miércoles, octubre 29, 2008

'Red de mentiras': Ridley Scott convence pero no se supera

Ridley Scott está en forma. Acumula en los últimos años un puñado de películas notables y su último trabajo, Red de mentiras, es claramente uno de ellos, a pesar de los defectos que presenta. La maestría a la hora de rodar del realizador está presente. El dominio del montaje, también. Actuaciones notables, como en casi cualquier película de Scott. Pero algo no termina de funcionar. Red de mentiras sufre de un problema que no tenía el Scott de las últimas películas. No lo es, pero se hace demasiado larga. Hasta ahora, casi todos sus últimos títulos pedían a gritos más metraje, el que siempre acabábamos viendo en las ediciones en DVD. A Red de mentiras le sobran algunos de sus 128 minutos, algunas vueltas, algunos desvíos. Pero eso no impide que estemos ante un magnífico ejercicio de estilo, un apasionante thriller con trasfondo político. Una buena película, en definitiva, que convence aunque no supere títulos precedentes de su director.

Quizá el principal problema de Red de mentiras es que ofrece muchas cosas que ya habíamos visto en el cine reciente de Ridley Scott. Un escenario problemático como el de Black Hawk derribado. Un choque de culturas como en El reino de los cielos. Una relación entre dos personajes como la de American Gangster (aunque aquí trabajan aparentemente juntos y no son rivales). Un mundo violento como el de Hannibal (a niveles muy diferentes, pero la violencia no deja de ser un instinto primario que puede tener reflejo en pantalla en películas de muy distinta temática). Y quizá haber visto todo eso antes haga de Red de mentiras una película imperfecta. Pero por muy imperfecta que sea, es imposible despegarse de la sensación de que hoy pocos directores saben rodar (la persecución en el desierto de tres coches y dos helicópteros, sencillamente impresionante) o montar (la primera escena en la que aparece Russell Crowe o las conversaciones telefónicas entre éste y Leonardo DiCaprio) como Ridley Scott. Eso le convierte en un genio y cada una de sus películas, al margen de otras consideraciones, en un más que apreciable entretenimiento.

Scott entra en el complejo mundo del terrorismo de origen islamista, ese que el cine parece haber descubierto tras el 11-S y que debe estar dando trabajo en Hollywood a todos los actores de rasgos musulmanes que haya en las agendas de los representantes. No es fácil porque implica muchos riesgos. El principal siempre es el de crear la imagen del bueno y el malo, pero no el único. El reflejo de la sociedad y la cultura que se ve en pantalla depende de mucho más que el uso de un escenario o una lengua. Scott triunfa en ese terreno gracias, a partes iguales, al hábil guión de William Monahan y a su magnífico reparto. No hay una recreación excesiva en la violencia, pero no se esconde. De otro modo, la historia quedaría coja. No se puede hablar de terrorismo sin mostrar atentados. Y la perspectiva de los personajes es la adecuada. Esto no es una clásica película del oeste. Aquí todos mienten. Todos menosprecian en algún momento la vida de los demás. Todos tienen ese lado oscuro que les lleva a replantearse sus vidas en algún momento.

Ese aspecto de la película lo engrandecen los actores. Cada vez me parece menos exagerado decir que Russell Crowe es el mejor actor del momento. No importa el papel que le pongas delante, siempre te ofrece una interpretación nueva, fresca, única. Es sencillamente espectacular el uso que hace en esta película de una mirada por encima de las gafas que impresiona por igual al personaje al que da réplica y al espectador. A pesar de no ser el personaje principal, suyas son las mejores escenas. Y Scott, que ya ha trabajado cuatro veces con él (además de ésta y American Gangster, Un buen año y Gladiator), sabe aprovecharlo de una forma ejemplar. Quedan para siempre en la memoria las escenas de Crowe en su entorno familiar y hablando por teléfono con otros espías. "Estoy salvando a la humanidad, cariño", le llega a decir a su mujer.

