martes, noviembre 24, 2009

¿La cosa funciona...?

Con Woody Allen tengo un problema. No suelo verle la genialidad que sí le ven otros muchos (más entre la crítica que entre el público, porque su cine no llega tanto a la gente como a quienes lo evalúan... y mucho menos en Estados Unidos). Me pasa un poco lo mismo que con Almodóvar o Tarantino, aunque sí tengo que reconocer que Woody Allen me ha llegado en alguna ocasión, cosa que no puedo decir de los otros dos. Admiro la originalidad y audacia formal de Annie Hall (aunque creo que la película ha envejecido bastante mal), disfruto mucho con la cinefilia pura y el romanticismo de La rosa púrpura del Cairo, me río lo que no está en los escritos con las ocurrencias de Misterioso asesinato en Manahattan o admiro la complejidad psicológica de Match point. Si la cosa funciona, en cambio, no tiene nada que me llame especialmente la atención.

Y es que Woody Allen suele aburrirme o quedarse en relatos amables pero intrascedentes (Si la cosa funciona se adapta más a la segunda categoría). Ha llegado un punto en el que lo que hace me parece carente de interés. Y me resulta curioso que ahí, además de defectos propios, le pueda achacar defectos del cine de esos otros dos directores que mencionaba antes. Woody Allen, en sus últimas películas, ha almodovarizado su universo. Si donde antes pretendía mostrar la vida de personas reales en el Nueva York contemporáneo, ahora ha decidido introducir personajes atípicos. La loca de Vicky Cristina Barcelona o el gay que no sabe que lo es de Si la cosa funciona. En cuanto a Tarantino, me parece inevitable trazar un paralelismo entre el final de esta película del neoyorquino y el de Malditos bastardos. En ambas creo que hay un arranque de ego bastante peculiar, un autohomenaje de esos que provocarán la más sonora carcajada de sus seguidores y la indiferencia, cuando no malestar, de sus detractores. A mí me provocó indeferencia.

Si la cosa funciona parece, sobre el papel, un regreso de Woody Allen a sus orígines. Es decir, a retratos sentimentales de personas anónimas, en una película modesta y breve (apenas 90 minutos). Lo que pasa es que yo lo he terminado viendo como un autoplagio nada disimulado, que sólo introduce la novedad del momento temporal en que transcurre, hoy y no en los 70. No sé hasta que punto necesitaba esta película un relato mirando a cámara, como el que el propio Woody Allen hacía en Annie Hall. El autoplagio en el personaje protagonista ya hace tiempo que estaba agotado. Y es que el realizador siempre es quien protagoniza sus películas, sea con su propio rostro o con el de otros actores, y eso ya viene lastrando el cine de Woody Allen desde hace demasiados años (bien es cierto que Larry David hace un Woody Allen más completo que el que el propio director es capaz de hacer).

Como también esa manía de comenzar sus películas con unos aburridísimos títulos de crédito sobre fondo negro (¿estamos siempre viendo la misma película? ¿es el cine de Woody Allen un bucle interminable?) o el repetitivo uso de la misma clase de música (¿se saltó la clase en la que se explicaba el uso de la música instrumental?), que parece que utiliza para satisfacer gustos personales y no para enriquecer el filme. Como también esa repetición de los mismos personajes. Cambian las edades, cambian las profesiones, pero son los mismos arquetipos. Es el mismo grupo de amigos, aunque ya sin los amigos de Woody Allen en sus inicios. No está Diane Keaton, no está Alan Alda, no está Mia Farrow, no está Danny Aiello, no está Dianne Wiest... ni siquiera está el propio Woody Allen. Pero son los mismos.

Con todo lo anterior, queda bastante claro que no comparto la casi unanimidad de la crítica, que ha visto en Si la cosa funciona un regreso de la genailidad de Wood Allen después de los fiascos de Scoop o Vicky Crsitina Barcelona (que, paradójicamente, no fueron fiascos para la misma crítica en el momento de sus respectivos estrenos...). ¿Es una mala película? No, no es eso. Se trata de una historieta menor, con algún momento chispeante en el guión y que sacará alguna sonrisa cuanto más se identifique el espectador con algún momento del filme que haya vivido en la realidad. Es una película amable y bonachona, pero lo es tanto que adquiere el nivel de intrascedente y no perdura en la memoria.

