miércoles, julio 30, 2008

¿Qué pasó con Kathleen Turner...?

Viendo El honor de los Prizzi, esa divertida sátira sobre la mafia que rodó John Huston en 1985, uno se pregunta dónde demonios está hoy en día Kathleen Turner... En los años 80, estaba en la cumbre. Cuando derritió a tantos espectadores con su impresionante papel en Fuego en el cuerpo, de Lawrence Kasdan, tenía 26 años y era una actriz debutante. Después formó pareja con otro nombre emergente por aquellos años, Michael Douglas, en tres películas: la entretenidísima Tras el corazón verde, su algo sosa secuela La joya del Nilo y la muy recomendable comedia negra de Danny de Vito La guerra de los Rose. Entre medias, había trabajado con grandes directores, con Huston en El honor de los Prizzi y con Francis Ford Coppola en esa pequeña joya algo olvidada que es Peggy Sue se casó.

Y con el final de la década de los 80, las apariciones de Turner se hicieron cada vez más esporádicas, cada vez más secundarias... Hasta que prácticamente desapareció. Verla en Friends interpretando al padre (sí, sí, al padre...) de Chandler es lo más importante que ha hecho en los últimos 20 años, junto con un puñado de apariciones en el teatro y también en la televisión. ¿Y el cine? ¿Qué pasó con el cine? ¿Abandonó Kathleen Turner la pantalla grande o fue al revés, fue Hollywood quien decidió que no tenía nada que ofrecer a una actriz fascinante como ella? Aunque las dos cosas son ciertas en parte, la respuesta es tan obvia como triste. Hollywood y la temida tiranía de la edad tienen la culpa.

Kathleen Turner confesó hace tiempo que el cine no lo es todo. "Aprendí hace años que adoro actuar y pienso que es casi la mejor forma de sentirme viva, pero realmente quiero una buena vida. Llevo casada 17 años (con Jay Wess; curiosidades de la vida, se acabó divorciando de él en 2007, seis años después de pronunciar esta frase y tras 23 años de matrimonio), tengo una hija de 13. Tengo una adorable vida familiar, con buenos amigos que no forman parte del negocio... y no tengo deseo alguno de ponerlo en peligro persiguiendo sólo una buena carrera", dijo hace ya algunos años la actriz.

Pero todos sabemos que Hollywood no perdona el paso del tiempo, especialmente a las actrices. Y mucho más si la carrera de esa actriz en cuestión, como fue el caso de Kathleen Turner, se basa en personajes con una sexualidad muy marcada. "Cuando llegué en torno a los 40, los papeles empezaron a frenarse. Me empezaron a ofrecer que interpretara madres y abuelas. Diría que el punto de corte hoy para papeles femeninos protagonistas los 35 o40 años, que es cuando la mitad de los hombres empiezan su carrera en Hollywood. Es una terrible doble vara de medir", explica.

Y esa discriminación que Hollywood tiene tan interiorizada se lleva por el camino a actrices espléndidas. A Kathleen Turner sólo la pudimos disfrutar en plenitud poco más de una década. Después hubo que empezar a buscarla en la segunda fila del reparto o en algún papelito en televisión. Lo positivo del asunto es que a la actriz no pareció importarle demasiado. "Cuando tenía 20 años, tenía muchas inseguridades y buscaba la aprobación de todo el mundo. Cuando llegué a los 40 y ahora a los 50, te levantes y piensas: "que te jodan, no nocesito probarme más", y eso te hace sexy". Lo lleva bien, sí, pero para el espectador se ha quedado húérfano. Para poder verla tenemos que recurrir al DVD... Qué pena...

martes, julio 22, 2008

'El Caballero Oscuro', sencillamente insuperable

El Caballero Oscuro es la mejor adaptación cinematográfica que jamás se ha hecho de un cómic. Así, sin más, sin medias tintas, sin ambigüedades de ningún tipo. Es la mejor. De largo. Pero no es sólo eso. Es también una de las películas más rompedoras, salvajes, perturbadoras, dramáticas y revolucionarias que se han hecho en años. Habrá quien piense que exagero por estar hablando de cine de superhéroes. Yo lo que pienso es que muchos caerán en el error de menospreciar este filme por el hecho de que su protagonista lleve una capa y una capucha, por su origen en las viñetas y porque el merchandising sea para algunos ejecutivos más importante que la propia película. Pero los 150 minutos de El Caballero Oscuro son el mejor ejemplo de cómo llevar el cine de acción a sus límites y sobrepasarlos, de cómo poner la historia y los personajes por encima de la espectacularidad visual y logren que ambos sean sobresalientes, en definitiva de cómo hacer cine, magnífico cine.