DiCaprio se nota que ha aprendido mucho de sus películas con Martin Scorsese (no en vano es el hombre que colocó a Robert De Niro en el firmamento), pero todavía adolece de una falta de recursos que le lleva a mostrar gestos demasiado cercanos en películas muy diferentes. A veces da la sensación de que sigue en Infiltrados, a veces en Diamante de sangre. Pero a veces está sólo en Red de mentiras, y por eso vale la pena también su trabajo. Una sorpresa aún mayor es la de Mark Strong (al que se pudo ver en Syriana), que cierra el triángulo dando vida al jefe de los servicios secretos jordanos con una fuerza inusitada. "Los americanos son incapaces de guardar un secreto. Son una democracia", dice en una de sus escenas con DiCaprio. Su mejor momento, sin embargo, es el encuentro en el desierto con el hombre que quiere insertar en la célula terrorista. Una secuencia impresionante.

No es, ni mucho menos, la película definitiva sobre el terrorismo islamista, aunque sí una interesante reflexión sobre el mundo en el que vivimos y al que hemos desembocado tras una cruenta espiral de odio de la que, por desgracia, todavía no habremos visto los últimos capítulos. Le sobra metraje y le falta trascedencia. Pero es una película notable. Como las que casi siempre hace Ridley Scott.

Red de mentiras se estrena el próximo 7 de noviembre.

domingo, octubre 26, 2008

'Tú y yo', una auténtica e inolvidable comedia romántica

Pocos géneros me despiertan más dudas a priori que el de la comedia romántica. Pocos, muy pocos, me suelen dejar la sensación a posteriori de que ya he visto decenas de veces las mismas situaciones, a los mismos actores, las mismas historias. El deja vú que me deja habitualmente la comedia romántica es el peor enemigo posible para una película. Pero de vez en cuando uno se lleva sorpresas incluso en este género que tan poco me llama la atención. Y eso suele suceder cuando uno rebusca entre los clásicos, claro. Ver Tú y yo ha sido una delicia incomparable, porque es una película auténtica e inolvidable, divertida e ingeniosa, dirigida con buen pulso y, sobre todo, magníficamente interpretada.

Y ante tanta genialidad en la pantalla, uno no deja de preguntarse cómo serán las otras versiones. Porque este Tú y yo de 1957 es en realidad un remake que Leo McCarey hizo de una película de 1938 que él mismo dirigió, también titulada en España Tú y yo (el título original de ésta es Love affair y de su remake An affair to remember), protagonizada por Charles Boyer e Irene Dunne. Ambas películas se rodaron prácticamente con el mismo guión. Y en 1999, la industria de Bollywood hizo su propia versión de esta historia de amor, titulada Mann. También está inspirada en ella (en realidad, en la cita en el Empire State Building de la que hablo luego) Algo para recordar, de 1993, con Tom Hanks y Meg Ryan. Los guiños a Tú y yo en esta película refrescaron la memoria de los norteamericanos, que compraron nada menos que dos millones de copia de aquella en VHS.

Pero la que he visto y me ha entusiasmado es, sin duda, la más conocida de las tres, la protagonizada por el gran Cary Grant y Deborah Kerr. Lo que ya no cabe preguntarse es qué habría pasado si el papel femenino hubiera sido, como pretendieron los cineastas, para Ingrid Bergman, puesto que ya formó pareja con Grant en Encadenados. McCarey creía que entre sus dos versiones "no hay verdaderamente mucha diferencia". "No es otra que la que hay entre Charles Boyer y Cary Grant. Cary Grant jamás ha podido ocultar del todo ese maravilloso sentido del humor que tiene, a pesar de todos sus esfuerzos no puede desembarazarse de él y en esta ocasión tampoco lo logró. Esta es la principal razón por la que la segunda versión, incluso en las más emocionantes escenas de amor, es divertida", añade.

Y es totalmente cierto. Cary Grant es el alma indiscutible de Tú y yo. Él la hace funcionar a un nivel exquisito e inesperado, como hizo funcionar tantas y tantas comedias en su carrera, desde Arsénico por compasión a Historias de Filadelfia. La clase, la gracia, la magia que desprendía este actor no la tenía ni la tiene prácticamente nadie. Y aquí no es la brillante comedia de diálogo que tan bien maneja en películas de Howard Hawks o incluso en los momentos más cómicos de Alfred Hitchcock. En Tú y yo hace un manejo de los silencios envidiable. Aunque todo el mundo piense en Cary Grant al recordar este filme, lo cierto es que no se puede hacer una buena película romántica sin que haya una química envidiable entre la pareja protagonista. Deborah Kerr está igualmente espléndida, simpática en los momentos divertidos, seria en los más dramáticos. Nunca antes habían trabajado juntos. ¡Quién lo diría!