La principal crítica que se le puede hacer es que en ella no hay mucho que le haga sobresalir de las cientos de comedias que se hacen hoy en día. Si acaso, que el protagonista es un anciano y no una pareja de actores jóvenes y prometedores de esos que a los 25 años ya están olvidados. Si acaso, alguna conversación ingeniosa. Si acaso, algún momento de Patricia Clarckson, de largo la mejor intérprete de la película (aunque su personaje me parezca de lo más endeble del guión). Pero poco más. ¿La cosa funciona? Para mí no demasiado.

martes, noviembre 17, 2009

'Jennifer's body', el mayor despropósito del año

Que quede claro desde el principio, Jennifer's body me parece una película horrible que no hay por donde cogerla. Ni siquiera como un subproducto de serie B adolescente para pasar el rato. Es asombroso que para esta película se gastaran tanto en publicidad como se gastaron antes de su estreno, ya que la distribución de material comenzó ¡quince meses antes del estreno! Pero más asombroso aún que esta película generara la más mínima atención en los medios de comunicación, que ya pican ante cualquier cebo con envoltorio bonito. Sólo hay una explicación posible, y me temo que no tiene nada que ver con el cine, sino con instintos mucho más primarios.

Porque, seamos serios, Megan Fox no tiene absolutamente nada de especial para lograr la atención que genera. ¿Que dice unas cuantas barbaridades salidas de tono? Si no es por su cuerpo (¿por qué no llamaron a esta película Meg's body?), nadie le haría caso. Así de claro y así de triste. ¿Que lleva ya unas cuantas películas horribles (la secuela de Transformers creo que, de momento, las supera a todas) desde que debutó? Qué más da, está buena y hay que sacar sus fotos, sus declaraciones por estúpidas que sean y las imágenes de sus películas, en las que además de estar buena se mueve y habla (es un decir, porque vaya frases antológicas saca del guión de Jennifer's body). ¿Actriz? Venga ya.

El de Megan Fox es sólo el primero de los nombres de mujer absurdamente encumbrados que tiene algo que ver en esta película. El segundo es el de su guionista, Diablo Cody. Esta mujer, de 31 años, sólo ha escrito un guión con anterioridad (en realidad lo escribió el mismo año que Jennifer's Body): Juno. Por algún extraño motivo, se quiso convertir el libreto de una peliculita simpática en casi un símbolo del cine independiente. Ganó el Oscar y Diablo Cody salía hasta en la sopa como si fuera Billy Wilder. Éste es su segundo guión. Ya no sé si quiero ver el tercero. La tercera responsable de este subproducto excesivamente publicitado que es Jennifer's Body es su directora, Karyn Kusama, que ya había conseguido en Aeon Flux el prodigio de hacer que Charlice Theron parezca una mujer del montón.

Se presume que Jennifer's body quiere ser una película a medio camino entre la comedia y el terror, de consumo adolescente y, digamos (mucho decir), de culto, con un personaje más o menos emblemático (que no pasa de ser un chiste de mal gusto, mal trazado, mal interpretado y peor resuelto). Lo que en realidad es esta película no pasa de refrito de filmes malos de solemnidad, con tacos que pretenden meter al espectador en el mundo adolescente (¿?), escenas de sexo tan torpes como absurdas y personajes tan tópicos, desdibujados e inexplicables que no parece posible que un estudio dé luz verde a una película como ésta. Me imagino que quiere ser un Carrie moderno. Y se queda en algo tan lamentable, que me ha tenido dos semanas pensando si merecía la pena escribir sobre ello.