Hace sólo tres años, Christopher Nolan construyó un nuevo universo cinematográfico para Batman. Lo hizo anclado en la realidad y respetando la esencia más fantasiosa del personaje que durante décadas ha crecido en el cómic. Hubo casi completa unanimidad en reconocer Batman Begins como el mejor filme que se había hecho nunca de uno de los héroes más destacados de DC Comics y uno de los mejores con un superhéroe como protagonista. Tres años después, Nolan ha roto, para bien, todas las fronteras que podía tener ese universo. Ha rebasado todos los límites narrativos, visuales y de personajes que podía haberse marcado con su primera incursión en este mundo. Ha ofrecido lo que parecía imposible y ha superado las altísimas expectativas que había puestas en esta secuela, demostrando que se puede hacer cine del bueno dentro de un subgénero como el de superhéroes y en una segunda parte.

Lleva el cine norteamericano ya unos cuantos intentos de demostrar que ha superado el impacto psicológico del 11-S. Todo lo anterior eran fuegos artificiales en comparación con lo que ofrece El Caballero Oscuro. Y (casi) todo eso es gracias a una espeluznante composición del Joker. Heath Ledger se despidió a lo grande del mundo del cine. Es inútil trazar comparaciones entre su personaje y el Joker que hizo Jack Nicholson para el Batman de Tim Burton. Aquel nadaba en un mundo de fantasía y éste lo hace en uno realista. Los dos son sencillamente perfectos. Pero el terror que desprende la risa psicopática de Ledger no tiene igual. Ledger borda su papel en todos los sentidos. Nolan ha sabido entender al personaje como muy pocos lo han hecho. Entre ambos, han tejido una criatura siniestra, perversa, psicótica y malévola, sin por ello renunciar al toque cómico que siempre ha tenido el payaso príncipe del crimen. Un retrato inolvidable.

Christian Bale, que ya se había convertido en el Batman perfecto en la primera película de la saga, progresa en el personaje de forma tan natural como magistral. Es Más Bruce Wayne que hace tres años y es más Batman que hace tres años. Su juego con la voz, ayudado seguramente por la tecnología digital, es portentoso. Y, como en el caso del Joker, lleva su papel al extremo en todos los sentidos. Eso es algo que en este tour de force cinematográfico hacen todos los actores, desde Michael Caine y Morgan Freeman repitiendo sus roles de Batman Begins, hasta los nuevos Aaron Heckhart (magnífico como Harvey Dent a lo largo de todas las etapas de su personaje) y Maggie Gyllenhaal (dejando a la altura del betún a su predecesora en el papel de ayudante del fiscal, Katie Holmes). Decir más de cualquiera de ellos supone arruinar las sorpresas de la película, muchas, brillantes y que, afortunadamente, esta vez la promoción no se ha encargado de frustrar.

Otro de los prodigios que acomete con nota Christopher Nolan es la destrucción literal de la estructura cinematográfica tal y como la conocemos. "Bienvenido a un mundo sin reglas", dice el eslogan de la película. Y es cierto, tanto en la forma como en el fondo de la película. Nolan pasa del instante más brillante al plano más oscuro, de la comedia más inteligente al drama más terrorífico, de una historia de mafia a otra psicópatas. ¿Introducción, nudo y desenlace? ¿Para qué? Su historia va mucho más allá y vive media hora de introducción y dos horas de clímax. Hay tantos momentos que colocan al espectador en el borde de la butaca, que uno pierde la cuenta con facilidad. Y por eso la sensación de montaña rusa es constante. No hay bajones en el ritmo, hay un crescendo impresionante, un guión memorable y una actuaciones irrepetibles. Y todo ello lo consigue Nolan sin perder la perspectiva clásica que tiene su encuadre, sin volverse loco buscando la pirueta imposible, primando la historia por encima de todo lo demás.