¿Y qué sería de una comedia romántica que no tuviera una canción para recordar? An affair to remember no la cantó Deborah Kerr, sino Marni Nixon, la misma cantante que ya dobló a Kerr en El rey y yo. La canción, por cierto, estuvo nominada al Oscar, pero no ganó. La estatuilla se la llevó la canción de la película La máscara del dolor. Éste fue una de las cuatro nominaciones que logró, sin éxito, Tú y yo: música, vestuario y fotografía. Éste fue el año de El puente sobre el Río Kwai, así que no hubo espacio siquiera para pensar en que Tú y yo pudiera tener nominaciones más importantes. Pero el premio de la memoria del público no hay quien se lo quite.

El punto de partida de la película ya es brillante. Los protagonistas son dos personas sencillas que nunca han tenido verdadera suerte en el terreno amoroso, pero que están comprometidos con sendas parejas que han permitido que el lujo sea ya parte de sus vidas. Él es un galán seductor que se va a casar con una heredera millonaria, caprichosa y superficial. Ella es una cantante retirada que se va a casar con millonario magnate del petróleo, del que quizá está enamorada pero al que respeta por el cariño que le demuestra. Y ambos coinciden en un crucero de lujo antes de que sus compromisos se hagan realidad. Y se enamoran. Casi sin querer. Casi sin darse cuenta. Con una hermosa visita a la abuela de él (qué escenas tan magníficas, de verdad). De la forma más tonta. Conociéndose poco a poco y, en realidad, haciendo lo imposible por no enamorarse.

Y por el camino quedan secuencias memorables. Ese primer beso fuera de cámara (sólo vemos las piernas de la pareja en una escalera), ese alejamiento autoimpuesto para no comprometer su futuro (sobre todo cuando se sientan a cenar espalda contra espalda o en esa conversación que tienen con él dando vueltas a una escalera) o la cita en el Empire State Building, que para cualquier apasionado de Nueva York es otro hermoso detalle. Es una genialidad plantear una cita seis meses después, tiempo más que suficiente para saber si realmente se quieren y si pueden vivir sus vidas sin el lujo que les rodea. Y es una genialidad ver cómo se desenvuelven ambos protagonistas en la vida real, con un trabajo y con un objetivo inigualable: el amor verdadero. Y es una secuencia sencillamente magnífica la espera de Cary Grant en lo alto de la torre neoyorquina bajo una tormenta. O el emotivo reencuentro entre los enamorados. O la resolución de la película. ¡Qué película tan bonita, de verdad!

miércoles, octubre 22, 2008

El Hombre sin Nombre, la quintaesencia del spaghetti western

El western es sin duda el género más norteamericano del cine. Pero hay un subgénero del western que no tiene nada que ver con Hollywood. Se trata del spaghetti western. A mediados de los 60, desde Europa también se quiso explotar el filón. Estas películas solían estar producidas por un estudio italiano, contar con un reparto europeo y muchas veces bastante español y, en algunas ocasiones, contaban con una estrella norteamericana. Los rodajes en España (Almería se convirtió en el paraíso de este subgénero) llevaban a los guionistas a ubicar sus historias en la frontera estadounidense con México. Los escenarios siempre tenían un aspecto sucio, usado, algo decandente. Pocos duda de que la quintaesencia de ese subgénero está en la trilogía del Hombre sin Nombre, las tres películas que rodó Sergio Leone con Clint Eastwood como protagonista.

Eastwood no había conseguido todavía dar el salto al cine y era por aquel entonces la estrella de la serie de televisión Rawhide, también un western. Y Sergio Leone, con quien había pupitre en sus años de estudiante, se acordó de él tras no poder conseguir a Henry Fonda, James Coburn o Charles Bronson. La película iba a llamarse El magnífico extranjero, pero apenas tres días antes del estreno cambió su título por el de Por un puñado de dólares. En realidad, se trataba de un remake no autorizado de la japonesa Yojimbo, de Akira Kurosawa (que demandó y arruinó a la productora, que no pudo pagar a Leone por su trabajo... casi obligándole a seguir en el futuro el camino abierto por este film). Y aunque mucha gente piensa que este fue el primer spaghetti western de la historia, cuando se rodó ya había en torno a una veintena de películas del subgénero. Sí fue la primera en tener distribución internacional, aunque a Estados Unidos llegó nada menos que tres años después de su rodaje.

