sábado, enero 31, 2009

'Valkiria': demasiado heroísmo, demasiada corrección

El tratamiento que Hollywood da a la Historia suele dejar muchos insatisfechos. Siempre hay quien ve alteraciones en la traslación al celuloide que, dicen, invalidan el producto final. Por lo que he podido leer, a Valkiria no se le puede achacar una excesiva inexactitud histórica. Sin embargo, deja cierta sensación de inversimilitud. Hay demasiado heroísmo, hay demasiada corrección, hay un afán desmedido en resaltar la bondad de los protagonistas, de los autores de la conspiración que debía acabar con el asesinato de Adolf Hitler. Demasiadas veces se nos quiere recordar que no todos los alemanes eran nazis. Y demasiado se quiere proteger la figura del héroe, interpretado por Tom Cruise, al que nunca se deja decir en pantalla el tan temido "Heil Hitler". Lo dice una sola vez y lo hace de espaldas a la cámara. El intento casi documentalista de narrar los hechos reales choca frontalmente con estas intenciones proteccionistas, pero no invalidan una buena película histórica de suspense.

Bryan Singer abandona el mundo de los superhéroes que le ha tenido ocupado desde el año 2000 (las dos primeras entregas de X-Men y Superman returns, tres buenas muestras de cómo adaptar un cómic desde el camino más complicado y valiente: sin ser un aficionado juvenil del noveno arte y reconociéndolo públicamente, enfrentándose a las iras de los fans) para ofrecernos una película más que correcta y que cumple con lo prometido. Y eso que había augurios muy negativos (retrasos en las fechas de estreno, rodaje de nuevas tomas...) que hacían temer lo peor. Pero no. Valkiria es un producto muy entretenido. Muy hollywoodiense también, con todo lo que eso supone en una película histórica, pero no por ello menos efectiva. Pesa en su contra un final un tanto carente de garra.

Tom Cruise interpreta al protagonista, el coronel Claus von Stauffenberg, con la profesionalidad acostumbrado en un actor que lleva moviéndose como pez en el agua en el cine norteamericano desde hace casi tres décadas. Hay cierta tendencia a criticar todo lo que hace, confundiendo en exceso el Cruise real con el Cruise actor, pero lo cierto es que es un intérprete profesional y solvente. No es un magnífico actor, no, pero sí que es una estrella. Su cara puede ocupar el cartel de una película y ser el reclamo perfecto. Y en esta ocasión, como ha hecho siempre durante su carrera, se ha rodeado de grandes actores. Entre los secundarios destaca Tom Wilkinson, espléndido como casi siempre, y un Kenneth Branagh al que siempre da gusto ver en pantalla. A Terence Stamp, en cambio se le ve algo monótono, sin aportar mucho a su personaje, lo que no deja de ser una desagradable sorpresa.

Hace un par de años, Valkiria podía haber sorprendido más. Hitler era un personaje muy complejo de tratar a pesar de haber aparecido en centenares de películas y series. ¿El cine se podía permitir el lujo de mostrar a uno de los mayores monstruos de la humanidad como una persona de carne y hueso? El hundimiento respondió para siempre a esa pregunta. El Hitler que interpreta David Bamber (un actor eminentemente televisivo) en Valkiria es muy deudor del de Bruno Ganz en El hundimiento. Queda muy lejos de los logros de Ganz, pero sigue su misma línea. Singer también. Se acerca con extremo cuidado al führer y prefiere no hacerle hablar demasiado. Pero la impresión que genera queda atenuada por el Hitler que ya vimos en la película alemana de Oliver Hirschbiegel.

Valkiria no deja de ser un curioso acercamiento a un episodio algo desconocido de la Segunda Guerra Mundial, una nueva oportunidad de ver un relato histórico de Hollywood (al que, a pesar de la gran cantidad de medios desplegados para recrear de forma admirable el Berlín nazi, le falta espectacularidad en algunos de los tramos que más se prestaban a ello, como las escenas iniciales en el frente africano) tan solvente como de costumbre. Pero no es una película que contaremos entre las grandes, ni mucho menos. Para Cruise, un título más. Para Singer, un regreso al cine realista. Para el espectador, dos horas entretenidas.

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