Estamos ante una joya, ante uno de los títulos más importantes de la década. Las dos horas y media de El Caballero Oscuro no se contemplan. Se devoran. El poder hipnótico que tiene esta película hacía mucho que no se veía en una pantalla. La fuerza de los personajes de esta durísima historia de terror urbano, tampoco. Sencillamente, una película grandiosa que ya tiene un hueco en la historia del cine. Como decía, habrá quien piense que exagero. Pero son tantos los momentos de El Caballero Oscuro que se me han quedado grabados para siempre en la retina, que decir menos de lo que he dicho sería no hacer justicia a lo que acabo de ver. Ya estoy deseando volver a verla.

Nota: Por desgracia, en España no se podrá ver la película hasta el 13 de agosto. Hoy se han celebrado pases para la prensa tanto en Madrid como en Barcelona, y yo he sido uno de los afortunados que ha podido estar en el primero.

domingo, julio 20, 2008

Un feliz regreso a Narnia

Las crónicas de Narnia han llegado tarde al cine. Sí, es cierto que hace un par de décadas no existía la tecnología que hoy las hace creíbles, pero estas películas, hechas hace 20 o 25 años, formarían parte hoy del imaginario colectivo de quienes entonces eran (éramos) niños, como Lady Halcón, Dentro del laberinto o Cristal oscuro. Lo tienen todo: protagonistas con los que te puedes identificar, magia e imaginación, grandes batallas, animales fantásticos... Pero tienen un problema. Se han hecho ahora. El problema no es de las películas, sino del espectador. Los niños ya no miran igual este tipo de películas, ya no las aprecian como lo hacían en los años 80. Quizá eso explique en parte que esa segunda entrega de Narnia, El Príncipe Caspian, no haya tenido un enorme éxito económico. Quizá.

Lo ciero es que El Príncipe Caspian es un regreso a Narnia de lo más feliz para un espectador medio como yo, ajeno por completo a la mitología literaria de este mundo fantástico. La película se mueve en dos peligrosas balanzas. En la primera hay que pesar el grado de originalidad de una saga que llega a los cines cuando hay una saturación de historias de niño-joven que salva al universo fantástico de su destrucción. Gana con creces. Ya quisiera la sobrevalorada saga de Harry Potter tener toda la magia que tiene Narnia en la pantalla. En la segunda, se enfrenta al bagaje visual de la saga de El Señor de los Anillos. La influencia de la trilogía de Peter Jackson es tal que está devorando todo lo que viene detrás. Tras una hora inicial en la que Narnia corre el serio riesgo de sucumbir a ese mal de rodar todos los planos como lo hizo Jackson (algo que acusó muchísimo, por ejemplo, Eragon), la hora final nos saca de dudas. Aquí también gana.

Pero, y tiene que haber un pero, a Narnia le pueden dos males del cine actual, que son los que llevan las dudas a sus potenciales espectadores. En este mundo políticamente correcto que nos rodea, hay dos cosas que el cine no puede ofrecer a niños ni jóvenes: sexo y sangre. Lo primero es obvio que no encaja demasiado en Narnia, pero lo segundo es imprescindible, y más cuando la oferta de esta segunda película de la saga pasa por dos grandes escenas de batalla. Ambas son sublimes, salvo en un pequeño detalle: no se ve ni una sola gota de sangre. Se intuyen algunas muertes, alguna incluso se llega a ver. Pero algo falta. No hace falta crudeza ni recrearse en casquería, pero tampoco es necesario esconder lo obvio. Que la más duro que se vea en algunos momentos sean algunos rasguños en los rostros de algunos personajes y que un ratón pierda el rabo lo dice todo. Con todo, es bastante evidente (y agradecido) el tono más oscuro que en la primera película.