Por un puñado de dólares, con su escaso presupuesto, tiene mucho de icono. Por un lado, la apariencia del Hombre sin Nombre (a la que Eastwood contribuyó mucho, sobre todo los cigarros negros que compró en una tienda en Beverly Hills). Por otro, la inolvidable música de Ennio Morricone (látigos, campanas y coros que rompieron la apariencia habitual de la música de western americano), compositor que al principio no convenció a Leone, hasta que escuchó la música con la que el genial músico abre la película. El propio Leone explica la diferencia entre el western tradicional y el suyo: "En John Ford se mira por la ventana con esperanza. Yo muestro a alguien que tiene miedo de abrir la puerta. Y, si lo hace, recibe una bala entre los ojos". La violencia, por tanto, es una de las características del género (la que más recelos despertó, sobre todo en Estados Unidos) y está muy presente a lo largo de toda la película.

El gran e inesperado éxito de taquilla provoca que Eastwood y Leone vuelvan a unir fuerzas apenas un año después. Como en la primera película, Leone vuelve a contar con Gian Maria Volonté como el villano de la función (si es que se puede hablar de héroes y villanos en un escenario tan inmoral como el de estas películas), y completó el trío protagonista con un soberbio Lee Van Cleef. El título de la película hace referencia a la introducción en la trama de los cazadores de recompensas, tipos que iban viajando por los pueblos del oeste capturando (normalmente más muertos que vivos, en línea con la violencia deseada) a los delincuentes de los carteles de Se busca. Con un mayor presupuesto, Leone realza todas las cualidades de su primera cinta del subgénero, sobre todo con un precioso final, la apoteosis de su técnica de montaje y primeros planos, realzada con belleza por la música, de nuevo, de Morricone.

La muerte tenía un precio multiplica el éxito de Por un puñado de dólares. Y, de paso, el reconocimiento internacional de Sergio Leone. Una tercera película era casi obligada, y ahí Leone cumplió con un sueño infantil: la guerra de secesión americana. Con mucho más dinero, rodó la película más ambiciosa y compleja de las tres, la más larga y la más cruenta (como evidencia la absurda pelea entre los ejércitos del Norte y del Sur por el puente, un claro mensaje antibelicista, o la codicia sin límite de los tres protagonistas). Eli Wallach sustituye a Volonté como el aparente villano de la historia y aporta un mayor toque de humor que su predecesor y sus dos compañeros de reparto. Muchos de los hallazgos de El bueno, el feo y el malo ya estaban en sus dos predecesoras, sobre todo en La muerte tenía un precio (el duelo final no es más que una recreación del anterior añadiendo un pistolero más), pero la ambición y, sobre todo, la mezcla con el episodio bélico, hacen que ésta sea la más recordada de las tres.

El Hombre sin Nombre en realidad tuvo tres. En Por un puñado de dólares, era Joe. En La muerte tenía un precio, Monco. Y en El bueno, el feo y el malo, además de ser el primero de los tres personajes citados (inolvidable la presentación de los tres, superponiendo el sustantivo que le correspondía a cada uno con un rótulo en pantalla), era simplemente el Rubio. No es el mismo personaje, aunque la iconografía, los comportamientos, la consira cínica y los ojos entornados sean los mismos. Pero esa es la magia del cine. Y la quintaesencia del spaghetti western.

domingo, octubre 19, 2008

Me gusta el plan de Marvel

Quienes en su día se quedaron en el cine a ver los títulos de crédito completos de Iron Man, o quienes tengan ya la película en DVD, pudieron ver una escena en la que Samuel L. Jackson, interpretando a Nick Furia, el líder de SHIELD, le hablaba a Tony Stark del Proyecto Vengador. Era la muestra más evidente de que las últimas películas basadas en superhéroes de Marvel Comics iban a introducir una nueva variante en el cine moderno. Se estaba consolidando la creación de un universo cinematográfico interconectado, tal y como están las vidas de esos personajes en el cómic. En la misma Iron Man había una segunda muestra que pasó bastante más desapercibida:

