sábado, julio 14, 2007

Cuando el cine de terror no enseñaba al monstruo

Había una máxima en el cine de terror de los años 50 y 60: enseñar lo menos posible al monstruo de la película. Además de por obvias razones presupuestarias y de falta de una tecnología que hiciera creíbles a esas criaturas de goma tan entrañables, el objetivo de esta máxima era crear tensión, que el espectador no supiera qué iba a pasar por haber visto demasiado de ese bicho que amenzaba a los protagonistas en todas las esquinas. Hoy se ha perdido esa máxima. Hoy el monstruo se ve demasiado, arruina esa tensión y anticipa demasiado los sustos que una película de terror puede ofrecer.

Esa es la sensación que me ha dejado The descent, perlícula británica de reparto y director desconocidos (el realizador, Neil Marshall, había hecho antes Dog Soldiers, que todavía no he visto) que vi recomendada por un buen amigo que gusta de todo tipo de cine de terror. Bueno, no fue ese el único motivo. Recordaba desde su estreno, hace dos años, que el filme había tenido una gran acogida entre los aficionados al género y entre la crítica especializada. Había ganado además varios premios de cine fantástico y de terror, y eso siempre es un aliciente, porque entre frikis suele haber cierta coincidencia. Y en IMDB tiene más de 22.000 votos y una puntuación de 7,4. Nada mal las referencias, ¿no?

La verdad es que no me ha disgustado, pero hay tres puntos que hacen que no haya conectado del todo con la película en cuestión. El ya mencionado de la excesiva presencia de los monstruos es el primero. Tardan en aparecer, pero cuando lo hacen ya casi no salen de la pantalla. En algunos planos se consigue el objetivo de asustar, pero en otros no demasiado. Y así pierden cierta credibilidad. Incluso la carátula del DVD, en un inmenso error, tiene una foto de ellos. Y lo más gracioso es que las actrices no los vieron hasta que rodaron la primera escena en la que debían encontrarse. El efecto que se buscó en el rodaje con las actrices, se perdió por completo en la promoción de la película.

El segundo punto conflictivo es que es una película de miedo... que tampoco me ha dado demasiado miedo. Sí, sustitos, sí; de acuerdo, tensión hay; incluso si queréis provoca claustrofobia. Pero miedo, lo que se dice miedo, no. Y la tercera razón por la que no me he convertido en un entusiasta de este título es que absolutamente ninguno de los personajes protagonistas, seis mujeres que se van a hacer espeleología en una cueva al parecer sencillita de explorar, se merece mi simpatía. Todas me caían fatal por unos motivos o por otros. Y sin empatía no se puede meter uno del todo en el terror que viven.

Aún así, es una película curiosa. Está rodada casi por completo en el interior de cavernas, y a pesar de la localización y de la oscuridad que envuelve de forma casi permanente a las protagonistas, la historia se sigue de maravilla, por el buen montaje y la buena dirección. Y tiene un gran final. Eso en lo que suelen fallar casi todas las películas de terror aquí es un gran acierto. No voy a desvelarlo, claro, pero los últimos cinco minutos de la película son, de largo, lo mejor que puede ofrecer The descent. Recomendable para apasionados del género o para las almas fácilmente asustadizas que disfrutan con esos momentos de desasosiego.

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