El segundo mal que aqueja a El Príncipe Caspian es la duración de la película, que se acerca a los 140 minutos. Demasiados si se tiene en cuenta que se trata de una película dirigida al público infantil. Hay muy poca capacidad de síntesis en el cine actual. Eso pasa en general, pero sobre todo a la hora de hacer una adaptación de un libro. Los cineastas se sienten obligados (¿por qué?) a incluir lo todo, a pasar por todos y cada uno de los sitios que enseña la novela, a hacer desfilar a todos y cada uno de sus personajes. No hay síntesis, y por eso se alargan las películas tanto. No es fácil decir qué habría que cortar en una película como ésta, pero quizá con la experiencia un director como Andrew Adamson (que sólo ha dirigido las dos primeras partes de Shrek y las dos películas de Las Crónicas de Narnia) aprenda a tomar decisiones que den más accesibilidad a la película.

Me he detenido mucho en los problemas que tiene El Príncipe Caspian porque no son exclusivos de esta película, sino parte del cine actual. Pero, salvados esos detalles, esta segunda entrega de Narnia es una magnífica película de aventuras, una auténtica película Disney (eso tenía un significado especial hace unas décadas, más allá del reinado en el mundo de la animación, hoy y desde hace tiempo en manos de Pixar). El Príncipe Caspian, lo decía al principio, ofrece todo lo que una mente imaginativa puede desear. En el terreno de la historia (no es una repetición de la primera parte, ni mucho menos), donde no toma por tontos a sus espectadores, error en el que suelen caer las películas juveniles, y en el terreno visual (magníficos efectos y diseño de producción; se nota la mano de Weta, la compañía que se hizo grande con El Señor de los Anillos).

Es una muy buena aventura, una entretenidísima película, bien interpretada (tiene un papel la española Alicia Borrachero, a la que casi todos conocimos en la serie Periodistas) y dirigida, con una espléndida música de Harry Gregson-Williams, un valor en alza desde hace ya unos cuantos años. Ni siquiera la torpeza promocional (eso de incluir en el trailer la presencia de un personaje que no debió haberse publicitado y uno de los principales trucos visuales de la resolución no puede ser bueno) es capaz de arruinar la diversión que proporciona este gran espectáculo. La saga literaria consta de siete libros. ¿La cinematográfica continuará...? Ojalá que sí. Hoy en día no hay muchas películas como ésta y merece la pena recuperarlas.