Si os fijáis en la pantalla que hay debajo del brazo derecho de Tony Stark, lo que se ve es un diseño del escudo del Capitán América. Sin duda, una elegante manera de preparar el terreno para el cada vez más cercano salto a la gran pantalla del héroe más patriótico de Marvel. Pero es que el plan tenía un nuevo paso que todavía no habíamos visto. En la edición en DVD de El increíble Hulk se podrá ver un comienzo alternativo de la película que Bruce Banner (Edward Norton) se va al Ártico con la intención de acabar con su vida y poner fin a su pesadilla. Antes de que logre su objetivo, se transforma en Hulk y éste sale de allí con uno de sus poderosos saltos. Su fuerza provocará que se rompa el hielo y deje al descubierto una conocida figura que se puede intuir en la imagen de abajo.

Además de la secuela de Iron Man (en la que su director, Jon Favreau, ya ha adelantado que SHIELD tendrá protagonismo... lo que apunta a que veremos más al Nick Furia de Samuel L. Jackson) y la esperada adaptación de Thor (proyecto que ahora parece estar en manos de ¡¡¡Kenneth Branagh!!!), el siguiente filme Marvel a estrenar dentro de este magnífico plan será precisamente Capitán América, que contará con el sugerente subtítulo de First Avenger (El primer Vengador). No hay todavía director ni protagonista para este filme, cuyo estreno está previsto para 2011, pero ya se sabe que el guión situará la historia en sus orígenes: en la Segunda Guerra Mundial. En otras palabras, lo más normal es que veamos el enfrentamiento original con el nazi Craneo Rojo, que finaliza con el accidente que deja al Capitán América enterrado en el hielo, en animación suspendida y a la espera de revivir en nuestros días.
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Con Iron Man, Hulk, Thor y Capitán Ameríca, Marvel dará el siguiente paso en la evolución, la película sobre los Vengadores con la que tanto tiempo llevan soñando los fans. La idea es hacerla con los mismos actores que las películas de cada héroe individual, lo que dará una cohesión al Universo Marvel cinematográfico (Marvel ya fue la primera casa en crear en el mundo del cómic el concepto de universo para todos sus personajes, que hasta entonces vivían sus aventuras en solitario y sin influir en los demás) nunca vista hasta ahora en las adaptaciones al cine de cualquier cómic. DC planeó una adaptación de la Liga de la Justicia (ahora congelada, si no definitivamente cancelada) en la que, por motivos económicos, no pensaba contar con Christian Bale como Batman ni Brandon Routh como Superman. El plan de Marvel, además de dotar de una calidad interpretativa al proyecto, es mucho más sugerente que el de DC. Yo ya me estoy frotando las manos...

jueves, octubre 09, 2008

Otra lista con las mejores películas

La inagotable ambición de elaborar una lista con las mejores películas de la historia tiene un nuevo hito. La revista Empire ha creado una nueva clasificación con la opinión de 10.000 lectores, 150 personalidades de Hollywood y 50 críticos. El objetivo, encontrar las 500 mejoras películas de la historia (no hay una lista clara para consultar, pero si alguien quiere bucear en el ranking, puede hacerlo aquí). Y como todas estas listas es muy discutible y debatible... ¿Pero quién se resiste a analizarla...?

Según esta encuesta, la mejor película es El padrino. La verdad es que, como película, siempre he tenido una mayor debilidad por El padrino II (que está en el puesto 19), pero la verdad es que el Vito Corleone de Marlon Brando es mucho Vito Corleone... La tercera entrega de la saga no consigue colarse entre las 100 mejores, pero Francis Ford Coppola sí logra colocar a Apocalypse Now en el puesto número 7. Sólo él y Steven Spielberg pueden presumir de tener dos de las diez películas más valoradas.

Y es que el segundo puesto es para En busca del Arca perdida. Siempre me ha parecido el mejor Indiana Jones (lo mantengo tras el estreno de la entretenidísima cuarta entrega, El reino de la calavera de cristal), y su lugar, tan arriba en la tabla, me parece un más que merecido a Spielberg. El espléndido y a veces menospreciado director norteamericano, el tipo que más me ha hecho adorar el cine en toda mi vida, coloca otras tres películas entre las cien primeras: Encuentros en la tercera fase (59), E.T. (47) y La lista de Schindler (44).