Afortunadamente, la gente no se ha tragado el lamentable intento de meter por los ojos Jennifer's Body, el mayor despropósito del año (tiemblo de pensar que, con tanta mujer en el equipo, habría recibido un trato especial si se hubiera hecho en España, gracias a la estúpida aplicación de la Ley de Igualdad...) La película costó 16 millones y ha recaudado en todo el mundo poco más de 18. Yo ya la he borrado de la memoria. Si alguien quiere ver a Megan Fox, que se conforme con los carteles de la película. Maravillas del Photoshop, ahí sale mucho mejor que en la película. Y quien no se conforme con eso, que se busque otras actrices. Que las hay por ahí maravillosas con cuerpos de escándalo y rostros angelicales. De verdad.

jueves, noviembre 12, 2009

'Moon', gran ciencia ficción para debatir

A veces se exagera la calidad de una película basándose en el poco dinero que se ha gastado, en contraposición a la frecuentemente escasa calidad de las superproducciones de Hollywood. Y, para mí, más pequeño no tiene por qué significar mejor. Eso sí, es obligado reconocer que el dinero muchas veces ofrece una espectacularidad que oculta la simpleza de los argumentos. Y que, otras veces, los pocos medios de que dispone un equipo para rodar una película no limitan en absoluta la categoría que esconde. Eso último es lo que sucede con Moon, un filme pequeño, de escaso presupuesto, de un director debutante, casi de un único personaje (¿o tendría que decir dos?), con escasos medios y con un rodaje brevísimo. Pequeño, sí, pero encierra mucho en su hora y media de duración. Sobre todo mucho debate cuando uno termina de ver la película.
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Moon es un tour de force psicológico, una historia humana a la que sólo soy capaz de encontrarle una pega: casi me parece más apasionante la película que sugiere el final que la historia que el director Duncan Jones ha plasmado en la pantalla. Y no revelo más, porque en lo que uno va descubriendo en cada escena, con cada pequeño detalle (las videollamadas de la esposa del protagonista son sensacionales) y con cada gran revelación, reside la esencia de este filme sorprendente, original y sincero. Especial atención, eso sí, a la llamada que Sam hace a la Tierra desde el vehículo de exploración lunar. Una escena tan sincera como preciosa, que además demuestra que el talento no necesita de efectos especiales carísimos para impresionar visualmente.
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La influencia de títulos míticos de la ciencia ficción es evidente, especialmente de 2001. Una odisea en el espacio (en la relación entre el hombre y la maquina, en el diseño de producción), pero cuando uno espera que GERTY, el sustituto aquí de HAL 9000 sea el auténtico protagonista de la historia (en el original, la voz es de Kevin Spacey; una pena haberla visto doblada), resulta que la cosa cambia y se centra en el humano, Sam Rockwell (uno de los periodistas de El desafío. Frost contra Nixon). Rockwell protagoniza un auténtico desafío del que sale más que airoso. Es una película en la que salen ocho actores y uno de ellos sólo con su voz. Aparece en todas las escenas de la cinta, y consigue que el ritmo y el interés no sólo se mantengan sino que crezcan hasta hasta el final. Y, por si acaso, me apunto el nombre de Dominique McElligott, que da vida y algo especial a la esposa del protagonista.
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Siendo 2001 la esencial, se le pueden buscar muchas influencias a la película, y temáticamente la más cercana puede ser Solaris (aunque allí la obsesión del astronauta era por la esposa fallecida y aquí es mucho más profunda y rica temáticamente), pero si por algo destaca Moon es por tener una personalidad propia. A pesar de las inevitables influencias, no es un remedo de títulos anteriores. Es una historia fresca, autónoma, interesante y llena de matices. Es lo que tiene que ser la ciencia ficción, una aventura (aquí más de la mente que del cuerpo, a pesar de desarrollarse en el futuro y en la luna) que esté abierta a interpretaciones, a matices, a debates. Y aquí hay mucho para debatir, aunque no se puede hacer sin haberla visto, porque hablar de ello supone robar demasiado de esta película a quien todavía no ha tenido la suerte de disfrutarla.
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La ciencia ficción vive un gran momento. Por el lado de las superproducciones porque el dinero bien invertido en efectos especiales nos permite ver mundos y seres con los que antes sólo podíamos soñar (¿será el Avatar de James Cameron algo más que eso...?). Por el lado de las películas de bajo presupuesto porque las ideas, por mucho que se diga, no se agotan (y hace nada tuvimos el ejemplo de District 9). Yo, como apasionado del género, sólo puedo lamentar que esa carcasa de ficción pueda alejar a algunos espectadores. Y es que Moon merece muchísimo la pena como pieza de género, pero también y sobre todo como película, rodada con precisión y pausa. Y con talento. Con mucho talento.