sábado, julio 12, 2008

10 PELÍCULAS... de Batman

En un mes podremos ver en España El Caballero Oscuro (sigo prefiriendo, con creces, el título original, The Dark Knight, o la traducción libre que durante años conocimos en España, El Señor de la Noche), la última película sobre Batman. Ya se hablan maravillas de ella (y en especial del Joker del fallecido Heath Ledger) e incluso hay quien dice que es el mejor título de superhéroes que se ha hecho nunca. Batman, personaje creado en 1939 por Bob Kane, ha sido protagonista ya de unas cuantas películas. Es hora de hacer repaso por la historia cinematográfica de Batman.
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Batman (1966)
A mediados de los 60, Estados Unidos se vio invadida por una auténtica batmanía. Una serie camp y autoparódica triunfaba en la televisión y el salto al cine no se hizo esperar. Adam West y Burt Ward dieron vida a unos Batman y Robin más cómicos que nunca (y que contaminaron el cómic de aquellos años con su estilo) y tuvieron que hacer frente a lo mejor de la galería de villanos de la serie: el Joker, el Pingüino (el inolvidable Burguess Meredith que años después se hizo un hueco en la historia del cine como el entrenador de Rocky), el Enigma y Catwoman, todos juntos y revueltos, con sus peculiaridades pero sin demasiada personalidad propia. La película no deja de ser un ejercicio de nostalgia que, bien entendido en su contexto histórico y social, puede llegar a entretener bastante. Todo ello, claro, si se consigue sobrevivir el shock del Bat-spray repelente para tiburones y esa tinánica lucha inicial contra un escualo de plástico...
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Batman (1989)
La batmanía tuvo su continuación más de 30 años después, pero con más fuerza si cabe, ya que llegó a todo el mundo. Un jovencísimo Tim Burton se hizo cargo de una superproducción que, una década después del Superman de Richard Donner, sentó las bases de las películas modernas de superhéroes: torturados y oscuros. La elección de Michael Keaton como Batman rompió estereotipos y provocó quejas masivas de los fans. No era el musculoso superhéroe que esperaban. Pero la elección, vista la película, fue acertadísima. El personaje funcionó como Bruce Wayne y también como Batman gracias a la reinvención de su traje como una armadura. Jack Nicholson bordó un Joker muy de cómic, convirtiéndose en una de las dos grandes estrellas de la función. La otra no era Batman, sino una Gotham City irreal y mágica, una ciudad que se convirtió en un personaje más. De la sosería de Kim Basinger, sólo comparable a su belleza, mejor no hablar. Una muy buena película.
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Batman vuelve (1992)
Tim Burton retomó el personaje tres años después con la intención de hacer su visión más personal del mismo, alejado ya de las presiones que tuvo al hacer la primera película. Y el resultado fue que Burton se volcó en los oponentes más incluso que en el héroe. Batman se ve algo eclipsado por el Pingüino de Danny DeVito (impresionante maquillaje del genio Stan Winston) y, sobre todo, por la Catwoman de una nunca tan sensual Michelle Pfeiffer (sencillamente impresionante el momento del nacimiento de la ¿villana?). Un guión ingenuo y algo previsible no es capaz en ningún momento de arruinar un magnífico espectáculo visual. Gotham, reconstruída desde los cimientos, es nuevamente un escenario único, aunque algo inferior al original. Para muchos, Burton se lució más aquí que en la primera. Para otros, una película de Batman sin el Joker todavía no podía ser la mejor adaptación.

Batman: La máscara del Fantasma (1993)

La inigualable serie de dibujos animados de Batman que se hizo en 1992, para muchos y con razón la visión definitiva del personaje, tuvo su obligado salto al cine (en Estados Unidos a las salas, a España llegó a vídeo directamente) apenas un año después. La máscara del Fantasma es una entretenidísima película que indaga en el pasado del héroe. Bebe parcialmente de uno de los cómics más apreciados por los fans, Año uno (y de su secuela, Año dos, de la que toma prestado el personaje del Segador para reinterpretarlo como el Fantasma). La factura de la animación es notable, la historia es magnífica y la narración (plagada de flashbacks; destaca la magnífica planificación visual del momento en el que Bruce Wayne se coloca por primera vez su capucha de Batman) tan compleja como adulta. Y, claro, no podía faltar el Joker (en el original con la voz de Mark Hammil, el Luker Skywalker de Star Wars).

Batman forever (1995)

El tono oscuro del Batman de Burton ya no le gustaba a los ejecutivos de Warner. Había que reinventar la saga y recurrieron a Joel Schumacher. El director convirtió Gotham en un escenario de circo (en el peor sentido de la palabra), lleno de colores e histroinismo desatado a cargo de sus dos villanos, un imposible Jim Carrey como Enigma y un innecesariamente jokerizado Tommy Lee Jones como Dos Caras. Val Kilmer hizo un gran Bruce Wayne, pero no destacó demasiado como Batman. La presencia de un Robin insoportable y crecido con el rostro de Chris O'Donnell no aportaba demasiado salvo la incorporación de un personaje más, algo que lastraba la narración en la búsqueda del más difícil todavía. La dama en apuros es una Nicola Kidman más hermosa que casi nunca y que parece aburrida en su papel. La pregunta ya es inevitable en la saga: ¿por qué todo el mundo acaba descubriendo que Bruce Wayne es Batman? Malo que lo que más se recuerda sea que Schumacher pusiera pezones al batraje... Pese a sus muchos defectos, pasable.