La sensación de satisfactoria redención (siquiera con esta lista que, no hay que olvidar, no es más que una encuesta) se acrecienta cuando en el tercer puesto se encuentra El Imperio contraataca. La influencia de la saga galáctica de Lucas es inmensa, sus méritos cinematográficos innegables y su papel como icono social y cultural de las últimas cuatro décadas sencillamente indiscutible. La guerra de las galaxias ocupa además el puesto 22 y El retorno del Jedi el 91. La nueva trilogía no aparece. Y yo que sigo pensando que La venganza de los Sith no tiene nada que envidiar a sus predecesoras (vale, El Imperio está por encima de todo, pero las otras dos...)

Para encontrar la mejor película de Martin Scorsese hay que bajar al puesto número 6, donde encontramos Uno de los nuestros (¿la mejor...? ¿Y Taxi driver...? ¿Y Toro salvaje...?). La mejor de Billy Wilder es El apartamento (probablemente, aunque eso habría que debatirlo...), que está en el puesto 11. La de Stanley Kubrick, 2001 (lo comparto plenamente), en el 16. La de Ridley Scott, Blade Runner (sin duda), en el puesto 20. La de Alfred Hitchcock, Vértigo (estoy de acuerdo), en el 40. La mejor de Tim Burton, Eduardo Manostijeras (lo aplaudo, siempre he pensado que es su obra maestra), en el 66. Y las sorpresas llegan cuando se busca los títulos que casi siempre suelen encabezar estas listas, Casablanca y Ciudadano Kane. La primera ocupa el puesto 17 y la segunda cae nada menos que hasta el 28.

La lista de las 100 mejores deja sorpresas. Entre los diez primeros, encuentro dos de las películas más populares de los últimos tiempos... y que menos aguanto. Pulp Fiction, de Quentin Tarantino, ocupa el noveno lugar y El club de la lucha, de David Fincher, el décimo. Nunca he visto la genialidad de Tarantino (y esta película no logró dejar recuerdo alguno en mi memoria), sí la de Fincher aunque ésta me parece, de largo, su peor y más tramposa película. Con lo revolucionarias que me parecen Seven y Zodiac, y que sea El club de la lucha su película más popular...

También es bastante sorprendente que en el género más americano por antonomasia, el western, las película realizadas en Hollywood dejen paso a las europeas. La mejor cinta del oeste según este ranking sería Hasta que llegó su hora (14), seguida por El bueno, el feo y el malo (25). Hasta que llegó su hora es, precisamente, la mejor película no americana. Españolas sólo hay una, El espíritu de la colmena, en el puesto 93. En cuanto a los musicales, no hay duda: Cantando bajo la lluvia es el mejor (puesto octavo), aunque se echa de menos a West Side Story. Para encontrar la mejor película animada hay que descender hasta el puesto 99: Toy story. Y también discrepo, claro. Echo en falta muchos títulos, pero mi favorito sigue siendo La Bella y la Bestia. El mejor Bond, el último hasta la fecha: Casino Royale.

La fantasía y la ciencia ficción salen muy bien paradas en esta lista. El puesto 15 para El Caballero Oscuro corona a la maravillosa recreación del mundo de Batman que ha hecho Christopher Nolan como le mejor película basada en un cómic (Batman begins aparece en el puesto 81). Las tres partes de El Señor de los Anillos se cuelan entre las cien primeras, aunque discrepo del orden (La comunidad del Anillo en el 24, El retorno del Rey en el 34 y Las dos torres en el 54). Y hay grandísimas sorpresas como Terroríficamente muertos, la segunda entrega de la alocada saga Evil Dead de Sam Raimi (49) o Regreso al futuro (23), además de las dos primeras entregas de Alien (la segunda, de James Cameron, supera en dos puestos a la primera, de Ridley Scott; discrepo abiertamente, claro...) o Terminator 2 (puesto 35, la primera no aparece).

