sábado, marzo 03, 2007

Marilyn

Pocos nombre significan tanto para la mitología del cine como el de Marilyn Monroe. Es el mayor icono sexual que dio el séptimo arte en el siglo XX y, en contra de lo que mucha gente cree, fue una gran actriz a la que no se supo sacar partido en sú época. Es una de las actrices que más me hubiera gustado ver envejecer en la pantalla. Hoy tendría 81 años. Y estoy seguro de que su nombre figuraría con letras aún más grandes en la historia del cine. No sólo como mito, también como actriz.

Apenas hizo una treintena de películas (de las que hasta ahora he podido ver poco más de media docena; iremos subsanando ese grave problema poco a poco), y en ellas demostró mucho talento. Los grandes directores que trabajaron con ella sí supieron verlo, aunque pocos pudieron aguantar los retrasos en los rodajes que provocaba Marilyn, no siempre de forma caprichosa como a veces se ha creído. Lo que nadie puede discutir es que Marilyn se comía cada plano en el que aparecía. Después de ver Los caballeros las prefieren rubias, la última película suya que ha caído en mis manos (una deliciosa comedia musical del gran Howard Hawks), a uno le queda la sensación de que Marilyn era casi una diosa, una mujer deslumbrante, de las que ya no quedan en el cine actual.
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Películas como Vidas rebeldes (último filme no sólo de Marilyn sino también de Clark Gable, y uno de los últimos de Montgomery Clift) o Con faldas y a lo loco forman parte ya del imaginario colectivo del cine del siglo XX. De todos modos, no es que Marilyn acumulara muchas obras maestras en su demasiado corta filmografía. Pero cada segundo que aparece en pantalla es pura historia del cine. Es auténtica magia. Cuando canta Diamonds are a girl's best friend en Los caballeros las prefieren rubias, con ese maravilloso vestido de color rosa, a uno le recorre un escalofrío irrepetible. El mismo que cuando ve la mítica escena del vestido blanco en La tentación vive arriba. O en tantos otros momentos de Marilyn en pantalla...
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Su vida fue un cúmulo de catástrofes. Una infancia durísima en la que no tuvo un padre en el que apoyarse y su madre padeció severos problemas psiquiátricos. Una adolescencia difícil, que culmina a los 16 años con su primer matrimonio para poder salir adelante. Una carrera profesional compleja, en la que sus propios problemas personales influyeron demasiado y le impidieron alcanzar la confianza de directores que sí vieron en ella potencial suficiente para ser una de las grandes. Y los hombres de su vida, que supusieron para ella más problemas que felicidad. Todo ello desembocó en su trágica y sospechosa muerte, de la que hay cientos de teorías pero pocas certezas. ¿Se suicidó o murió asesinada? La historia dice que ingirió una sobredosis de fármacos. La leyenda, que era una persona incómoda para hombres poderosos.
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Por lo que cuentan sus biografías (acabo de leer una bastante interesante y recomendable, escrita por Giuliana Muscio), Marilyn nunca pudo ser feliz, nadie consiguió hacer que fuera feliz. Ni su familia. Ni sus tres maridos. Ni sus muchos amantes. Ni sus amigos. Nadie. Marilyn no fue una mujer feliz, y ni siquiera consiguió hacer realidad su sueño de tener niños antes de perder la vida cuando tenía sólo 35 años. Pero dejó un legado que sí ha hecho felices a muchas personas, a millones de espectadores que, quizá ajenos a lo dura que fue la vida de Marilyn, son capaces de reconocer a la actriz aunque nunca hayan visto alguna de sus películas. Su imagen ha quedado inmortalizada en cientos de fotografías y en un buen puñado de fotografías. Y eso convierte a Marilyn en una leyenda de esas que los que adoramos el cine jamás olvidaremos.

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