miércoles, noviembre 12, 2008

'Atrapado en el tiempo': un delirante estudio sobre la naturaleza humana

Atrapado en el tiempo es una de esas películas que llaman la atención de poca gente a priori pero que pocos olvidan después de verla. Admitámoslo, es delirante pensar que pueda tener interés una película que cuenta las peripecias de un hombre del tiempo de una televisión local, malhumorado y gruñón (Bill Murray), cuando va a cubrir en un pueblecito americano la celebración del día de la marmota, para vivir una y otra vez ese mismo día, sin posibilidad alguna de salir de él por motivos absolutamente desconocidos. Lo dicho, delirante. Pero según pasa el metraje, uno se da cuenta de que es una película que explora la propia naturaleza del ser humano, porque da una respuesta a muchos de los interrogantes que cualquier de nosotros podría hacerse en esa situación. ¿Qué harías si tuvieras siempre el mismo día por delante sin que lo que hagas tenga consecuencia alguna al día siguiente?

La respuesta que ofrece Atrapado en el tiempo (¿por qué demonios no se tradujo literalmente el título original, El día de la marmota) es completa y compleja. No ofrece sólo un camino, sino que explora casi todos los posibles a través de escenas cortas y secuencias algo más prolongadas, jugando con maestría con el tiempo cinematográfico, con la elipsis y con el montaje. Desde la faceta altruista que le lleva a prevenir todos los males que suceden en Punxsatawney (que así se llama el pueblo, aunque en realidad la película está rodada en Woodstock), hasta la egoísta que le lleva a tratar de ligarse como sea a cualquier mujer del pueblo primero y después a la productora que le acompaña en el viaje (Rita, Andy McDowell), de quien se va enamorando poco a poco. Esta historia de amor, por cierto, no figuraba tan extensamente en el guión original. Lo único que se esquivó intencionadamente es la faceta violenta. Al protagonista no le da por matar a nadie, aún sabiendo que no tendrá consecuencias.

Después de vista, es difícil imaginarse Atrapado en el tiempo sin Bill Murray (un tipo que, al margen de la calidad de sus películas, admito que siempre me ha caído bien y eso siempre predispone favorablemente para ver un título como éste). Pero no fue la primera opción de su director, Harold Ramis (fue chocante ver tras la cámara a uno de los protagonistas de Cazafantasmas). En un momento dado habló con Tom Hanks para ofrecerle el papel. Y Tom Hanks no lo vio claro. El motivo es muy sencillo: la imagen que todo el mundo tiene de Tom Hanks es de buena persona, mientras que Phil tenía que parecer un tipo amargado, sobrepasado por los acontecimientos que le rodean en algunas ocasiones, imprevisible en otras, pero siempre divertido. Bill Murray ofrece todo eso y mucho más en el que se ha convertido en el papel de su vida. Y eso que tuvo muchas discusiones con el director, porque él quería un acercamiento más filosófico a la historia y Ramis apostaba por algo más cómico.

El envoltorio de comedia no oculta, en todo caso, una de las propuestas fantásticas (¿no lo es estar atrapado en un día que odias durante años y años...?) más arriesgadas de las últimas décadas, una película magnífica y entrañable, divertida y emocionante. Y, sobre todo, un título que, como decía más arriba, perdura en la memoria de quien la ve. Es así porque triunfa en todos los terrenos, en el dramático y en el cómico. El espectador está deseando ver los progresos del protagonista, ver qué se va a inventar para ese día repetido y cómo va a emplear los conocimientos adquiridos en el mismo día que ya ha vivido. Y a todos nos pesa como una losa ese despertador que, invariablemente, a las seis de la mañana, nos despierta con los acordes del I got you babe.

Me encanta el repetido encuentro con ese viejo conocido insoportable (Ned, inolvidable la actuación de Stephen Tobolowsky), sus técnicas para aprender día tras día todo lo que le gusta a Rita para así poder conquistarla, sus intentos infructosos de acabar con su vida e incluso el momento en el que llega a la conclusión de que es un dios ("un dios, no El Dios, al menos no lo creo") por el simple hecho de que no puede morir. Es inolvidable su visita al psicoanalista. El doctor le cree cuando le cuenta que está atrapado en el día de la marmota y le pide seguir viéndole para solucionar el problema. "¿Le viene bien mañana?", le dice, provocando una nueva reacción desesperada y divertidísima. Cada escena es un lujo porque sorprende siempre. Una gozada de película, un pequeño gran clásico, una de las mejores comedias contemporáneas.

Si estáis tentados de felicitar a alguien por el día de la marmota, tenéis que esperar todavía un poco: es el 2 de febrero...

2 comentarios:

Mara dijo...

vaya vaya. Esta peli me volvió loca en su momento... pero la tengo semi olvidada. Creo que es hora de volver a verla, no??

C.C.Buxter dijo...

Una de esas pequeñas joyas tan a menudo despreciadas por estúpidos prejuicios: ¡si es comedia es frívola!

Lo que más me fascina de la película es que, siendo a la fuerza repetitiva y circular, no llega a aburrir en ningún momento; la opresión y el agobio de vivir siempre el mismo día se deja a la canción de Cher y a la famosa Polca de Pensilvania. Además, creo que es un acierto situar la película en un día concreto, paradójicamente festivo, porque de lo contario podría crear simplemente una sensación de rutina, de dejar pasar un día tras otro.

Hace poco ví una película de Adam Sandler inspirada en esta, creo que se llama algo así como "Cincuenta primeras citas", en las que Sandler intenta mantiene una relación sentimental con una chica que cada día pierde la memoria. Sin embargo, y aunque me pareció interesante, no llega ni de lejos al nivel de la de Murray.

PD: Yo tampoco entiendo por qué no se respetó el título original.