Batman y Robin (1997)

Y si el primer intento de Schumacher en la saga era pasable, el segundo es directamente un horror. Sin duda alguna (y por encima de engendros presuntamente bienintencionados como Catwoman o Elektra), la peor película de cómic que se ha hecho nunca, un galimatías sin pies ni cabeza, un engendro en el que vemos hasta la Bat-American Express. George Clooney destroza el personaje, de la misma forma que todos sus compañeros de reparto hacen lo mismo con los suyos. Ni Alicia Silverstone se parece a Batgirl ni Uma Thurman a Hiedra Venenosa. Chris O'Donnell hace bueno su Robin de Batman Forever. Lo que Schumacher hace con Mr. Freeze (un Arnold Schwarzenegger magnífico de aspecto pero que hunde la ilusión al moverse y hablar), después de haber visto la maravillosa interpretación de la serie de animación, es descorazonador. Y lo de Bane, un personaje creado en el cómic para ser el enemigo definitivo de Batman, es una broma de mal gusto. Horrible, de principio a fin. Nada que salvar.

Batman: Subzero (1998)

Aparentemente enterrada la saga en cine gracias a los esfuerzos de Batman y Robin, la animación seguía dando satisfacciones. Subzero profundizaba en el personaje de Mr.Freeze y demostraba a Schumacher cómo hacer una película con él, con Batgirl y con Robin. Espléndida muestra de cine de aventuras para toda la familia, toda una montaña rusa que demuestra que no hacen falta millonadas para hacer una adaptación digna. Lo más destacable de Subzero es una paleta mucho más oscura y variada que en la serie y que en La máscara del Fantama. El juego con los reflejos del fuego en su parte final es visualmente muy atractivo. La grandeza visual no se come en absoluto un buen guión de acción y, a ratos, también de personajes. Ya sin algunos de los creadores de la serie original, algo que se notó, en 2003 se lanzó directamente en DVD un nuevo largometraje de animación, El misterio de Batwoman. Éste es entretenido sin más.

Batman Beyond: El regreso del Joker (2000)

La serie de Batman tuvo una interesante y peculiar continuación en un futuro alternativo al que siempre ha presentado el cómic, Batman del futuro (Batman beyond). Un Bruce Wayne anciano se retira de la lucha contra el crimen y cede el testigo a un joven problemático que vive el asesinato de su padre y trata de vengarlo con el nuevo y estilizado traje del murciélago. La serie, muy buena, también tuvo su película. El regreso del Joker es, sin duda, la más salvaje, violenta y adulta adaptación animada que se ha hecho. Un flashback sencillamente magistral, parte ya de los más grandes momentos de Batman en la pantalla, ahonda en lo más oscuro de las leyendas del héroe de Gotham City. Un brillante ejercicio de cómo estirar los límites de un universo de cómic, tan violento que tuvo incluso una versión retocada pra los públicos más infantiles. Un universo paralelo para las imaginaciones más perversas, un título imprescindible para los amantes de la fantasía futurista basada en el cómic.

Batman Begins (2005)

Las anteriores adaptaciones tenían más o menos cosas de Batman. Ésta ES Batman. Christopher Nolan entendió el personaje a la perfección y ofreció la mejor, más compleja y más profunda versión hecha hasta el momento. Una película que un aficionado al cómic va a degustar cual delicatessen, pero que también puede ser apreciada por cualquier tipo de espectador. Christian Bale se convirtió en el Bruce Wayne perfecto y en el Batman soñado. Su cambio de registro de voz, un regalo para el oído. La clase la aportaron Michael Caine como el mejor Alfred (el mayordomo de Bruce Wayne) posible, Morgan Freeman como Lucius Fox (ejecutivo de Industrias Wayne rescatado de los cómics de los años 70) y Gary Oldman como el comisario Gordon (sacado directamente de las viñetas de Año uno de Frank Miller y David Mazzuchelli). Y la presencia de Liam Neeson es impresionante. Katie Holmes sobra. Pero es lo único. Por lo demás, una adaptación sencillamente perfecta.

