miércoles, enero 09, 2008

La magia de las mujeres y el cine

Mujeres y cine. Misteriosa asociación que provoca, muy de vez en cuando, una magia única, especial, irrepetible. Hoy, que tan pocas actrices merecen realmente la pena, que tan pocos papeles para ellas merecen ser rescatados del olvido, que la tiranía de la belleza física se ha impuesto al talento interpretativo, no suele ser posible. Pero en el cine clásico. ¡Ah, esas mujeres en blanco y negro que eran capaces de hechizarnos con algo más que una cara bonita...!


Algo así es lo que uno siente al ver a Anne Baxter en las primeras secuencias de Eva al desnudo. Una cara angelical, una presencia radiante, una dulzura inigualable en su voz, una mujer de que cualquier podría enamorarse sólo con verla. ¡Todo una mentira! Su Eva Harrington, una joven aspirante a actriz, es un demonio con cara de ángel, una mujer ambiciosa y cruel, capaz de todo ("y más", como ella misma dice) por conseguir un buen papel. Pero engaña, ya lo creo que engaña. Joseph L. Mankiewicz, director de esta maravillosa película, escogió a Anne Baxter, porque podía dar "virtudes de zorra" al personaje. Y ya lo creo que lo consiguió. Tanto, que con ese formidable e irónico final, magnífico e inolvidable, lo que asoma en la cara del espectador es una sonrisa. Justicia divina, lo llaman...

Para lograr sus objetivos, Eva se pega a una actriz de éxito, otra composición maestra, ésta de Bette Davis. La actriz ya pasaba de los 40 (edad maldita para el cine, por lo visto) y su carrera pasaba por un abjón increíble. De hecho, Davis confesó años después que Eva al desnudo le permitió tener un futuro profesional. Su personaje, Margo, es una gran diva del teatro, una actriz capaz de dar vida sobre las tablas a una veinteañera, pero que empieza a sufrir crisis por su edad. Ya no es joven y se da cuenta. Y todo lo que hay alrededor se convierte en una amenaza para ella. Eva por encima de todo. La jovencita que tan alegre le había hecho con su adulación de pronto se convierte en una rival. Qué duelo de actrices, qué cantidad de detalles, de miradas, de niveles en su interpretación. Qué gozada. "Ajústense los cinturones, esta noche vamos a tener tormenta", como la propia Margo dice.

Celeste Holm interpreta a Karen, esposa del dramaturgo para el que trabajo Margo y a la vez su mejor amiga, la mujer que maquina una cura de humildad para la gran diva y se ve atrapado por ello en las garras de la maquiavélica Eva. ¿Cómo creerse que Davis y Holm se odiaban después de ver la extraordinaria química que muestran en pantalla? Pues es cierto, no se podían ni ver, tal y como recuerda Holm: "Entré en el plató, el primer día de rodaje, y dije 'buenos días'. ¿Y saben cómo me contestó? Dijo 'oh, mierda, buenos modales'. No le volví a dirigir la palabra, nunca". Con ellas, la genial Thelma Ritter, criada de Margo en la película y la primera persona que sospecha de Eva. ¿Quién si no una mujer podría darse cuenta de las artimañas de otra mujer...?

Anne Baxter, Bette Davis, Celeste Holm y Thelma Ritter fueron nominadas al Oscar, conviertiendo esta película en la que más nominaciones para su reparto femenino ha tenido nunca, un récord que parece imposible de romper con el cine de nuestros días. Pero no ganó ninguna de ellas, las estatuillas fueron para Judy Holliday por Nacida ayer y Josephine Hull por El invisible Harvey. A la maquinadora Eva Harrington seguro que no se le habría escapado el premio...

Eva al desnudo tiene también el privilegio de contar con una de las primeras apariciones cinemtográficas de Marilyn Monroe. Da vida a una aspirante a actriz con el cerebro vacío pero con un cuerpo de escándalo y muchas artes para tratar de engatusar a la persona adecuada, en este caso el crítico al que da vida George Sanders, para conseguir un papel. ¿Lo consigue? Para eso tendría que pasar por encima del cadáver de la angelical Eva (me encanta el nombre original, Eve, y la asociación fonética que Margo hace con la palabra "evil"). Lo que sí consiguió Marilyn es despertar los celos de Zsa Zsa Gabor, mujer de Sanders, con quien compartía muchas escenas. Años después, Gabor dijo que Marilyn era "extremadamente proclive a menear el culo y a mover las pestañas". Y por eso, como mujer, no podía dejar de vigilarla en el rodaje...

¿Hombres? Sí, hay unos cuantos en el reparto, magníficos actores que están magníficos en la película. ¿Pero quién se ha fijado en ellos? En el genial Mankiewicz sí, en él sí que habría que fijarse, aunque sólo fuera para conseguir en el cine moderno una pequeña parte de la magnificencia de sus guiones, de sus maravillosas líneas de guión, de sus indudables dotes como director de actores...