miércoles, noviembre 04, 2009

Tarantino y yo no nos entendemos

Nos conocemos desde hace 17 años y no, Quentin Tarantino y yo no nos entendemos. Ni creo que lo vayamos a hacer. Según nos presentaron, parecía que podíamos tener algo en común. O eso creí tras ver Reservoir dogs, una película que me llamó la atención positivamente. Pero cuando le conocí de verdad, con Pulp fiction, me di cuenta de que estaba ante una amistad imposible. Éramos incompatibles. Entonces me dijeron que viera Jackie Brown, que me iba a gustar, que era la mejor película de Tarantino y la menos Tarantino de todas. Y tampoco, la verdad. Las dos entregas de Kill Bill fueron una penitencia pagada no sé muy bien por qué culpa, pero las vi. Y me confirmaron que no hay entendimiento posible. Llegamos al día de hoy, cuando caí de nuevo en la trampa. Intentaron reconciliarme con él, ya sabéis, una amiga común que quiere que sus dos amigos se lleven bien. Pero sus Malditos bastardos me han dejado, como poco, indeferente.

Sé que no represento al cinéfilo medio cuando proclamo mi disgusto ante cada película de Quentin Tarantino. Sé que tiene fans enfervorizados que ven una obra maestra casi en cada película que hace este director. Sé que hay quien piensa que Malditos bastardos es su mejor filme (la valoración en IMDB le coloca en el segundo puesto, tras Pulp fiction). Pero yo veo otra cosa. Yo no aprecio la genialidad de unos diálogos que para los suyos son sublimes y para mí charla intrascendente. Yo no veo veo ritmo cinematográfico en unas secuencias que me parecen lentas y lastradas precisamente por tertulias inacabables. Yo no veo actuaciones geniales en personajes idénticos que van pasando de unas películas a otras de su director, cambiando de uniforme y de actor que les da vida. Y, sin sentir un especial rechazo a la violencia en el cine (más bien lo contrario, me gusta cuando la historia lo requiere), no entiendo la forma en que la presenta Tarantino.

Todavía no sé cuál es la historia, de qué va Malditos bastardos. De hecho, la película me pierde ya en su primera escena, un interminable diálogo de casi veinte minutos... que nada tiene que ver con la trama principal. No es más que la presentación del auténtico protagonista de la cinta (no, no es Brad Pitt, aunque la promoción de la película se haya olvidado de todo lo demás con tal de sacar al marido de Angelina Jolie, ni tampoco uno de los bastardos del título), el coronel nazi Hans Landa, interpretado por Christoph Waltz. Veinte minutos en los que no he dejado de preguntarme qué aporta en realidad esa escena. ¿Que los nazis eran muy malos? ¿Que los franceses colaboraban por miedo? ¿Que los judíos tenían que esconderse? ¿Que nuestro protagonista tiene un sentido del humor muy especial? Hace ya algún tiempo leí a un director, cuyo nombre no recuerdo, lamentarse de que el principal problema que tenía el cine actual era la falta de síntesis de la que hacía gala el cine clásico. Tarantino es un buen ejemplo de ello. Para dar una mínima información, rueda secuencias larguísimas.

Las películas de Tarantino se confunden en mi memoria. Si no fuera por la ambientación en la Francia ocupada de la Segunda Guerra Mundial, bien podría pensar que cualquiera de las secuencias que acabo de ver estaban sacadas de Reservoir dogs, de Pulp Fiction o de Kill Bill. No veo originalidad, ni en la forma de rodar, ni en el trazo de los personajes (qué fácil me ha parecido la caricatura de Hitler y Goebbles), ni el tratamiento musical (tenía la sensación de estar escuchando la música de Kill Bill). Nada. Si tanta gente está de acuerdo en que Tarantino es un innovador, tendré que pensar que algo tiene, pero en las conversaciones en las que este director está presente me agarro a la máxima con la que encaro el cine: es una experiencia personal en la que todos podemos tener una opinión, una sensación y un sentimiento distintos.

Mi experiencia con Tarantino, y me perdonarán sus seguidores, es distinta a la de la mayoría. Tiene que serlo, porque Malditos bastardos, como casi todo lo anterior que he visto del director (todo menos Death proof y su segmento de Four rooms), me genera más indiferencia que otra cosa.