Batman contra Dracula (2005)
En 2004 nació una nueva serie de dibujos de Batman. Su principal problema, que no se puede superar lo insuperable y lo insuperable era la serie de 2002. No es en absoluto memorable, aunque sí tiene algún capítulo más que estimable. Un año después, este nuevo Batman tuvo su película. Los responsables de la serie no pudieron evitar la tentación, tantas veces vista en el mundo del cómic en décadas precedentes, de enfrentarle al rey de los vampiros, a Dracula. La película entretiene, que no es poco, pero tampoco perdura en la memoria del aficionado. Poco contribuye la manía de casi todos los responsables de estos títulos de sobrepoblar el metraje de personajes conocidos. Aquí tenemos al Joker y al Pingüino, además de Batman y Dracula, y la recuperación (quizá lo más destacable) de Vicky Vale, el personaje al que dio vida Kim Basinger en el primer Batman de Tim Burton. Para fans completistas.

domingo, julio 06, 2008

Black Rain, el Japón de Ridley Scott

Siento una gran admiración por Ridley Scott, un director que no siempre consigue películas redondas pero que tampoco suele hallar demasiada comprensión entre la crítica (he llegado a leer que el hermano bueno es Tony Scott; sencillamente dramático...) y, algunas veces, entre el público. Sí, casi todo el mundo reconoce la importancia de películas como Alien o Blade Runner y cosechó éxitos de taquilla con Gladiator, El reino de los cielos o American Gangster. Pero en los años 80 se quedaron un par de películas que no son excesivamente conocidas que contaron con Ridley Scott como director, títulos muy estimables y que merece la pena recordar y reivindicar. Uno de ellos, quizá el mejor, es Black Rain.

Dos detectives de la Policía de Nueva York, uno duro e investigado por asuntos internos y otro limpio y aspirante a subir en el escalafón, presencian una matanza en un bar. Sus autores, un grupo de japoneses, como las víctimas. Juntos, los dos policías consiguen detener al autor y son designados para entregarle a la policía japonesa. Su auténtico viaje comienza ahí. Entran, sin quererlo, en una guerra de bandas, en un mundo que no entienden. Sus únicos apoyos son un veterano oficial japonés asignado para acompañarles pero que no gusta de los métodos de los americanos y una mujer de Chicago que lleva años afincada en Japón al frente de un local de alterne.

Abundaron en los años 80 las películas de choques de culturas. Y Japón solía ser un destino preferente, todavía incluso en el cine más reciente (Lost in translation). Ahora la globalización dificulta mucho más estas visiones cinematográficas, pero entonces eran corrientes. Lo exótico vendía. ¿Qué tiene de especial Black Rain con respecto a otras películas similares? La visión de Ridley Scott, sin duda. Ver esta película nos lleva directamente a muchas de las influencias visuales que pesaron en el director a la hora de hacer Blade Runner y recrear ese Los Ángeles tan influenciado por la cultura japonesa.

Con Ridley Scott siempre hay un problema. Hoy rueda pensando en la versión que estrenará en los cines y en la que después sacará a la venta en DVD (el ejemplo más claro es El reino de los cielos). De hecho, Blade Runner fue, en 1992, diez años después de su estreno en salas, una de las primeras películas que contó con un Director's cut comercializado. Pero en los años 80, y más si el título no perduraba como esa mítica obra de ciencia ficción, mucho material no llegaba nunca a ver la luz. A Black Rain le sucedió. La película dura dos horas, pero el primer montaje que hizo Ridley Scott tenía 40 minutos más. Más de media hora que hubiera sido necesaria para entender Black Rain en toda su dimensión, porque vista hoy se nota claramente que le faltan escenas. Scott también rodó un final alternativo, más violento que el que finalmente vio la luz.

Ese es quizá el mayor pero de una historia muy apreciable, que contó con interpretaciones inolvidables. Michael Douglas ya era toda una estrella en los años 80 y con su papel en Black Rain profundizó en su perfil más oscuro, el que ya había probado con Wall Street dos años antes. Sí, aquí es el héroe. Pero es un héroe con pies de barro. Es un policía, sí, pero un policía investigado por asuntos internos. Un buen hombre, sin duda, pero con una vida destrozada, divorciado y asolado por las deudas económicas. Junto a él, un Andy García que empezaba ya a ser un muy conocido gracias a su papel en Los intocables de Eliot Ness y antes de embarcarse en la saga de El Padrino.

