadas en 2D para que el espectador no tenga la sensación de que le están tomando el pelo). Ahí, de hecho, está el principal talón de Aquiles de la película, los segmentos que parecen hacerse demasiado largos, y la introducción es uno de ellos. Es el de Tron Legacy un 3D curioso. Realizado, dicen, con las mismas técnicas que Avatar pero un paso por delante, se beneficia del extraño efecto que la luz del entorno virtual tiene sobre las figuras y los escenarios. No sé si era realmente necesario o cómo lucirá todo ello en las dos dimensiones tradicionales, pero la conclusión es que la película es visualmente hermosa y es probable que el 3D también contribuya a ello.

Pues a encontrar un fallo visual está en el rejuvenecido rostro de Jeff Bridges para dar vida a su programa gemelo en el entorno virtual, Clu. Se dice que se han usado las mismas técnicas que añadían y quitaban años a Brad Pitt en El curioso caso de Benjamin Button, pero por momentos se asemeja más al efecto que daba Beowulf. Es decir, demasiado dibujo animado. Chirría en algunas escenas ese rostro alterado por ordenador en un mundo donde hasta los gráficos por ordenador parecen reales. Puede que los creadores de la película fueran conscientes de ello y por eso Tron, que debe tener el rostro de Boxleitner, aparece en la mayor parte de las ocasiones con un casco. El paso de los años también se nota en influencias de otros títulos que nada tienen que ver con Tron, y es que no resulta difícil encontrar la semilla de Matrix plantada en las escenas de lucha. Al menos, Kosinski no se deja llevar por esa mareante tendencia del cine actual de mover la cámara sin sentido y ofrece una película, con toda su modernidad, de corte clásico en sus enfoques. Eso, añadido a la mezcla de texturas que ofrece la película según el entorno o el momento que aborde, hacen de Tron Legacy una pequeña rareza en la ciencia ficción moderna.

Si te gusta Tron, te gustará Tron Legacy. Si te gusta la ciencia ficción, disfrutarás con esta secuela. Si los efectos especiales son lo tuyo, aquí tienes uno de esos festines que no puedes dejar pasar. Pero si lo que te gusta es ese toque de ingenuidad y entretenimiento sin límites que tenía el cine fantástico de los años 80, aquí tienes la oportunidad de rejuvenecer unos cuantos años sin complejos y de disfrutar como cuando eras niño. Es eso lo que me ha pasado a mí.

1 comentario:

Sonix dijo...

Seguro que es para matarme, pero no he visto Tron... no sé si me la veré en breve, para poder ver su segunda parte después. Pero por lo que veo, Tron ha sido un título muy querido cuya secuela levanta pasiones, en uno u otro sentido. Me alegro de que te gustara. ;D