Y todavía tengo trabajo... De las 100 mejores, he visto 71, así que me quedan por ver nada menos que 29... Hay tantas películas y tan poco tiempo...

martes, octubre 07, 2008

10 PELÍCULAS... diez besos inolvidables

Un beso, un simple beso. Un gesto tan sencillo como hermoso basta para hacer historia en el cine. Casi todas las películas, sean del género que sean, tienen un beso. ¿Cómo no tenerlo...? Muchos han pasado a la historia por los más variopintos detalles. Muchos faltarán de esta pequeña lista, porque seguro que casi todo el mundo tiene al menos un beso de cine imborrable en su memoria. Los hay de todo tipo, pero el beso que siempre se recuerda es el beso de amor. Uno como éstos.
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ADIVINA QUIÉN VIENE ESTA NOCHE (1967)
El beso de Adivina quién viene esta noche pasó a la historia por ser un osado reflejo de su tiempo. En unos años 60 en los que el amor interracial empezaba a ser algo más o menos habitual (sin embargo, el matrimonio entre personas de distinta raza era todavía ilegal en 14 estados norteamericanos cuando se gestó el proyecto), la película que dirigió Stanley Kramer se erigió como un grito social. El filme empezaba prácticamente con este beso, rodado con una maestría y una elegencia poco usual. A través del espejo retrovisor de un taxi. Seguro que más de un espectador se frotaba los ojos y dudaba que hubiera visto lo que realmente había visto. El beso entre Sidney Poitier y Katharine Houghton ya había roto barreras.
CASABLANCA (1941)
La película más romántica de la historia es más recordada por sus frases antológicas que por sus besos, pero cuando ambas cosas se fundían en pantalla algo mágico surgía. Pocas veces una pareja ha desprendido tanta química como la que formaban Humphrey Bogart e Ingrid Bergman. En el flashback en el que vemos a sus personajes en Francia ("siempre nos quedará París"), son varios los besos que se dan. Pero destaca uno, el que se dan después de que Ilsa le diga a Rick que "el mundo se desmorona y nosotros nos enamoramos". "Bésame... Bésame como si fuera la última vez", le dice ella. Ilsa sabe que es realmente la última vez que se besarán. Rick lo desconoce. Y esa ignorancia, además de explicarnos por qué el alcohol era el único refugio que tenía al volver a verla en Casablanca, lo hace aún más hermoso.

DE AQUÍ A LA ETERNIDAD (1953)
Quizá el más famoso de la historia del cine, una inolvidable imagen de Burt Lancaster y Deborah Kerr devorados por las olas, tumbados sobre la arena y besándose apasionadamente. Y curiosamente es una escena que parte de un momento tremendamente romántico pero que acaba en pelea de enoramorados (adúlteros, eso sí). "Nadie me ha besado como lo haces tú", le dice ella. Y así, de esa forma tan inocente e inesperada, se inicia una discusión, generada por las dudas del hombre y las fantasías anteriores de la mujer. Son las horas previas del ataque japonés a Pearl Harbor. Y la tragedia que está por venir hace aún más valiosos los besos que se han dado.

DESAYUNO CON DIAMANTES (1961)
¿Qué más necesita un beso para crear una imagen hermosa y romántica? Blake Edwards tenía clara la respuesta: la lluvia empapando los cuerpos y, sobre todo, los rostros de los dos enamorados. Y también un gato. Y los acordes de la inolvidable Moon River de Henry Mancini. El mejor final posible, mostrando el beso desde cuatro ángulos diferentes partiendo desde un primer plano, para una de las comedias románticas más bonitas que se hayan visto nunca. No hacían falta palabras, sólo dos miradas, para saber lo mucho que se querían. Y el beso entre George Peppard y Audrey Hepburn era sólo cuestión de tiempo. Si la magia existe en el cine, esta película y esta escena en particular se acercan mucho a ella.