El nexo de unión entre aquella película y ¿Qué fue de Baby Jane? es Bette Davis, que aquí comparte pantalla con Joan Crawford. Cuando se estrenó la película, en 1962, Davis tenía 54 años y Crawford 57. Ellas dos sostienen casi sin ayuda una película de dos horas de duración. Enfrentar este impresionante duelo interpretativo femenino a la proliferación de mujeres jóvenes sin talento en el cine actual es sonrojante. ¿Cuántas jóvenes, niñas acaso, vemos pasar por la pantalla sin más dotes que su belleza física? ¿Cuántas caerán en el olvido cuando esa belleza ya no resplandezca tanto? ¿Cuántas quedarán? Sólo las verdaderas diosas. ¿Y cuántos directores se empeñan en llenar sus películas de bellezas que no saben actuar? ¿Cuántas películas sin una sola auténtica actriz en el reparto? Debieran ver ¿Qué fue de Baby Jane? para darse cuenta de lo que puede hacer una actriz de verdad, sea cual sea su edad, por una película.
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Davis y Crawford dan vida a dos hermanas. La primera, Jane, era una estrella infantil de las tablas; la segunda, Blanche, su hermana, furiosa en algunos momentos por no tener la atención que logra captar la otra niña. Pero la situación se vive a la inversa cuando son adultas. Blanche se convierte en una estrella del cine que lucha, casi por caridad, porque le den algún papel a su hermana. Y de repente, un accidente de coche cambia sus vidas. Blanche se queda en una silla de ruedas, al parecer por haber sido atropellada por su hermana en una noche que no es capaz de recordar. Al parecer, los celos por el estrellato llevaron a Jane a intentar atropellar a su hermana, aunque con maestría la cámara esquiva enseñar demasiado sobre ese momento. Ambas mujeres viven en la misma casa. Pero Blanche siente pena de su hermana, que ha perdido la cabeza en muchos sentidos, y no es consciente de todo lo que está pasando a su alrededor.
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La tensión se palpa durante toda la película. Porque vemos que las obsesiones infantiles de Jane afloran de nuevo. Quiere ser de nuevo la estrella que se cree que es, muy por encima de su hermana. Y Blanche no se lo impedirá. De la tensión pasamos a la violencia. Descarnada. Salvaje. Plasmada en un blanco y negro hermoso, casi poético. Las sombras de la oscura casa dan paso a una soledada playa donde se resuelve toda la trama. Las cosas no eran como parecían y al final, sólo al final, se dan cuenta ambas mujeres de que han impedido su propia felicidad y de la su hermana. Y la historia deja un poso de tristeza infinita.
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El cine de terror actual está lleno de veinteañeras ligeras de ropa y generosas de escote. Robert Aldrich, el de Doce del patíbulo, rodó su película de terror (sí, sí, ¿Qué fue de Baby Jane? es claramente una pesadilla terrorífica, aunque no haya vísceras) con dos mujeres maduras... que no se podían ni ver. ¿Sorprendidos? No lo creo. Joan Crawford formaba parte de la directiva de Pepsi, así que Bette Davis mandó instalar una máquina de Coca-Cola sólo para enfurecer a su compañera de reparto. Incluso alguna de las patadas del enfrentamiento entre ambas se saldó con alguna que otra tirita en la cabeza de Crawford ¿Su venganza? Ponerse pesos en los bolsillos para que la espalda de Davis sufriera más de lo debido en la escena en la que carga con el cuerpo de su hermana cinematográfica. Bette Davis consiguió la nominación al Oscar por esta película. Joan Crawford no. Pero se vengó de nuevo al salir a recoger la estatuilla en nombre de la ganadora, Anne Bancroft, por su trabajo en El milagro de Anna Sullivan.
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Mujeres, qué mujeres las del cine clásico...

1 comentario:

C.C.Buxter dijo...

¡Muy buena entrada! Da gusto leer a alguien que escribe así de apasionado sobre el cine clásico; Garci te tenía que haber invitado alguna vez a su tertulia de "¡Qué grande es el cine!"

Dejando de lado a la señorita Kubelick de "El apartamento", interpretada por Shirley MacLaine, de la que aún sigo profundamente enamorado... sin lugar a dudas, la actriz que más me ha deslumbrado es Rita Hayworth en "Gilda". Contrariamente a lo que suele ser normal, además, mi escena favorita no es aquella en la que se quita el guante, sino otra anterior, cuando Glenn Ford se despierta en mitad de la noche y oye cantar a Gilda "Put the blame on Mame", guitarra en mano, admirada por el limpiabotas.