Ellos, junto con Kate Capshaw (la actual esposa de Steven Spielberg, heroína en apuros de Indiana Jones y el templo maldito) son los únicos personajes americanos de relevancia en esta película de claro color japonés. Dentro del reparto nipón, destaca Yusaku Matsuda, que da vida al villano de la función, Sato. Black Rain fue su última película. Poco antes de empezar a rodar le diagnosticaron un cáncer, pero decidió participar en el proyecto de todos modos. "De esta forma, viviré para siempre", le dijo a Ridley Scott. Murió el 9 de noviembre de 1989, apenas siete semanas después de que la película llegara a estrenarse.

Ken Takakura, el actor que da vida al policía que acompaña a sus dos colegas norteamericanos (es imposible no cogerle cariño a Masa, sobre todo después de verle imitar a Ray Charles junto a Andy García), conocido como el Clint Eastwood japonés, apenas apareció en media docena de películas tras Black Rain. Jackie Chan pudo tener un papel en el filme, pero lo rechazó porque no quería hacer de villano. Y menos mal que lo rechazó... Como también podemos considerarnos afortunados por el cambio de director, ya que el originalmente escogido para hacerse cargo del proyecto era Paul Verhoeven, recién salido de su éxito con Robocop.

El rodaje se llevó a cabo en Japón. Al menos en su mayor parte. El fin del visado del equipo provocó (además de descubrir lo estrictas que son las autoridades japonesas, que colocaron agentes de seguridad frente a las cámaras al minuto de concluir ese visado) que la escena final se rodara en Estados Unidos, en California. Como curiosidad, hay que destacar que la oficina que en el filme se utilizó para la Policía de Osaka es, en realidad, la Oficina de Prevención de Desastres Naturales.

Black Rain es un policiaco ejemplar, muy propio de los años 80, de una época en la que el protagonista podía exceder los límites, fumar todo el tiempo y montar en moto sin casco. Nace como una película de buddies (al estilo Arma Letal, pero sin el tono de comedia, obviamente) y acaba transformada en una bonita aunque previsible historia de compañerismo entre personas de diferentes culturas, con un marco incomparable y con un estilo visual perfecto. Quizá una obra menor de Ridley Scott, pero una espléndida obra menor. Muy recomendable para los ojos saturados de violencia de la presente década. En su primera escena, además, ya provoca un sentimiento de nostalgia al verse allí, al fondo, las Torres Gemelas.

viernes, julio 04, 2008

Póster y trailer del remake de 'Ultimatum a la Tierra'

Ya he hablado en alguna ocasión de Ultimátum a la Tierra y de los planes para hacer un remake de este título clásico y mítico de la ciencia ficción de los años 50 (aquí, aquí y aquí). El motivo de retomar la cuestión es que se acaban de hacer públicos el primer poster de la película y el trailer. El avance da la impresión de que la película va a ser una mezcla entre la película original, La guerra de los mundos de Steven Spielberg y las partes más serias de Independence Day (que las tenía, a pesar del envoltorio de comedia casi juvenil).

Se ve que va a haber un claro apoyo en los efectos especiales, algo que no se podía hacer obviamente en los años 50 y ojalá que eso no haga diluirse un argumento sencillamente magnífico. Lo que está claro es que aquí no se puede utilizar la excusa de la Guerra Fría, con lo que habrá que ver con qué nos sorprenden los avezados guionistas (¿o debería decir productores?) como gancho para la visita extraterrestre. ¿El cambio climático tal vez...? Sería curiosa la casualidad después de haber visto El incidente...

No quiero ilusionarme demasiado a pesar de la buena pinta que tiene el trailer, porque uno se acuerda de otros remakes de clásicos de los años 50 y 60 y se echa a llorar (el último, Invasión, o cómo destrozar la magnífica historia de La invasión de los ladrones de cuerpos). Aun así, siempre merecerá la pena ver a Jennifer Connelly o, por qué no, admitir que Hollywood ha encontrado el papel perfecto para Keanu Reeves, el de extraterrestre inexpresivo...