DUELO AL SOL (1946)
Una historia de amor y odio sólo puede finalizar con un beso apasionado. Duelo al sol es el mejor ejemplo de ello. Sólo al final, cuando están a punto de morir, la salvaje mestiza interpretada por Jennifer Jones y el arrogante vaquero al que da vida Gregory Peck se dan cuenta de lo que realmente sienten el uno por el otro. Un "te quiero" cambia los disparos por el deseo de darse un último beso. Ella se arrastra con sus últimas fuerzas, con un esfuerzo agónico y casi sobrehumano, intentando llegar hasta él para demostrar que también le ama. Sus cuerpos, empapados en sangre, sudor y lágrimas. Y tras el lamento por los besos que ya nunca más se darán, sólo queda el silencio.
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EL IMPERIO CONTRAATACA (1980)
Lo llevábamos esperando desde la primera película, cuando en La guerra de las galaxias Han se pregunta si una princesa y un tipo como él tendrían futuro. Pocas veces habremos escuchado una frase de un hombre para convencer a una mujer como "Te gusto porque soy un sinvergüenza. ¿No quieres un sinvergüenza en tu vida?" y que la escena acabe en beso. Y aunque ella dice que le gustan los hombres decentes, princesa y sinvergüenza, Carrie Fisher y Harrison Ford, se besan mientras suena el más hermoso tema de amor que haya compuesto nunca el maestro John Williams. ¿A quién le podía importar en ese momento el acoplamiento de energía del flujo inverso, 3PO...?

ENCADENADOS (1946)

La censura tenía antes normas muy estrictas que afectaban incluso a los besos más inocentes. Fueran como fueran, el contacto entre los labios no podía durar más de tres segundos. De lo contrario, se cortaba la escena. ¿Qué hizo el genial Alfred Hitchcock? Encadenar esos tres segundos a lo largo de una secuencia de dos minutos y medio, creando el que en su día se conoció como el beso más largo de la historia del cine. Cary Grant e Ingrid Bergman se besan una y otra vez, sin que apenas se rompa el contacto físico entre ambos. Se mueven entre el balcón y la habitación, una conversación de teléfono se produce entre tanto. "Nuestro amor es bastante extraño". "¿Por qué?". "Porque a lo mejor tú no me quieres". "Cuando deje de quererte ya te avisaré". "¿Pero me quieres?". "Los actos importan más que las palabras". Sin duda.


LA DAMA Y EL VAGABUNDO (1955)

Disney también ha sabido siempre enseñar el lado más romántico del amor. Incluso cuando sus protagonistas son animales. ¿Quién no recuerda con inmenso cariño la escena del beso de La Dama y el Vagabundo? Ese momento inadvertido, robado y hermoso en el que los dos enamorados juntan sus labios por culpa de un traicionero espagueti. Y cómo ella aparta la mirada, algo avergonzada pero consciente de ese amor. Y de cómo él, como gesto romántico, le ofrece la última albóndiga del plato. Y todo ello mientras suena una canción llamada Bella notte. Sí, incluso Disney sabía cómo era el amor, aunque tuviera que contarlo con protagonistas del mundo animal, a veces más humanos que los hombres y las mujeres...


SPIDER-MAN (2002)

Cuando el héroe es Spider-Man y la chica es Mary Jane, sólo hay una forma de hacer creíble un beso: con el héroe boca abajo, colgado de una de sus telarañas. Tanto gustó la escena y tanto marcó romántico el tono de la película, que hay referencias a esta secuencia en las otras dos partes de la saga del superhéroe arácnido. En la vida real, un beso así es difícil, y más si se hace bajo la lluvia (¡pero qué romántico queda el aguacero!). Tobey Maguire lo pasó muy mal rodándola, viendo como su nariz se llenaba de agua. Y como la boca la tenía ocupada besando a Kirsten Dunst, respirar se hacía difícil. Pero todo vale la pena por un beso así. ¿Quién no ha soñado con tener poderes arácnidos después de ver esta escena...?

TENER Y NO TENER (1944)

Humphrey Bogart y Lauren Bacall acabaron siendo pareja en la vida real. No es de extrañar viendo el beso de Tener y no tener. "¿Por qué has hecho esto?", le pregunta él después del primer beso. "No estaba segura de si me gustaría", dice ella, dando comienzo al juego que, en realidad, llevaban ya entablando toda la película. "¿Y cuál es el veredicto?", añade él. "Todavía no lo sé", sentencia ella antes de besarle de nuevo. Esa escena finaliza con una inolvidable Lauren Bacall elevando para siempre la temperatura de los cines, las salas de estar y cualquier lugar en el que se vea esta película. "Sabes cómo silbar, ¿verdad, Steve? Sólo tienes que juntar los labios y soplar". Su mirada valía más incluso que el beso. Inolvidable.